El diablo probablemente
El director noruego Erik Poppe reconstruye aquella matanza: al asesino solo le vemos fugazmente en la lejan¨ªa. Solo o¨ªmos sus disparos, que suenan como petardos
Le¨ª hace mucho tiempo con embeleso y tensi¨®n un relato de Richard Connell titulado El juego m¨¢s peligroso. Narraba la caza que montaba un arist¨®crata perverso, due?o de una isla caribe?a llena de dificultades para huir de ella, contra un cazador que ha naufragado all¨ª. Es un juego mortal y el acosador puede presumir en su curr¨ªculo de muchas presas. Ha cambiado los animales por los humanos. Y quiere que estos est¨¦n dotados en la lucha por la supervivencia, que le presenten retos. Lo hace por diversi¨®n, por sadismo, para demostrar su incomparable arte para las cacer¨ªas humanas. Y record¨¦ que este argumento me sonaba. Hab¨ªa visto en mi ni?ez la pel¨ªcula Huida hacia el sol, protagonizada por Richard Widmark en el papel de la presa. Y tambi¨¦n recordaba en blanco y negro El malvado Zaroff.
UTOYA. 22 DE JULIO
Direcci¨®n: Erik Poppe.
Int¨¦rpretes: Andrea Berntzen, Aleksander Holmen, Brede Fristad.
G¨¦nero: drama. Noruega, 2018.
Duraci¨®n: 93 minutos.
Pod¨ªas disfrutar mucho de aquellas persecuciones a muerte. Sab¨ªas que era ficci¨®n y que al final ganar¨ªa el bueno. Pero lo que narra Utoya. 22 de julio no lo ha imaginado un guionista. Es pavorosamente real. Ocurri¨® el 22 de julio del 2011. En Noruega, los paisajes m¨¢s hermosos de Europa que he visto nunca, junto a los de Islandia, un pa¨ªs del que no se recuerda que hubiera ocurrido nada horrible hasta entonces. Un nazi armado en plan b¨¦lico, despu¨¦s de haber colocado con ¨¦xito varias bombas en un edificio gubernamental, fue a la isla de Utoya y se carg¨®, uno a uno, a m¨¢s de setenta adolescentes que compart¨ªan un campamento de verano en la isla. Cuando perpetr¨® la masacre y fue detenido por esa polic¨ªa que intolerablemente tard¨® demasiado en llegar al auxilio, el monstruo no se vol¨® los sesos. Declar¨® en el juicio que volver¨ªa a hacerlo y la raz¨®n que esgrimi¨® es que sus v¨ªctimas pertenec¨ªan a las juventudes del partido laborista.
El director noruego Erik Poppe reconstruye aquella matanza en un plano-secuencia que dura 72 minutos, el espacio de tiempo real desde que el Mal empieza su cacer¨ªa hasta que le capturan. Al asesino solo le vemos fugazmente en la lejan¨ªa. Solo o¨ªmos sus disparos, que suenan como si fueran petardos. El protagonismo lo ejerce el inicial estupor de los acorralados ante el infierno al que son sometidos, su pavor, su angustia, su sufrimiento, su febril necesidad de encontrar alg¨²n refugio ante la bestia, su desesperada petici¨®n de ayuda, el recuerdo de sus familiares en medio del horror, su agon¨ªa, sus carreras enloquecidas, sus dudas sobre si lanzarse a las heladas aguas para intentar escapar de la isla, su preocupaci¨®n por saber si sus hermanos o si sus amigos siguen vivos.
El director le ha puesto nombres ficticios a aquella gente tr¨¢gicamente real, pero se ha servido del testimonio de los supervivientes para reconstruir lo que ocurri¨® all¨ª. Y consigue transmitirte lo que sent¨ªan.
No creo que exista preparaci¨®n psicol¨®gica para los contendientes que van a entrar en batalla. Tampoco debe de servir lo de pillar antes un coloc¨®n para que te otorgue determinaci¨®n o falsa valent¨ªa. Spielberg retrata ese estado de ¨¢nimo en el magistral arranque de Salvar al soldado Ryan, con los soldados que van a desembarcar en las playas de Normand¨ªa que vomitan, se marean, sudan, est¨¢n comprensiblemente acojonados, saben el horror que les espera. Pero la estupefacci¨®n y el espanto deben de ser absolutos ante los atentados terroristas. No existe la prevenci¨®n, es el espanto atentando generalmente contra la poblaci¨®n civil. Imagino que ni la ayuda psicol¨®gica m¨¢s sabia y eficaz servir¨¢ para los que salvaron su vida en aquella isla noruega dejen de tener pesadillas con lo que all¨ª vieron, sintieron, padecieron. Pobrecitos. Y el asesino m¨²ltiple tan satisfecho de s¨ª mismo.
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