Con Jos¨¦ Tom¨¢s se hizo presente el toreo
Cort¨® seis orejas y un rabo y sali¨® a hombros entre el delirio triunfalista de una plaza entregada
CUATRO GANADER?AS / GAL?N, TOM?S
Dos toros despuntados para rejoneo de Ben¨ªtez Cubero, ¡ªprimero y cuarto¡ª, bien presentados y encastados, y cuatro (todos muy justos de presencia) de N¨²?ez del Cuvillo ¡ªsegundo y sexto¡ª, encastado el primero y muy noble el otro; El Pilar ¡ªquinto¡ª, soso y parado, y Garcigrande¡ªtercero¡ª, nobil¨ªsimo.
Sergio Gal¨¢n: rej¨®n contrario (ovaci¨®n); cinco pinchazos y rejonazo (ovaci¨®n).
Jos¨¦ Tom¨¢s: estocada atravesada (dos orejas); bajonazo (dos orejas); estocada trasera, tendida y baja y un descabello (ovaci¨®n); estocada (dos orejas y rabo).
Plaza de Granada. 22 de junio. Tercera y ¨²ltima corrida de feria. Lleno de "no hay billetes".
Quede claro, en primer lugar, que esta corrida es un montaje dise?ado al mil¨ªmetro por Jos¨¦ Tom¨¢s para hacerse con la facturaci¨®n de la taquilla de una plaza con un aforo que supera las 14.500 localidades.
Bendita sea su alma si a estas alturas de su vida torera es capaz de concitar la atenci¨®n de miles de aficionados y garantizar el ¨¦xito de una feria; pero anunciarse una vez al a?o para hacer caja, en plaza de segunda, sin exigencia alguna, sin compa?eros con los que competir, y con cuatro toros bajo el brazo, elegidos con mimo entre lo m¨¢s granado del campo, es un contrasentido que no dice nada bueno de su supuesta categor¨ªa como figura.
Quede claro que esta corrida es una muy grave falta de respeto a la profesi¨®n y a quienes de verdad se juegan la vida cada tarde. Aunque su presencia tenga un gran impacto econ¨®mico y cuente con el benepl¨¢cito de todos los medios de comunicaci¨®n, el festejo no es m¨¢s que un bolo para sacar los cuartos a bolsillos adinerados. Utilizar una leyenda basada en la pureza y el hero¨ªsmo para objetivo tan espurio es una actitud ¨¦ticamente inadmisible y reprobable. Y se acab¨®¡ Hecho el justo pre¨¢mbulo, se debe reconocer que con Jos¨¦ Tom¨¢s reapareci¨® la pureza, la personalidad, el pundonor, el arrojo, la belleza, la emoci¨®n, el delirio, el triunfalismo¡
Ver a este torero es otra historia. Es la constataci¨®n de que el toreo puede y debe ser un c¨²mulo de sensaciones indescriptibles, en las que el misterio se confunde con el sue?o para desembocar en un sentimiento cercano a la felicidad.
Jos¨¦ Tom¨¢s fue recibido con una atronadora ovaci¨®n de un p¨²blico entregado y delirante. Y respondi¨® con las maneras torer¨ªsimas que lo han convertido en un torero de leyenda. Dos ver¨®nicas de categor¨ªa, una chicuelina ce?ida y una media de categor¨ªa fue su carta de presentaci¨®n ante el toro de N¨²?ez del Cuvillo, justo de trap¨ªo y desbordante de nobleza y movilidad. Inici¨® su labor de muleta con seis estatuarios con las zapatillas enterradas en la arena, que cerr¨® con un remate que lleg¨® a los tendidos como un emocionante crujido. Naturales hermosos, bellos derechazos, bien colocado el torero, humillado el toro, y vibrante el toreo que brotaba en esa primera secuencia de la peculiar encerrona.
Un abanico de bell¨ªsimas ver¨®nicas a c¨¢mara lenta preludi¨® la lidia del segundo, hecho a la medida de Tom¨¢s, corto de presencia y templado de nacimiento. Puso en apuros a Sergio Aguilar en banderillas, y en la muleta colabor¨® con Tom¨¢s en una enjundiosa labor basada en la naturalidad y el regocijo. Dos naturales celestiales, verdaderos circulares ambos, llevaron el clamor a los tendidos, de modo que el bajonazo final no fue impedimento para que paseara las dos orejas.
Antes de continuar, un apunte sobre los toros elegidos: matr¨ªcula de honor para los veedores de Jos¨¦ Tom¨¢s. Qu¨¦ vista, qu¨¦ tino para elegir toretes a medida, con la presencia justa y abundante nobleza en las entra?as. Novillos m¨¢s que toros, pero de calidad suprema para el deleite del maestro y su legi¨®n de seguidores.
No se mantuvo el entusiasmo en el quinto, muy parado, ante el que solo sobresalieron un quite por chicuelinas y un gran par de Miguel Mart¨ªn.
Capoteo grande por delantales para recibir al sexto, y la plaza puesta en pie en los remates a una mano, en los que pierde el enga?o. Capote a la espalda en el quite y un desplante torer¨ªsimo. Brind¨® al p¨²blico este ¨²ltimo, y unos naturales supieron a trazos de toreo aut¨¦ntico, corroborados por cuatro estatuarios que fueron un monumento al toreo. Dos orejas y rabo, gritos de ¡°torero, torero¡±, salida a hombros, euforia sin precedentes y pasi¨®n desatada.
Descorazonador el papel del rejoneador Sergio Gal¨¢n, aut¨¦ntico convidado de piedra, que interesaba poco y a quien solo se le ped¨ªa celeridad en sus movimientos para aminorar la espera. Su primera actuaci¨®n ante un manso encastado transcurri¨® entre el silencio general. Su estilo cl¨¢sico, sobrio y certero pas¨® desapercibido, y la opaca ovaci¨®n que recibi¨® son¨® a agradecimiento por su brevedad.
M¨¢s caso le hicieron ante el cuarto ¡ªefectos de la merienda, no lo olviden¡ª, y Gal¨¢n se luci¨® de verdad ante otro toro con movilidad y casta. Destac¨®, sobre todo, en un par a dos manos, y err¨® en la suerte final.
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