El gran dan¨¦s y la escritora
La narradora de Sigrid Nunez en su novela ¡®El amigo¡¯ ajusta cuentas con su vocaci¨®n literaria mientras supera un duelo junto al perro del fallecido
A menudo, tan a menudo que parece algo sin lo que la historia no podr¨ªa avanzar, en los cuentos de Joy Williams aparece un perro. En realidad, lo que aparece es un personaje que busca, desesperadamente, entregarse a un perro. Es, siempre, un personaje desarraigado, que atraviesa un momento complicado, o que lo ha atravesado siempre, y que ve al perro como una especie de huida, un anclaje en ese mundo doloroso y en perpetuo movimiento suyo. Se dir¨ªa que los personajes de Williams, m¨¢s que esperar recibir la clase de amor incondicional y devoci¨®n que puede llegar a profesarte el animal, desean, necesitan, entregarse a su cuidado para volver a sentir que existen. Y, en cierto sentido, aunque un sentido en principio pasivo agresivo, eso es lo que le ocurre a la narradora de la novela que ha colocado a la veterana Sigrid Nunez por primera vez bajo los focos ¡ªle ha valido el National Book Award¡ª, 23 a?os y ocho libros despu¨¦s de que todo empezara.
Nunez, como Edna O¡¯Brien, ha considerado siempre la escritura una especie de sacerdocio. Se entreg¨® a ella en cuanto tuvo uso de raz¨®n y, se dir¨ªa, se ha mantenido ajena a todo aquello que pod¨ªa distraerla de tal fin ¡ªel de construir una carrera de la que sentirse orgullosa, el de simplemente vivir en otra parte, una que no fuese ?real, o lo fuese de una manera que ella pudiese controlar¡ª hasta la fecha. No se ha casado, no ha tenido hijos, ni siquiera ha tenido un empleo de verdad, como cuenta ella misma en los cientos de entrevistas que concedi¨® despu¨¦s de que El amigo se convirtiese, tras recibir tan preciado galard¨®n, en una especie extra?a de best seller. Extra?a, s¨ª, porque el libro es, a su manera, una diatriba contra la escritura y los escritores, una reflexi¨®n, desde dentro, de lo que escribir les hace a los que escriben (y no es nada bueno). ¡°Si leer aumenta realmente la empat¨ªa¡±, escribe, ¡°parece que la escritura la disminuye un poco¡±.
A partir de la muerte de su mejor amigo, un escritor mujeriego al que sus tres esposas ¡ªllamadas simplemente Esposa Uno, Dos y Tres¡ª odian, cada una a su manera, la narradora, alter ego de la propia Nunez, a quien, como a la protagonista, se le suicid¨® un amigo escritor mientras andaba escribiendo esta novela, avanza en un d¨ªa a d¨ªa descorazonadoramente vac¨ªo, interrumpido por reflexiones sobre lo ¡°monstruoso¡± del hecho literario, y tambi¨¦n, lo desagradecido de este ¡ªy aqu¨ª es la propia Nunez rindiendo cuentas con una vocaci¨®n que, a todas luces, hasta el momento, no le hab¨ªa devuelto nada¡ª, y el cuidado del gran dan¨¦s de su amigo muerto. En un primer momento, Apollo, el perro, la ignora, incluso le gru?e, se muestra territorial, no quiere saber nada de ella. A rega?adientes, pues ella siempre se muestra esquiva ¡ªlo suyo, insiste, siempre han sido los gatos, animales que no dependan de ti¡ª, la narradora acepta la convivencia no como una especie de penitencia.
Arriesg¨¢ndose a perder su apartamento de renta antigua en Manhattan, un min¨²sculo espacio de 45 metros en los que el enorme perro apenas puede moverse, porque tener animales est¨¢ totalmente prohibido, la escritora empieza, t¨ªmidamente, a ilusionarse con la idea de poder llamar a Apollo su perro, a la vez que elabora, por un lado, un hist¨®rico de las relaciones entre perros y seres humanos ¡ªretrotray¨¦ndose a la antigua Roma, y deteni¨¦ndose especialmente en el cl¨¢sico de J. R. Ackerley Mi perra Tulip, en el que el escritor confiesa incluso sus tendencias sexuales para con la perra en cuesti¨®n¡ª y una disecci¨®n del oficio de escribir y del oficio de ense?ar a escribir. Su amigo muerto era profesor y ella tambi¨¦n lo es, y tambi¨¦n lo son otros novelistas, a los que la fama o la ausencia de ella, ha destruido, como la curiosa P. D., una one hit wonder de lo literario que ahora pasa sus d¨ªas con ataques de ansiedad antes de cada clase.
Aunque dif¨ªcil, puesto que la narradora se muestra en todo momento arisca, pr¨¢cticamente intratable, reh¨²ye la empat¨ªa del lector ¡ªsobre todo, del lector escritor¡ª, y quiz¨¢ precisamente por eso, porque no busca el consuelo sino solo atravesar el momento, compartir el duelo con alguien que no conoce ¡ªel lector, pero tambi¨¦n, el perro¡ª, la novela, en realidad el h¨ªbrido de relato, colecci¨®n de curiosidades de escritores ¡ªde las cartas que Flannery O¡¯Connor le envi¨®, durante nueve a?os, a la escritora fracasada a la que hizo de mentora al rev¨®lver con el que la hija de Simenon se quit¨® la vida¡ª y pensamiento ¡ªsobre los afectos y desafectos de la vida contempor¨¢nea¡ª, funciona como esquivo reflejo de la reconstrucci¨®n del yo, cualquier yo, despu¨¦s de una muerte cercana. La narradora, como el can, no son los mismos sin su amigo muerto, y est¨¢n aprendiendo, juntos, y con cierta misantrop¨ªa ¡ªodiamos lo que no comprendemos, y la narradora no puede comprender al ser humano: su amigo se ha suicidado¡ª, a ser otros. Son, la escritora y el perro, dos soledades que se protegen, se tocan, se necesitan, a la manera en que los personajes de Joy Williams, cachorros y, casi siempre, mujeres desesperadas, lo hacen. Como el anclaje que les permitir¨¢ existir otra vez, de otra manera.
El amigo. Sigrid Nunez. Traducci¨®n de Mercedes Cebri¨¢n. Anagrama, 2019. 208 p¨¢ginas. 16,90 euros.
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