La isla de los chiringuitos
Un enclave m¨¢gico y diminuto frente a Santa Pola, donde ya no cabe un solo restaurante m¨¢s, es tomado por asalto en verano por turistas ¨¢vidos de paellas
Rumbo a la isla de Tabarca, frente a Santa Pola, Alicante, surcando las olas, un ni?o hace la pregunta m¨¢s obvia para cualquier ni?o: ¡°?Aqu¨ª hay tiburones?¡±. Es el barco que tarda media hora y cuesta 15 euros, porque tiene fondo con cristal panor¨¢mico para ver los peces, aunque bajas y no se ve nada. Zarpa al lado de la playa donde Mariano Rajoy le¨ªa el peri¨®dico en su fugaz exilio de registrador. Luego hay una lancha r¨¢pida que cuesta menos y llega mucho antes. Al ver c¨®mo nos adelanta la lancha r¨¢pida, todos los que estamos en la proa o¨ªmos una frase: ¡°Cari, te lo dije, ten¨ªamos que haber cogido la r¨¢pida¡±. Nadie en ese momento quer¨ªa estar en el lugar de Cari, gestionando una relaci¨®n de pareja en vacaciones. Pero luego el barco est¨¢ bien, tampoco hay por qu¨¦ correr y al llegar al puerto se ven cientos de peces de colores. Luego desembarcas y llegas a un sitio muy sorprendente. Se ve que fue un lugar con magia, muy bonito, y esta es una cosa terrible de decir, que fue y ya no lo es, y la dices en muchos lugares de la costa.
Tabarca o Nueva Tabarca, una islita a¨²n bastante desconocida para muchos, se llama as¨ª porque aqu¨ª recalaron refugiados genoveses expulsados de Tabarca, en T¨²nez, en el siglo XVIII. Algunos fueron a Cerde?a, donde la comunidad todav¨ªa resiste con su dialecto, y otros se establecieron en este trozo de tierra. De ah¨ª que haya muchos apellidos italianos. Son dos calles entre murallas, donde se ven ancianos echando la partida y un descampado con un torre¨®n prisi¨®n, un faro y un cementerio.
La aportaci¨®n de la civilizaci¨®n posterior han sido 23 chiringuitos. Hay tambi¨¦n ya una docena de hotelitos. Es una isla chiringuito porque all¨ª se va a comer unos arroces fant¨¢sticos y a echar el d¨ªa. Tambi¨¦n potentes siestas en la peque?a playa de enfrente. Los tabarquinos viven ese drama que parece irresoluble: el turismo les da la vida y se la quita. En invierno viven unas 50 personas, la mayor¨ªa de 70 a?os para arriba, pero en verano hay un constante ir y venir de lanchas r¨¢pidas y lentas para sentarse en terrazas frente al mar que se llenan. La Caleta es una de las m¨¢s antiguas.
¡°?Ca?a o tanque?¡±, te preguntan en referencia al tama?o del vaso. Todo se llena de tanques. Pido un caldero, el plato t¨ªpico de aqu¨ª. Es un arroz con gallina, que es un pez blanco, no una gallina. Hay que esperar mientras lo hacen, picando melva en salaz¨®n, pero merece la pena, es una delicia. El ambiente es familiar, con mesas grandes.
Aparece un hombre con una guitarra y se arranca: ¡°Vooooolareee¡±. Y la gente responde instintivamente: ¡°Uoooooo¨®¡±. Pensaba que la reacci¨®n ser¨ªa de fastidio, pero a todo el mundo le parece bien, hay una gran disposici¨®n de ¨¢nimo para disfrutar de la vida. El m¨²sico se llama Eric, es colombiano y me cuenta que se suele hacer seis chiringuitos y luego se va, de mediod¨ªa a las cuatro. No da tiempo a m¨¢s porque viene todo el mundo a la misma hora. Por las noches trabaja en un centro comercial de Torrevieja: ¡°Pero consigo vivir de la m¨²sica, a m¨ª lo que me gusta es cantar¡±. Lleva 10 a?os en Espa?a, despu¨¦s de 14 en Holanda y la gente le parece simp¨¢tica.
El peri¨®dico Levante cuenta en portada que dos palmeras han ca¨ªdo derretidas por el calor en pocas horas, una cosa incre¨ªble pero que te la crees, con el calor que hace. Pero aqu¨ª corre el viento. Los gorriones se aventuran en las mesas a robar migas de pan. Se oyen frases sueltas que hacen gracia: ¡°Carletes, t¨®mate el Aquarius¡±. En la mesa de al lado pagan y se ve ese detalle tan bonito de llamar al camarero para decirle que se ha equivocado en la cuenta, pero a favor del cliente, y aun as¨ª les dice que lo dejen como est¨¢. En esos momentos uno cree en la especie humana. Hay mucho movimiento, el fin de semana dieron 250 comidas, 80 calderos, 12 fogones tirando.
Se mueve entre las mesas un se?or ya mayor, Antonio P¨¦rez, el due?o del restaurante. Te tiende la mano, una mano robusta que ya te cuenta su vida. Tiene 77 a?os, naci¨® en la isla en 1942. Entonces viv¨ªan en Tabarca unas 600 o 700 personas, muchos de ellos en cuevas. La vida era m¨ªsera y tras la Guerra Civil muchos se fueron. Su padre muri¨® cuando ten¨ªa cuatro a?os, era el menor de cuatro, con tres hermanas. ¡°La vida estaba muy mal. El dinero no val¨ªa. Hab¨ªa que cambiar pescado por comida, ir a Alicante y te daban boniatos, patatas, verdura. Mi abuela me llevaba de Alicante a Santa Pola de la mano, a pie, con cuatro a?os, 20 kil¨®metros, me dan ganas de llorar¡±. Con 14 a?os se fue a la comandancia de Alicante, le hicieron el carnet de pescador, se enrol¨® y se fue a Larache, Marruecos. Pas¨® all¨ª 35 a?os. Mauritania, Senegal, Dakar, Mogador¡ Ten¨ªa 20 d¨ªas de vacaciones, cog¨ªa un vuelo ch¨¢rter de Canarias cada a?o y luego vuelta a pescar. Fue formando una familia, mujer y cuatro hijos. Despu¨¦s pas¨® unos a?os en el Mediterr¨¢neo. ¡°Yo no he vivido la vida normal, pero estoy muy contento de la vida que he tenido. He pasado mucha hambre, pero mira, ahora tengo un restaurante, porque Antonio se lo ha currado, he sido un currante. Ahora estoy tranquilo, la vida te cansa¡±.
Los chiringuitos y restaurantes empezaron en los ochenta. Ya desde los setenta hab¨ªa algunas barracas en la playa. Antonio y su mujer abrieron una durante los veranos. ¡°Hac¨ªamos el caldero, pescao fritito, bacala¨ªto, bucar¨®n, gambita, lo que hab¨ªa, y ven¨ªa gente de Alicante y de Santa Pola, pero muy poca. Luego fue creciendo. Despu¨¦s empezaron a llegar los madrile?os. Entonces vino el Mopu [antiguo Ministerio de Fomento] y nos quit¨® de la playa, y nos pusimos aqu¨ª¡±, relata. La Caleta, como tal, lleva 21 a?os. Todo lo que se come aqu¨ª lo pesca ¨¦l. Va a las cinco de la ma?ana y vuelve hacia las 11. Como otros vecinos de la isla, echa de menos cuando era un lugar solitario y tranquilo. A la hora de volver se forman colas de cientos de personas para esperar el barco de regreso. El asalto a la isla ha concluido por hoy.