Cuando Lope de Vega era un fen¨®meno de masas en Holanda
M¨¢s de 350 a?os despu¨¦s de la independencia de los Pa¨ªses Bajos de Espa?a, las influencias entre ambos pa¨ªses siguen presentes en aspectos tan cotidianos como la gastronom¨ªa, el habla o el culto
Durante los siglos XVI y XVII, los destinos de Espa?a y las denominadas Provincias Unidas (hoy, los Pa¨ªses Bajos) fueron de la mano. La Guerra de los Ochenta A?os (de 1568 a 1648) y su trasfondo religioso, comercial y de dominaci¨®n y la polarizaci¨®n hist¨®rica de ambos pa¨ªses en las figuras de sus m¨¢ximos representantes ¡ªGuillermo de Orange para los neerlandeses, el Duque de Alba para los espa?oles¡ª han enturbiado d¨¦cadas de relaciones e influencias que, a¨²n hoy, tienen su reflejo en el d¨ªa a d¨ªa de unos y otros.
Lope de Vega, el gran fen¨®meno en Holanda
As¨ª es: el gran dramaturgo madrile?o causaba furor en la escena holandesa durante el Siglo de Oro. En 1617, durante la Guerra de los Ochenta A?os o Guerras de Flandes (1568-1648) que enfrent¨® a las Diecisiete Provincias de los Pa¨ªses Bajos contra su soberano, Felipe II, ya se traduc¨ªan y adaptaban piezas espa?olas sin especificar su origen. ¡°En 1655, la mitad de las obras representadas en el Teatro Municipal de ?msterdam eran de autores de Espa?a, y Lope ten¨ªa un ¨¦xito tremendo. Lo sabemos porque se conservan los libros de cuentas del teatro y puede verse cu¨¢ntas funciones hubo y su recaudaci¨®n¡±, explica Yolanda Rodr¨ªguez P¨¦rez, profesora del Departamento de Estudios Europeos de la Universidad de ?msterdam. ¡°El teatro era la gran diversi¨®n de la ¨¦poca, y faltaban textos propios para cubrir la demanda del p¨²blico. Las traducciones del espa?ol se hac¨ªan con ayuda de la comunidad jud¨ªa sefardita aqu¨ª asentada, y la acci¨®n y trama de las piezas de Lope resultaban irresistibles¡±. Especialista en la relaci¨®n entre literatura e ideolog¨ªa, Rodr¨ªguez a?ade que el tir¨®n del dramaturgo espa?ol lleg¨® a entorpecer por momentos el ¨¦xito de Joost van den Vondel, dramaturgo y poeta neerland¨¦s y la firma m¨¢s c¨¦lebre del Siglo de Oro nacional. ¡°Hasta su bi¨®grafo lamentaba que en esos momentos no se pod¨ªa competir con las comedias espa?olas¡±.
Seg¨²n esta experta, la influencia espa?ola en la cultura y literatura neerlandesas est¨¢ siendo cada vez m¨¢s objeto de estudio en el mundo acad¨¦mico, ¡°aunque cuesta darle la vuelta a las percepciones nacionales. La visi¨®n de la Guerra de los Ochenta A?os como una guerra civil no cuadra con el mito fundacional de la naci¨®n, y del propio Siglo de Oro, basado en proezas militares y en el comercio, pero tambi¨¦n en la cultura propia. Decir que el ¨¦xito de las obras teatrales del enemigo era abrumador todav¨ªa cuesta asimilarlo¡±. Cervantes presenta tambi¨¦n su (curioso) momento de gloria. El coloquio de los perros, una de sus Novelas ejemplares, que escenifica la conversaci¨®n entre dos canes, Cipi¨®n y Berganza, tiene una continuaci¨®n neerlandesa en 1658 debida al propio traductor de otras novelas de Cervantes. ¡°Una d¨¦cada despu¨¦s del fin de la contienda, Cipi¨®n es convertido en el perro del Duque de Alba, gobernador de los Pa¨ªses Bajos entre 1567 y 1573. El perro viaja a Espa?a y, en realidad, hace de esp¨ªa. Cipi¨®n es testigo ocular de las acciones violentas y la novela fomenta la propaganda de la leyenda negra. En este caso, se mezcla el inter¨¦s por la cultura espa?ola y la formaci¨®n de la propia memoria colectiva holandesa, porque el Duque es el malo¡±, explica Rodr¨ªguez P¨¦rez.
T¨¦rminos n¨¢uticos neerlandeses
En neerland¨¦s, la palabra april (abril) rima con bril (gafas). De aqu¨ª deriva un juego de palabras equivalente al Aprils Fool anglosaj¨®n (el D¨ªa de los Inocentes para ellos) y que se hace a costa del Duque de Alba. En este caso, la frase que acompa?a a la inocentada en versi¨®n holandesa es la siguiente: ¡°Op 1 april verloor Alva zijn bril¡± (¡°El 1 de abril Alba perdi¨® sus gafas¡±). En espa?ol suena absurdo y adem¨¢s no rima, ¡°pero evoca la toma de la ciudad de Brielle [al oeste del pa¨ªs] el 1 de abril de 1572. Se fuerza la rima con la palabra bril, porque Brielle, o Den Briel, que tambi¨¦n se llama as¨ª, se pronuncia bril¡±, explica Raymond Fagel, profesor de Historia de la Universidad de Leiden. ¡°Los mendigos del mar saqueaban barcos y penetraban a veces en tierra firme. A Guillermo de Orange le iba muy bien contar con ellos en su pugna contra Felipe II, y ese d¨ªa aprovecharon que apenas hab¨ªa tropas espa?olas en Brielle, porque en invierno no se batallaba en el mar y las condiciones climatol¨®gicas a¨²n no eran buenas. Tomaron el puerto, y el dicho juega con la broma pesada de que el duque perdiera una plaza estrat¨¦gica, y la combinaci¨®n de sonidos Brielle-bril¡±.
Fagel a?ade que hay muchos t¨¦rminos n¨¢uticos neerlandeses heredados por la lengua espa?ola, como babor, que viene de bakboord (bak, trasero y boord, borda). Es el lado izquierdo de una embarcaci¨®n mirando de popa a proa, seg¨²n el diccionario de la Real Academia. O bien la palabra dukdalf, que remite, posiblemente, al Duque de Alba. ¡°Es una figura inevitable de nuestra historia compartida de la ¨¦poca, y en este caso, el vocablo evoca un poste plantado en el agua para amarrar un barco con un cabo. Dukdalf suena parecido a Duque de Alba, y la idea era echar una soga al cuello del duque¡±, sigue el historiador, que recuerda a su vez que Holanda pescaba ballenas en el siglo XVII porque lo aprendi¨® de los balleneros vascos.
La olla que se hizo plato nacional
Cuenta la tradici¨®n hist¨®rico-gastron¨®mica holandesa que la receta del hutspot, uno de sus platos emblem¨¢ticos, se debe a las tropas espa?olas que sitiaron la ciudad de Leiden en 1574. El guiso original es una especie de olla podrida con zanahorias, cebolla, carne de cordero y pastinaca, y se qued¨® a medias la noche del 2 al 3 de octubre, cuando los denominados mendigos del mar (watergeuzen, en neerland¨¦s), piratas al servicio de Guillermo de Orange, rompieron los diques e inundaron la localidad. Sin colinas ni zonas altas donde guarecerse, los soldados se retiraron dejando el improvisado rancho en un caldero que todav¨ªa se conserva. Lo exhibe, pulido y reluciente, el museo De Lakenhal, en Leiden, que cuenta c¨®mo se encontr¨®. ¡°Seg¨²n la tradici¨®n, Gijsbert Cornelisz Schaeck fue el primero en comprobar que los espa?oles ya no estaban y se llev¨® la olla. Con el tiempo, su nombre cay¨® en el olvido en favor de otra figura m¨¢s heroica: el ni?o hu¨¦rfano Cornelis Joppensz, que encontr¨® la artesa en circunstancias similares¡±. En cualquier caso, el hutspot, comida obligada en Leiden en la fiesta del 3 de octubre, y guisado ahora con carne de ternera, es una cita culinaria en los hogares, como la paella para los espa?oles. Los supermercados venden durante meses la cebolla y la zanahoria finamente cortada y las patatas han sustituido a la pastinaca. El secreto de su sabor es la denominada winterwortel (zanahorias de invierno), que son muy grandes y resistentes.
Santos holandeses en El Escorial
Otras influencias son m¨¢s notables en Espa?a. Por ejemplo, en el monasterio de San Lorenzo de El Escorial se guarda la denominada Sagrada Forma de Gorkum (por la ciudad de Gorinchem, al oeste del pa¨ªs). ¡°En Holanda se menciona a los m¨¢rtires de Gorkum, un grupo de religiosos cat¨®licos muertos en 1572 por los mercenarios de Guillermo de Orange, en el momento de la iconoclasia y la pelea entre cat¨®licos y protestantes¡±, explica el historiador Raymond Fagel. Eran 19 varones y se les conmin¨® a apostatar de su fe bajo tortura. Dos cedieron y el resto fueron ejecutados. ¡°Aqu¨ª es un episodio hist¨®rico m¨¢s, mientras que en El Escorial se tiene muy presente Gorkum. El monasterio guarda la reliquia de la Forma que, seg¨²n la tradici¨®n, fue profanada por protestantes armados en una iglesia de la localidad durante esas guerras de religi¨®n¡±. Conservada en la sacrist¨ªa, se cuenta que un soldado la pisote¨® y brot¨® sangre de la huella dejada por los tres clavos de su bota. Recuperada por Felipe II como prueba de un milagro, se expone al culto el ¨²ltimo domingo de septiembre, seg¨²n Patrimonio Nacional. ¡°Por cierto, que las firmes creencias religiosas del rey espa?ol son m¨¢s complejas de lo que pueda parecer. No le gustaba nada El Greco, pero estaba encantado con El jard¨ªn de las delicias, del pintor flamenco El Bosco. Un cuadro con muchas lecturas¡±, dice Raymond Fagel.
Babelia
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