La peregrina misi¨®n de Manuel Rossi
Seguimos los hitos del Camino de Ucl¨¦s, recuperado por un jubilado de Rivas, pero el destino nos aleja del peregrinaje y acabamos en un hotel de cuatro estrellas
Hace diez a?os Manuel Rossi, alba?il y empresario de Rivas, peregrin¨® para pedir por su salud. Estaba enfermo del p¨¢ncreas, un ¨®rgano complicado. El destino era Caravaca de la Cruz (Murcia) ¡ªdonde hay una reliquia de la madera en la que crucificaron a Cristo¡ª pero por el camino, Rossi encontr¨® una misi¨®n que le salvar¨ªa la vida.
En Horcajo de Santiago (Cuenca) el cura Juli¨¢n le recrimin¨® no haber pasado por el cercano Monasterio de Ucl¨¦s, cabeza de la Orden de Santiago. ¡°Menudo repaso me dio, yo ni sab¨ªa que exist¨ªa¡±, dice Rossi, que dedic¨® el a?o siguiente a investigar el camino hist¨®rico que habr¨ªa unido Madrid con este monasterio y a dibujar una versi¨®n moderna que no fuese peligrosa por el tr¨¢fico rodado. Durante dos a?os m¨¢s se?aliz¨® los 144 kil¨®metros del trazado con enormes cruces de Santiago encofradas, 54 mojones de obra y 10.000 marcas de pintura. Cada a?o las repasa, espray y plantilla en mano, con su mujer, una santa. Llevan gastados m¨¢s de 6.000 euros.
Quiero que Rossi nos acompa?e de Rivas a Arganda, una etapa corta de mi particular camino que coincide durante kil¨®metros con el suyo ¡ªapenas dos horas, bordeando una buc¨®lica laguna y la ribera del Jarama¡ª pero Rossi est¨¢ en el Camino de Santiago, no para, as¨ª que charlo con ¨¦l por tel¨¦fono y me dejo guiar por sus hitos. Los hay en se?ales de tr¨¢fico y sobre rocas; en rotondas poligonales y en medio del campo. Es incre¨ªble que este hombre y su se?ora los hayan colocado todos. ¡°No ha sido un camino de rosas¡±, dice, ¡°aunque tambi¨¦n nos lo hemos pasado pipa¡±. ?Se cur¨® al final del p¨¢ncreas? ¡°Diez a?os sin problemas, aunque no s¨¦ si por peregrinar o por la ilusi¨®n de este proyecto¡±.
Rossi, ?por qu¨¦ echa a andar un peregrino? ¡°En la Edad Media para curarse de la lepra o la tuberculosis. Ahora, es una forma espiritual de realizarte... Los deportistas, por el reto de llegar; y otros, por moda. Todo es v¨¢lido, aunque se ha vuelto un poco comercial. El Camino Franc¨¦s parece una romer¨ªa. Si se dieran la mano, la cadena humana llegar¨ªa de un lado a otro¡±.
Entre Rivas y Arganda, no vemos ni un peregrino (en toda l¨®gica, hace un calor espantoso). Lo m¨¢s parecido son ciclistas uniformados como para hacer el Tour de Francia. En el fondo, hay cierto paralelismo entre el peregrino y el deportista: ambos se ganan el destino con esfuerzo y sacrificio. Unos van mejorando sus tiempos, otros sellando sus etapas. Se superan. Tienen metas.
Yo no tengo metas, ni espirituales ni f¨ªsicas. Rossi s¨ª, Rossi quiere que selle la credencial en todos los puntos del Camino de Ucl¨¦s por los que pase (¡°alg¨²n d¨ªa lo tendr¨¢s que acabar, aunque ahora te desv¨ªes¡±). Me insiste en que pida acogida parroquial en Arganda, ¡°para vivir la experiencia aut¨¦ntica del peregrino¡±: ¡°Ducharte en la casa del cura, dormir en el suelo... Sentir al menos un d¨ªa lo que es vivir sin cama ni wifi¡±. Me pasa el n¨²mero del cura, pero remoloneo. Me hago muchos selfis en un antiguo puente ferroviario de hierro verde precioso.
Para Rossi (que a los 62 planea un viaje en bici desde Jerusal¨¦n de 6.000 kil¨®metros), el momento clave del camino es cuando ya no puede m¨¢s ¡ªel cansancio, las ampollas¡ª y se pregunta: ?Qu¨¦ hago yo aqu¨ª? ¡°Entonces le pido fuerzas al ap¨®stol y siempre pasa algo, una brisa de aire, algo que siento que es un gui?o que me hace¡ Parece una tonter¨ªa, pero me empuja hacia delante. En casa te puedes sentir solo, pero no en el camino, porque no lo est¨¢s¡±.
Yo prefiero pegar la hebra con un se?or que pasa, Juan Fern¨¢ndez Reales, un simp¨¢tico jubilado que camina ¡°por la raz¨®n m¨¢s importante de todas: bajar el az¨²car¡±. Juntos amonestamos a unos chavales que van por las antiguas v¨ªas a montar una tirolina en el puente. ¡°?Es que no hab¨¦is le¨ªdo El Jarama?¡±, les digo, ¡°que ah¨ª se ahoga la gente¡±. En realidad la escena me recuerda m¨¢s a la pel¨ªcula Stand by Me y me muero por acompa?arles.
Finalmente, admito mi destino y llamo al cura para avisar de que voy a dormir en el suelo. Pero el cura est¨¢ de vacaciones y la cosa se complica. ?Vivan las camas y el wifi! Como me siento un poco culpable, antes de buscar hostal, decido sellar la credencial como me ha pedido Rossi en la orden de las Franciscanas Misioneras de Mar¨ªa.
?Qu¨¦ hago yo aqu¨ª? Pues echar lo que queda de ma?ana charlando con unas monjas encantadoras. En el patio de su casa ¡ªhigueras, melocotoneros¡ª bebemos agua y hablamos sobre la aventura de ser misionera (una hizo autoestop en Chile y casi se tira cuando un camionero ¡°empez¨® a atreverse¡±; otra habla suajili porque vivi¨® d¨¦cadas en el Congo). A Carmen Fern¨¢ndez, Carmen Garc¨ªa y Maripaz Velasco, de 79 a?os la primera y 84 las otras dos, la Iglesia les cambi¨® el nombre ¡ªMarcelina, Alicia, Almudena¡ª, pero el Concilio Vaticano II les devolvi¨® el que les pusieron sus madres. Tambi¨¦n les libr¨® del h¨¢bito. Se alegran: ¡°Hay que adaptarse a los tiempos, ?y de seglar se est¨¢ m¨¢s fresca!¡±. Hablamos de caminar hasta el Mercadona, de lo que ven en la tele (la misa de 13TV y el Telediario). Sobre todo hablamos de c¨®mo es jubilarse con siete compa?eras ¡ªlos turnos para limpiar, el cuidarse entre ellas¡ª y de la de mujeres que hay por ah¨ª haci¨¦ndose viejas solas. Ellas rezan y cantan juntas cada d¨ªa, se las ve felices. ¡°Somos un poco jipis, s¨ª¡±, admiten. Me gusta la idea de jubilarme as¨ª, con siete amigas en un patio con frutales, aunque sin rezar y con gin-tonics. Se tronchan.
Hermanas, ?qu¨¦ les parece lo de que hay que sufrir en el camino? ¡°Un poco antiguo. La religi¨®n antes hablaba mucho de penitencia y sacrificio, pero ahora va m¨¢s de amor y libertad¡±.
Me lo tomo como una bendici¨®n para reservar un hotel de cuatro estrellas. Hoy no he alcanzado mi meta. No estoy nada cansada. Y aun as¨ª, cuando llego a mi cama me echo una siesta que me sabe a gloria.