Supuestas zonas prohibidas
Wendy Guerra parte de un interesante material sobre la contrarrevoluci¨®n cubana para escribir una novela en la que se echa en falta la imaginaci¨®n e inventiva de la autora
La cubana Wendy Guerra se vale del testimonio de un secreto protagonista de la contrarrevoluci¨®n cubana, renombrado como Adri¨¢n Falc¨®n, para dar fuste a lo m¨¢s interesante de El mercenario que coleccionaba obras de arte, una novela nada maniquea acerca de las paradojas de las fuerzas latinoamericanas que entraron en conflicto durante la Guerra Fr¨ªa. A trav¨¦s del ¡°diario de campa?a¡± de este terrorista de mil nombres y varias personalidades (aunque es m¨¢s bien un fragmentado ejercicio de memoria retrospectiva, y no un diario) conocemos el primer exilio isle?o en Miami, la poco conocida experiencia cubana en la guerra de Angola, la financiaci¨®n de la resistencia a Castro con el dinero de los c¨¢rteles de la droga colombianos y mexicanos, y las complejidades del apoyo del Gobierno de Reagan a la Contra nicarag¨¹ense con la venta de armas a su archienemigo Ir¨¢n. La historia de Falc¨®n es lo mejor de una novela que encuentra su primer conflicto en la contrafigura de este h¨¦roe at¨ªpico: Valentina, una cubana a punto de cumplir los 40 a?os, hija de diplom¨¢ticos afectos a Castro, viaja a Par¨ªs para vender los cuadros de un artista cubano revalorizado. El coleccionista interesado en la compra ser¨¢ Falc¨®n, convertido en un atractivo bon vivant de m¨¢s de 60 a?os¡
As¨ª, el ¡°diario de campa?a¡± y el encuentro en Par¨ªs de Valentina y Falc¨®n se alternan en un contrapunto de cap¨ªtulos breves que no consigue sumar una nueva materia. Porque El mercenario que coleccionaba obras de arte s¨®lo lateralmente muestra una historia de Cuba en varios tiempos y ¨¢ngulos contradictorios (e incluso de buena parte de Centroam¨¦rica). Antes bien, la novela se decanta por el arquetipo de Pretty Woman: hombre maduro, rico y poderoso comienza relaci¨®n t¨®rrida con joven ¡°loquita¡± (cito). La lucha de poder se traslada al campo er¨®tico, levemente sado (ella, entrenada para ¡°amarrar hombres¡±, cae ¡°en la trampa de sus encantos¡±; ¨¦l, que ¡°puede leer el alma de una criatura a trav¨¦s de su sexo¡±, ¡°intenta doblegarla¡± y ¡°violar supuestas zonas prohibidas¡±), con el decorado de un Par¨ªs de anuncio de perfume. ¡°Sol¨ªamos refugiarnos¡±, escribe Valentina, ¡°en las tiendas y restaurantes m¨¢s caros¡±. ¡°Tuve ganas¡±, a?ade el coleccionista en la apoteosis del nuevorriquismo cultural, ¡°de cog¨¦rmela de pie, all¨ª, frente a mis obras¡±. Sexo, pa?uelos de Herm¨¨s y el misterioso encanto del terrorismo reciclado en lujo. La frivolidad que en otras ocasiones Wendy Guerra ha vuelto subversiva, ahora se lee como un inventario repetitivo de ¡°supuestas zonas prohibidas¡±.
No obstante, el mayor reproche que puede hac¨¦rsele a El mercenario que coleccionaba obras de arte es el descuido de la escritura, en especial en el desaprovechado testimonio de Adri¨¢n Falc¨®n, protagonista de cap¨ªtulos apasionantes de la pol¨ªtica internacional del ¨²ltimo medio siglo. Guerra informa con apremio, pero no recrea escenas suficientemente n¨ªtidas. Un ejemplo. Falc¨®n, tras varios a?os en la c¨¢rcel, se reencuentra con sus compa?eros de lucha. ¡°El encuentro fue inolvidable, abrazos, chistes, remembranzas, y hasta alguna que otra l¨¢grima de risa¡±, escribe, y uno echa en falta la imaginaci¨®n e inventiva verbal de otras obras de la autora. En cierto sentido, Guerra ha estado a punto de dar un salto adelante, por la ambici¨®n y por lo afortunado del material de partida. Y si no lo ha conseguido, uno culpar¨ªa en primer lugar a este estilo precipitado
El mercenario que coleccionaba obras de arte. Wendy Guerra. Alfaguara, 2019. 384 p¨¢ginas. 18,90 euros.
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