Destellos de torer¨ªa
Triste y desangelada corrida de Victorino Mart¨ªn en una tarde de detalles de Roble?o y Chac¨®n
MART?N / ROBLE?O, CHAC?N, MORAL
Toros de Victorino Mart¨ªn, bien presentados, astifinos, de desigual juego en los caballos, dificultosos los tres primeros, nobles cuarto (inv¨¢lido) y sexto, y soso el quinto, bravo en el piquero.
Fernando Roble?o: estocada ca¨ªda (palmas); estocada ca¨ªda (ovaci¨®n).
Octavio Chac¨®n: tres pinchazos ¡ªaviso¡ª y estocada trasera (ovaci¨®n); estocada (silencio).
Pepe Moral: metisaca y estocada ca¨ªda (leves pitos); dos pinchazos hondos, pinchazo sin soltar, otro pinchazo hondo ¡ªaviso¡ª y seis descabellos (pitos).
Plaza de Las Ventas. 14 de abril. Primera corrida de la temporada. Dos tercios de entrada (15.364 espectadores seg¨²n la empresa).
La estrella eran los toros de Victorino Mart¨ªn, pero su luz se apag¨® pronto. Bonitos de l¨¢mina, algunos de bella estampa y astifinos, pero con una extra?a mezcla de fiereza, mansedumbre, nobleza, bronquedad, falta de casta, invalidez y soser¨ªa en sus entra?as, de modo que no hubo toro para la emoci¨®n; ni siquiera para el gozo de una faena medio qu¨¦¡
No se hizo presente el triunfo, pero s¨ª el instante de esa belleza imperceptible que se desprende del oficio, la firmeza, la seguridad y la hondura de un torero que, en el oc¨¦ano de la decepci¨®n, se siente artista y lo muestra a los cuatro vientos.
Eso ocurri¨® con Octavio Chac¨®n, que no tuvo oponentes para alcanzar la gloria, pero s¨ª ocasi¨®n para mostrar un estado de torer¨ªa impresionante.
Sali¨® el segundo de la tarde, con dos alfileres por pitones; el torero lo esper¨® en la raya del tercio y all¨ª le mostr¨® el capote ¡ª?mira!¡ª a la distancia justa, sin aspavientos ni prisas, con dulzura, sin ¨¢nimo de molestar y se lo llev¨® toreando hasta las tablas y, de ah¨ª, casi hasta el mismo centro del ruedo, templando la embestida, ense?¨¢ndole a embestir¡ Y la plaza lo aclam¨® cuando el toro se qued¨® en los medios con la lecci¨®n aprendida.
Despu¨¦s del primer puyazo, otra vez capote en mano, dibuj¨® dos ver¨®nicas cortas en el espacio y pre?adas de empaque y, como una guinda, una media arrebuj¨¢ larga, larga y lenta, como hecha a prop¨®sito¡
Y ah¨ª qued¨® el conocimiento y el empaque de un torero que viene dispuesto a deslumbrar esta temporada.
Despu¨¦s, otra lecci¨®n de poder¨ªo con la muleta, en la que no destac¨® el lucimiento y prevaleci¨® la quietud, la torer¨ªa, el valor, siempre cruzado el torero, entre los pitones¡ Y todo se apag¨® en el trance final, en la suerte suprema. Fall¨® reiteradamente y se seccion¨® con la espada el aparato tensor del tercer dedo de la mano izquierda y fue asistido en la enfermer¨ªa bajo anestesia local.
Se corri¨® turno, pero volvi¨® al ruedo para lidiar a su segundo toro, corrido en ¨²ltimo lugar. Bravo en el caballo en las dos primeras entradas, se cambi¨® el tercio tras una larga espera para un tercer puyazo imposible y el animal lleg¨® soso y sin alegr¨ªa al tercio final. Lo intent¨® Chac¨®n por ambas manos, pero Correlindes se hab¨ªa dejado toda su alma en el encuentro con el picador, al que derrib¨® del caballo.
Otro momento de inter¨¦s lo protagoniz¨® Fernando Roble?o ante el cuarto de la tarde, corto de embestida y noble de coraz¨®n; tanto que le permiti¨® al madrile?o trazar un manojo de naturales desbordantes de gracia. Pero no hubo m¨¢s.
El mismo artista que desparram¨® torer¨ªa en esos instantes se vio superado por el primero, complicado, s¨ª, de embestida descompuesta, tambi¨¦n, y que se erigi¨® en vencedor de la pelea porque qued¨® la impresi¨®n de que Roble?o no quiso m¨¢s que un intercambio de golpes.
Luc¨ªa ese toro unos pitones de miedo y mostr¨® su dificultad en los primeros compases de la lidia; manse¨® en el caballo, colabor¨® con Jes¨²s Romero en la colocaci¨®n de dos buenos pares de banderillas y lleg¨® a la muleta con la cara a media altura, el freno en las pezu?as y el fastidio en su comportamiento. Lo prob¨® su lidiador y prefiri¨® pasar p¨¢gina.
Y el peor parado de la tarde fue Pepe Moral. No fue el suyo un lote para la confianza con los enga?os, pero destac¨® m¨¢s la aparente indefinici¨®n del torero que las dificultades que les presentaron sus toros.
Deslucido fue su primero, bronco y espeso, y Moral dio la impresi¨®n de estar loco por coger la espada y acabar con aquella historia cuanto antes; y as¨ª lo hizo. En cuanto pudo, amag¨® con dirigirse a las tablas y solo desisti¨® cuando escuch¨® pitos de repulsa. Pero se le vio a la defensiva y esa no es una buena perspectiva.
Parec¨ªa que el sexto, lidiado en quinto lugar, pod¨ªa ser el toro de la corrida. Humill¨® y arrastr¨® el hocico por la arena desde su salida al ruedo, pero le fallaron con estr¨¦pito las fuerzas. Y el torero, adem¨¢s, no estaba en su salsa, pinch¨® en demas¨ªa y escuch¨® unos lacerantes pitos.
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