Medea: un infanticidio en la gasolinera
Simon Stone triunfa con una versi¨®n espectacular y contempor¨¢nea de la obra de Cherubini
¡°Un hombre poderoso destierra a su mujer para casarse con otra, y aqu¨¦lla se venga asesinando a los hijos comunes¡±. El pasaje entrecomillado es una sinopsis elemental de Medea, pero tanto podr¨ªa reflejar un nuevo caso de infanticidio en la actualidad.
Es la raz¨®n por la que Simon Stone traslada la remota tragedia griega de Corinto al verano de 2019. Una extrapolaci¨®n audaz y leg¨ªtima porque el texto fundacional de Eur¨ªpides es atemporal en la biopsia del alma humana. Y porque la ¨®pera de Luigi Cherubini (1797), aclamada este martes en el Festival de Salzburgo, se abastece de las revisiones epis¨®dicas que hicieron S¨¦neca y Corneille antes de adquirir cuerpo en el libreto de Fran?ois-Beno?t Hoffmann.
Stone ha tenido el acierto de suprimir los di¨¢logos en franc¨¦s. Y los ha sustituido por unos mensajes de WhatsApp que aparecen en fondo negro, a semejanza de los textos del cine mudo. Se agiliza as¨ª la trama. Y se busca una conexi¨®n con los h¨¢bitos del espectador contempor¨¢neo. Insistiendo en la idea de que el s¨ªndrome de Medea concierne a la sociedad del siglo XXI, no siempre con el tremendismo que incorpora el director de escena australiano: la mujer despechada y desterrada se prende fuego en el coche con sus hijos dentro.
El hiperb¨®lico desenlace forma parte de los recursos sensacionalistas y espectaculares que Stone introduce en la dramaturgia. Su Medea?conforma un thriller justiciero que sacude a la alta sociedad -una manera de recordar el linaje superior de los protagonistas originales- y que subraya la actualidad de la inmigraci¨®n ilegal. Medea es repudiada de Corinto. Es condenada al exilio. Y es detenida en el aeropuerto cuando regresa para ejecutar la venganza, aunque consigue in extremis el permiso de unas horas. Su esposo, Jas¨®n, le permite ver a los ni?os por ¨²ltima vez.
Impresionan la inteligencia y la magia con que Stone se desenvuelve de arriba abajo en el inmenso escenario salzburgu¨¦s. Igual que en una casa de mu?ecas en tama?o real, la dramaturgia se articula o se desdobla en una boutique de lujo y en una mansi¨®n; en un lupanar y en un locutorio; en un hotel postinero o en una gasolinera nocturna.?
El dominio espacial y la tensi¨®n argumental se a?ade a la naturalidad con que el realizador utiliza los modelos audiovisuales, empezando por unos videoclips en cinemascope cuya oportunidad resume la trama y ameniza los pasajes puramente orquestales. De hecho, la exquisita direcci¨®n orquestal de Thomas Hengelbrock al frente dela Filarm¨®nica de Viena asume la disciplina de una banda sonora. Y reivindica una partitura de gran valor acad¨¦mico y de extraordinario relieve hist¨®rico.
Cherubini interpreta como propia la revoluci¨®n conceptual de Gluck, asimila la influencia de Mozart -las arias del primer acto, por ejemplo- y se resiente del impacto r¨ªtmico y est¨¦tico que supuso la irrupci¨®n tel¨²rica de Beethoven. Es Medea una ¨®pera de transici¨®n del clasicismo al romanticismo. Y un desaf¨ªo descomunal para la protagonista, m¨¢s todav¨ªa desde que Maria Callas la convirti¨® en experiencia sacerdotal y en ex¨¦gesis de su arte absoluto.
Cualquier ep¨ªgono de la diva griega es consciente de la misi¨®n fallida. Iba a cantarla Sonya Yoncheva originalmente en Salzburgo, pero la maternidad le oblig¨® a abdicar en Elena Stikhina, ganadora, como ella, del concurso de Pl¨¢cido Domingo (Operalia) y art¨ªfice de un meritorio ejercicio de supervivencia.
Tiene personalidad y excelentes medios vocales la soprano rusa. Se le adivina una carrera sin techo, pero a su Medea la falta carisma y "pathos". Quiz¨¢ porque la producci¨®n de Stone descuida las profundidades de los personajes. Es m¨¢s efectista que honda. M¨¢s vistosa que dolorosa. M¨¢s superficial que psicol¨®gica.
Aclamaron los espectadores a Stikhina, es verdad. Y la coronaron de bravos y de flores, pero los m¨¦ritos musicales no recayeron en el floj¨ªsimo reparto -insuficiente, mucho, el Jas¨®n de Pavel Chernov, voluntariosa la Dirc¨¦ de Rosa Feola- sino en la clarividencia de Thomas Hengelbrock como timonel de los ¡°wiener¡±. Esta orquesta desespera cuando adopta la actitud funcionarial, pero acongoja, abruma, cuando se implica. Ha sucedido en la resurrecci¨®n de Medea. Quiz¨¢ ha llegado el momento de instalarla en el repertorio, lejos de las maldiciones.?
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