Amigos, romanos, legionarios
A la hora de elegir personajes favoritos de la Roma cl¨¢sica, son una buena opci¨®n Cato y Macro, los protagonistas de las novelas hist¨®ricas de Simon Scarrow
Uno de los atractivos de la reciente exposici¨®n sobre Kubrick en el Centro de Cultura Contempor¨¢nea de Barcelona (CCCB) fue poder contemplar la armadura que usaba Laurence Olivier en Espartaco en su papel de Marco Licinio Craso. Como no me la pod¨ªa probar, di en pensar cu¨¢les son mis romanos favoritos, de verdad y en la ficci¨®n. Desde luego no es uno de ellos el triunviro Craso, y menos el Craso de Olivier, con ese rictus cruel en la boca y su indecisi¨®n entre los caracoles y las ostras. El Claudio de Robert Graves (y especialmente el de Dereck Jacobi) y el Adriano de la Yourcenar nos gustaron a muchos durante una ¨¦poca. Como grandes generales est¨¢n C¨¦sar, claro (siempre me viene a la cabeza con los rasgos de Cameron Mitchell en aquel terrible p¨¦plum de los a?os sesenta sobre el conquistador de la Galia), el Escipi¨®n de Posteguillo, o Claudio Marcelo, ¡°la espada de Roma¡±, que se pirraba por el combate individual ¨Cmat¨® por su propia mano a Viridomarus, rey de los galos-. Y tengo una debilidad por esas cumbres del autosacrificio que son Mucio Sc¨¦vola, Publio Decio Mus o el legendario Curcio, que cuando se abri¨® un tenebroso agujero en el Foro y un or¨¢culo dictamin¨® que solo se cerrar¨ªa si los romanos lanzaban all¨ª lo m¨¢s preciado que tuvieran, ni corto ni perezoso (?ni modesto!) se arroj¨® ¨¦l, qu¨¦ t¨ªo Qu¨¦ decir de Horacio, Catulo, Ovidio...
Por supuesto, en mi coraz¨®n hay un espacio para Alix, Mesala, Falco, Olac, Marco Flavio Aquila, el Marco Antonio de Brando, M¨¢ximo D¨¦cimo Meridio ¨Ccomandante de los ej¨¦rcitos del norte, etc¨¦tera- y para el romano que m¨¢s nos ha hecho re¨ªr, el Poncio Pilato gangoso de Michael Palin. Y en cuanto a las mujeres, las grandes competidoras con la loba: Julia, Mesalina y Agripina (qu¨¦ tremenda la nueva de Emma Southon). Y la amada hermana de Cal¨ªgula, Drusila (especialmente si la encarna Teresa Ann Savoy).
Pero si tengo que elegir solo dos romanos me quedo con Quinto Licinio Cato y Lucio Cornelio Macro, los c¨¦lebres soldados protagonistas de la serie de novelas hist¨®ricas de Simon Scarrow ?guilas del Imperio, de la que se han publicado ya en Espa?a, por Edhasa, la friolera de 16 t¨ªtulos (en el original ingl¨¦s son 17 y el 18 est¨¢ al caer). Con Cato (1,84 m, 87,5 kilos) y Macro (1,62 m., 98,5 kilos de puro m¨²sculo, seg¨²n sus perfiles creados para un juego de ordenador) sus lectores hemos ido creciendo. Es verdad que ellos han prosperado m¨¢s que, por ejemplo, yo, que permanezco en el mismo cargo mientras que Cato ha pasado de legionario a prefecto (un carrer¨®n) y Macro se ha convertido en el centuri¨®n primipilus m¨¢s reconocido del imperio. Tambi¨¦n es verdad que han sufrido m¨¢s sinsabores y heridas: Cato luce un costur¨®n de a¨²pa en la cara y otro en pecho, regalo de los druidas, y Macro ya ni cuenta las heridas.
Juntos han capturado a Caractaco, el c¨¦lebre rebelde britano, y peleado de lo lindo, a brazo partido y golpe de gladius, contra enemigos de Roma desde el fr¨ªo norte a las arenas de Palmira pasando por la flota. En el pen¨²ltimo libro (el XV, Invictus) los hemos visto vivir por fin una aventura en Hispania, pasando, demasiado r¨¢pido, ay, por Barcino y Tarraco, y en el ¨²ltimo (XVI, Los d¨ªas del C¨¦sar) vivir un agitado cambio de emperador (Claudio por Ner¨®n) desde las entra?as de ese avispero que era la Guardia Pretoriana. Tras todos estos a?os, casi veinte para nosotros desde el deb¨² en El ¨¢guila del Imperio (2000), Cato y Macro (para ellos han pasado solo 12, del a?o 42 al 54) se me han vuelto como de la familia. Con sus problemas dom¨¦sticos, sus amores y desamores: Cato ha tenido un hijo, lo han traicionado, ha enviudado; Macro, despu¨¦s de mantener un t¨®rrido asunto con ?Boadicea!, por fin parece tener una pareja estable y piensa en sentar la cabeza. Mientras, a Scarrow (1962) le he visto madurar como autor, triunfar, divorciarse, volver a enamorarse y casarse, e incluso pasear por Barcelona con media cohorte de legionarios que le puso su editor Daniel Fern¨¢ndez (el ¨²nico que tiene en su despacho un escudo romano) para labores de promoci¨®n por Sant Jordi.
Scarrow ha tocado muchos otros palos narrativos, incluso una estupenda novela de intriga arqueol¨®gica ambientada en la Grecia de la ocupaci¨®n nazi, Corazones de piedra, y otra policiaca, Jugando con la muerte. Tambi¨¦n tiene una serie de gladiadores que se imbrica con la de legionarios y es una precuela o spin-off de esta, Arena, con Macro antes de conocer a Cato (que aparece en un peque?o cameo). Pero la serie troncal de los dos camaradas sigue ah¨ª y no parece que de momento se plantee cerrarla. ¡°Me gusta escribir de ellos, me hace feliz¡±, me dijo la ¨²ltima vez que nos vimos. Ha explicado alguna vez que juega con la idea de que Cato y Macro combatan en diferentes bandos en el a?o de los cuatro emperadores (el 69) y que uno mate al otro, pero los lectores pusieron el grito en el cielo y Scarrow sugiri¨® que en cambio quiz¨¢ se retirar¨¢n juntos y montar¨¢n una tienda de vinos en Pompeya, ciudad de la que Macro en alguna novela ha comentado que es un lugar en el que nunca pasa nada.
Lo que s¨ª parece estar cerca es que las novelas se conviertan en serie de televisi¨®n. El escritor cree que se podr¨ªa hacer algo al estilo Band of Brothers, Hermanos de sangre pero ambientado en el ej¨¦rcito romano. Sus contactos con el mundo del cine (incluido Will Smith, que le propuso convertir a su personaje juvenil Marco, el hijo secreto de Espartaco, en un gladiador negro interpretado por el propio hijo del actor, Jaden) lo han curado de espantos y lo han vuelto muy pragm¨¢tico. Series como Roma y Spartacus han probado que la historia del mundo romano puede funcionar en televisi¨®n. ¡°No hab¨ªa una buena serie desde Yo, Claudio, pero esas dos no est¨¢n mal, aunque hay mucha sangre y sexo, los dos protagonistas de Roma se parecen sospechosamente a los m¨ªos y los de Spartacus tienen un look a lo Frank Miller¡±. Las aventuras de Cato y Macro no tienen mucho sexo, la verdad. ¡°Pues si hace falta, ?lo pondr¨¦!¡±, asegura Scarrow.
En fin, siempre es un alivio saber que nuestros dos amigos romanos tienen cuerda, y aventuras, para rato. De momento, la XVII, The blood of Rome, en Partia.
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