La vieja Europa tiene miedo

Estamos tan desgraciadamente acostumbrados a las pel¨ªculas pol¨ªticas dogm¨¢ticas, unidireccionales y dispuestas a confirmar unos ideales sociales y morales preconcebidos, y no a la b¨²squeda de resquicios dentro de dichas certezas, que la presencia de una obra como Un atardecer en la Toscana puede ser vista como una singularidad cuando simplemente act¨²a como debe: sin respuestas, porque no las hay. Si acaso, con la forja de caminos para intentar encontrar soluciones.

Producci¨®n polaca ambientada en Italia, escrita y dirigida por Jacek Borcuch, hasta ahora in¨¦dito en los cines espa?oles, la pel¨ªcula est¨¢ protagonizada por una mujer apasionante y de enorme complejidad: una poeta jud¨ªa que acaba de ganar el premio Nobel y que, ante la m¨¢s cruel de las acciones, un atentado terrorista indiscriminado en la plaza del Campo de Fiori de Roma, decide ejercitar su poder como intelectual con un pol¨¦mico discurso sobre la inmigraci¨®n y la barbarie, que suma a la devoluci¨®n del m¨¢s importante galard¨®n de las letras. Un ser humano que nunca es de una pieza ni en lo pol¨ªtico ni en lo humano: en torno a la sesentena de edad, fue una madre dura y firme, al¨¦rgica al cari?o, y ahora es una abuela c¨®mplice y condescendiente que, por encima del bien y del mal respecto a las normas m¨¢s elementales, arroja verdades a la cara con arrogancia mientras se tambalea en un interior necesitado de un cuerpo joven para la caricia y la pasi¨®n, lejos del ¡°viejo con pantuflas¡± que tiene como marido.

En boca de su poeta de ficci¨®n, Borcuch establece una f¨¦rrea defensa de los valores de la vieja Europa, pero al mismo tiempo alerta sobre los errores frente la inmigraci¨®n, la resurrecci¨®n de los fascismos y los recelos con cualquier tipo de otredad. Y utilizando una f¨®rmula dram¨¢tica semejante a buena parte de las pel¨ªculas del iran¨ª Asghar Farhadi, la desaparici¨®n temporal de uno de sus nietos, coloca a todas sus criaturas y a la sociedad que las rodea frente al drama, frente al miedo y frente a sus propios prejuicios.

Cr¨ªtica con el individuo y con la masa, con las altas esferas de la intelectualidad y con la baja estofa de la pol¨ªtica local, Un atardecer en la Toscana ofrece reflexi¨®n desde la ambig¨¹edad moral y evita los veredictos desde un simb¨®lico y abierto final, alrededor del cual debe intentar colocarse cada espectador. Eso s¨ª, solo el que est¨¦ dispuesto a valorar una vez m¨¢s las posibles manchas de sus (in)flexibles ideales.