?Qui¨¦n teme a Henrik Ibsen?
La puesta en escena de 'La vuelta de Nora' dirigida por Andr¨¦s Lima est¨¢ muy por encima del texto
En ?Qu¨¦ hizo Nora cuando se march¨®? (1994), comedia-puzle confeccionada con grandes personajes esc¨¦nicos femeninos, Jos¨¦ Ram¨®n Fern¨¢ndez, Juan Antonio Hormig¨®n, Ricardo Dom¨¦nech y Carlos Rodr¨ªguez reflexionaron sobre la historia y el estado actual de la emancipaci¨®n de la mujer. Antes de que Fern¨¢ndez y compa?¨ªa formularan su pregunta, Elfriede Jelinek le hab¨ªa dado ya una respuesta tentativa: en Lo que pas¨® cuando Nora dej¨® a su marido (1979), obligada a ganarse el sustento como mano de obra barata tras dar el portazo m¨¢s c¨¦lebre de la historia de la literatura, la protagonista de Casa de mu?ecas descubre que el yugo laboral puede ser peor que el conyugal. Bajo el capitalismo no hay emancipaci¨®n posible, viene a decir la autora de este drama.
En Argentina, Ruben Szuchmacher puso en pie en 2003 la obra de la Nobel austr¨ªaca (con Pablo Messiez dentro del ampl¨ªsimo reparto). En Espa?a, sigue sin representarse en castellano, que yo sepa. En cambio, se ha estrenado sin dilaci¨®n La vuelta de Nora, del estadounidense Lucas Hnath, por el esp¨ªritu de emulaci¨®n que aqu¨ª despierta cuanto acontece en Broadway y alrededores y porque tiene un reparto corto, de los que prevalecen hoy por razones comerciales.
Andr¨¦s Lima se ha despegado por completo de la producci¨®n original, m¨¢s convencional, humor¨ªstica y agradadora de un p¨²blico amplio. En la que ¨¦l dirige, la escenograf¨ªa de Beatriz San Juan, corp¨®rea, expresionista, con perspectiva en punto de fuga pero claustrof¨®bica, tiene un techo bajo tan desasosegador como el que amenaza con aplastar al protagonista de El pozo y el p¨¦ndulo, relato de Edgar Alan Poe, o el que cae sobre los c¨®micos de T¨®rtolas, crep¨²sculo y tel¨®n, comedia de Francisco Nieva. Tambi¨¦n son de factura alemana la luz fr¨ªa, de Valent¨ªn ?lvarez y la contenci¨®n con la que se expresan los int¨¦rpretes.
La puesta en escena est¨¢ muy por encima de un texto en el que, para hacer avanzar la trama, el autor desliza premisas, hechos y suposiciones interesantes pero poco congruentes. El p¨²blico debe hacer un ejercicio de credulidad para dar por v¨¢lidas las afirmaciones de algunos personajes, que sus antagonistas aceptan a la primera. Esta Nora, que en quince largos a?os no se molesta en comprobar si su marido ha pedido el divorcio pactado por ambos, no es la mujer que en la obra de Ibsen se ocupa de sacar a flote las finanzas familiares a espaldas de su esposo, con discreci¨®n encomiable. Hnath usa el personaje como pretexto para entretejer una ficci¨®n entretenida, que da lugar a algunas reflexiones sobre el da?o producido por la desigualdad jur¨ªdica entre hombre y mujer (a¨²n vigente en tantos pa¨ªses), sobre como el ejemplo de los padres no tiene por qu¨¦ cundir en los hijos y sobre la desigualdad de clase, que tan escasa atenci¨®n merece hoy, a pesar de su centralidad.
Enfriada, germanizada por Andr¨¦s Lima y por su equipo, la funci¨®n adquiere gravedad y empaque. Mudos y est¨¢ticos, frente a frente, Torvald, Nora y la casa donde se reencuentran parecen la versi¨®n tridimensional de un lienzo de Edward Hopper. Auqnue el director lo punt¨²e todo con trazos simbolistas y expresionistas, el texto tiene otra vocaci¨®n, entre el realismo angloamericano y el culebr¨®n caribe?o. Llegado el momento de los reproches, la cosa amenaza con acabar como ?Qui¨¦n teme a Virginia Woolf?
A Aitana S¨¢nchez-Gij¨®n le sienta bien la gu¨ªa de Lima: su Nora es en extremo elegante, recia y determinada, pero egoista. Tiene magnetismo natural. Roberto Enr¨ªquez encarna con sobriedad un papel al que resulta dif¨ªcil sacarle brillo, por la coherencia interna dudosa con la que est¨¢ escrito. El tono de la criada de Mar¨ªa Isabel D¨ªaz Lago desconcierta al principio pero luego adquiere matices, color y convencimiento. Espl¨¦ndida, la determinaci¨®n con la que Elena Rivera envuelve y oculta el sentir de la hija de Nora: no hay quien adivine su personaje, hasta que se expresa: entonces resulta transparente. El di¨¢logo con su madre es lo mejor escrito y resuelto esc¨¦nicamente de la funci¨®n.
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