La Dolce Vita que nunca existi¨®
Paolo di Paolo, leyenda de la fotograf¨ªa que solo ejerci¨® durante 16 a?os, expone a sus 93 a?os un relato desmitificado e ¨ªntimo de la Italia del 'boom' econ¨®mico
La serie de verano se llamar¨ªa La larga carretera de arena, un viaje de norte a sur de Italia a trav¨¦s de sus playas. Un ensayo fotogr¨¢fico sobre las costumbres vacacionales de un pa¨ªs en plena mutaci¨®n social para el semanal Il Tempo. Pero aquel a?o, en el asiento de copiloto del MG del fot¨®grafo Paolo di Paolo (Larino, 1925) se sent¨® un tal Pier Paolo Pasolini, un intelectual que apenas hab¨ªa escrito algunos libros de poes¨ªa y una novela y que no abri¨® la boca en siete d¨ªas de viaje. Miraba, paseaba, se quedaba absorto en segundo plano. No beb¨ªa, tampoco hablaba de mujeres, claro. Solo al llegar a Cinquale, la playa frecuentada por Thomas Mann o Malaparte, cuando el fot¨®grafo recit¨® un poema de Rilke, comenz¨® a forjarse una amistad, a la manera que uno pod¨ªa ser amigo de Pasolini. De aquello sali¨® tambi¨¦n un libro y un reportaje maravilloso, cuyas mejores im¨¢genes muestra el propio Di Paolo, a los 93 a?os, paseando con su bast¨®n y una tranquila elegancia por los rincones de su Mundo perdido, la exposici¨®n que el MAXXI le dedica en Roma.
Di Paolo fue una estrella fugada de un oficio que solo ejerci¨® durante 16 a?os por p¨¢nico a tropezar en el abismo de la decadencia. Un buen d¨ªa, con solo 46, dispar¨® por ¨²ltima vez. En lugar de explotar su valioso trabajo, enterr¨® sus mejores fotos temiendo perjudicar a unos protagonistas demasiado cercanos. Sucedi¨® con la decena de negativos de Oriana Fallaci bailando en la orilla de una playa de Venecia donde solo pasaba Ren¨¦ Clair un ma?ana de resaca del festival. ¡°?Alguna vez la hab¨ªa visto sonre¨ªr? Ah¨ª la tiene¡±, muestra orgulloso Di Paolo. Lo mismo ocurri¨® con el trabajo que Anna Magnani le encarg¨® en su villa del Circeo: la primera vez que alguien fotografiaba a su hijo discapacitado. O con el ¨²nico reportaje que existe de Pasolini, paseando por el arrabal del Testaccio y permitiendo hacerle la que quiz¨¢ fue su mejor fotograf¨ªa. Todas esas im¨¢genes fueron a parar a una caja que su hija Silvia encontr¨® en el viejo desv¨¢n de casa con 250.000 negativos de entre 1954 y 1968, la mayor¨ªa in¨¦ditos.
La casualidad marc¨® tambi¨¦n el inicio. Di Paolo, que solo quer¨ªa ser profesor de filosof¨ªa hasta que la v¨ªspera de su graduaci¨®n se top¨® con una Leica III C en un escaparate, fue siempre un intelectual con una c¨¢mara colgada al cuello. Un artista a veces m¨¢s preocupado por la ¨¦tica que la est¨¦tica de su obra. Una anomal¨ªa en una ¨¦poca en la que florec¨ªan los paparazzi y el oficio se llenaba de cazarrecompensas en la puerta de los restaurantes caros. ?l siempre lo odi¨®. Cuando llegaba una actriz a Roma, de hecho, ¨¦l le hac¨ªa llegar un ramo de flores y una tarjetita pidi¨¦ndole fotografiarla. As¨ª retrat¨® a Kim Novak salt¨¢ndose el tumulto que esperaba en la puerta de su hotel. ¡°Lo de los paparazis fue un fen¨®meno alimentado por Fellini. No hab¨ªa ni uno cuando yo empec¨¦, pero ¨¦l cre¨® un modelo que luego copiaron. ?La Dolce Vita? No existi¨® nunca. Tambi¨¦n es una invenci¨®n suya y de su publicista. Pero la gente ven¨ªa de todas partes para vivir ese fen¨®meno en la Via Veneto y, al final, ellos eran el paisaje¡±, se?ala mostrando una foto de tres jeques sentados en la serpenteante avenida romana.
Un buen d¨ªa, con 46 a?os y tras 16 de carrera, realiz¨® su ¨²ltimo disparo
La ¡°fotograf¨ªa laica¡± de la generaci¨®n de Di Paolo transit¨® a trav¨¦s del rastro de las huellas de Henri Cartier-Bresson tratando de ir algo m¨¢s all¨¢. ¡°Ten¨ªamos esa presunci¨®n no confesada. Para ¨¦l el elemento humano era compositivo, no hab¨ªa interpretaci¨®n o profundizaci¨®n de un personaje. Las personas son instrumentos al servicio de la composici¨®n. Recuerdo que estuvo en Scanno (Abbruzzo) haciendo un reportaje¡ son fotos espl¨¦ndidas, pero ve a esas mujeres vestidas de negro una al lado del otro como si las hubiera puesto ¨¦l. No es una cr¨ªtica, ¨¦l es insuperable. Pero su l¨ªmite era ese¡±, explica mientras ilustra su teor¨ªa con algunos ejemplos de su exposici¨®n.
Italia temblaba ya con las primeras explosiones del boom econ¨®mico que la transform¨®. Pero Di Paolo muestra tambi¨¦n una sociedad que sal¨ªa fatigosamente de la pobreza y del analfabetismo. Un inestable equilibrio entre las desigualdades y el impulso renovador de unos a?os fundamentales para entender un pa¨ªs que enterraba su pasado, literalmente ilustrada en la foto del funeral del secretario general del PCI, Palmiro Togliatti. O en la inauguraci¨®n de la Autopista del Sol, eje vertebrador de una nueva Italia que ahondar¨ªa en las heridas entre norte y sur. Ese d¨ªa, en lugar de fotografiar al obispo y el alcalde cortando la cinta, Di Paolo se fue a lo alto de una colina y retrat¨® de espaldas a una familia que viv¨ªa en una chabola observando c¨®mo el primer autom¨®vil acuchillaba el paisaje de olivos y campos que el pa¨ªs se dispon¨ªa a dejar atr¨¢s.
Su casa guardaba 250.000 negativos de entre 1954 y 1968 nunca publicados
Una Italia alejada del relato pomposo y artificial de la Via Veneto que despreciaba. ¡°Explotaba la creatividad en todos los campos. Y yo me sent¨ª un afortunado art¨ªfice de esa generaci¨®n. Pudimos atravesar ese periodo siendo j¨®venes, fue un despertar, un segundo Renacimiento para Italia. Sent¨ªamos dentro algo extraordinario. No ten¨ªamos dinero, era dif¨ªcil trabajar. Pero ten¨ªamos una felicidad extraordinaria por poder desarrollar el sentido de libertad y creatividad. Eso nos ayud¨® a algunos colegas a aventurarnos en la fotograf¨ªa sin saber nada de fotograf¨ªa. Esa fue la Dolce Vita para m¨ª¡±. Pero fue breve.
El 8 de marzo de 1966, el d¨ªa que cerr¨® Il Tempo, Di Paolo mand¨® un telegrama a su hist¨®rico director, Mario Pannunzio. ¡°Para m¨ª y para otros amigos muere hoy la ambici¨®n de ser fot¨®grafo¡±. No era una manera de hablar, en aquel instante, justo cuando m¨¢s brillaba, liquid¨® su carrera. ¡°?Qui¨¦n me iba a publicar? La televisi¨®n hab¨ªa quemado la posibilidad de hacer reportajes largos y elaborados. Un d¨ªa me vino a ver un director de peri¨®dico y me dijo: ¡®Cualquier cosa que tenga algo de picante, tr¨¢emela: tienes las puertas abiertas¡¯. Sal¨ª de su despacho y esas puertas se me cerraron a la espalda. El mundo del scoop y los esc¨¢ndalos no eran el m¨ªo. Habr¨ªa empezado el declive y hoy seguramente no existir¨ªa esta muestra¡±. Y algunos podr¨ªan seguir so?ando con la Dolce Vita.
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