La caverna infinita
Una exposici¨®n en el Centro Pompidou analiza el papel que jug¨® la prehistoria como matriz conceptual de las vanguardias y examina sus huellas en el arte contempor¨¢neo
"Sobre la sombra que yo soy gravita?/ la carga del pasado. Es infinita¡±. Esos dos versos extra¨ªdos de un soneto de Jorge Luis Borges, iluminados en un oscuro pasillo, dan comienzo a la ins¨®lita exposici¨®n veraniega que el Centro Pompidou dedica a la relaci¨®n entre el arte moderno y contempor¨¢neo y el concepto de prehistoria. Junto a ese poema aparece un cr¨¢neo del hombre de Croma?¨®n, descubierto en 1868, que convive con El tiempo, extra?a acuarela sobre gasa y yeso que pint¨® Paul Klee mientras el continente se enzarzaba en guerras autodestructivas. La yuxtaposici¨®n conduce al visitante hacia el abismo temporal que debieron de sentir los artistas nacidos en el ¨²ltimo tercio del siglo XIX, cuando la vida humana en el planeta empez¨® a contarse en millones de a?os, a medida que eran descubiertos los primeros objetos simb¨®licos del Paleol¨ªtico.
La tesis de la muestra es que ese constructo cultural al que seguimos llamando prehistoria, c¨²mulo imaginario de realidades distintas y episodios diacr¨®nicos, constituye la matriz conceptual de la que surgir¨¢ el arte moderno. La ruptura con el viejo esquema historicista, que llevaba a pensar en un pasado poblado por quimeras y gigantes, marca una separaci¨®n en la psique del artista. El estudio profundizado de este pre¨¢mbulo brumoso, que dota al hombre de un origen cient¨ªfico pero sigue sin resolver el misterio de la existencia, funcionar¨¢ como ¡°un motor de pensamiento¡± para los impulsores de las vanguardias, en palabras de la comisaria de la muestra parisiense, C¨¦cile Debray, actual directora del Museo de la Orangerie. La exposici¨®n eleva a los artistas al rango de ¡°coproductores¡± de la noci¨®n de prehistoria junto a la comunidad cient¨ªfica. Con esa actual temporalidad llega una nueva manera de entender el mundo y la condici¨®n humana. El arte y sus representaciones no quedar¨¢n al margen de ella.
No se trata de establecer una simple comparativa de motivos comunes entre la pintura rupestre y el arte moderno, como ya han hecho muchas otras exposiciones desde hace d¨¦cadas. La misi¨®n consiste en observar los efectos que esa brecha tendr¨¢ en la creaci¨®n art¨ªstica, que se colmar¨¢ de formas org¨¢nicas, ruinas ficticias y preocupaciones c¨®smicas que parec¨ªan ausentes, hasta entonces, del lenguaje pict¨®rico. En la segunda sala, distintos cuadros de C¨¦zanne contienen esa huella prehist¨®rica, aunque nunca a trav¨¦s del calco m¨¢s burdo, sino de la evocaci¨®n de los paisajes minerales que descubri¨® durante sus exposiciones con el ge¨®logo Antoine-Fortun¨¦ Marion. Odilon Redon tambi¨¦n opta por el subtexto y la alegor¨ªa en lienzos como El silencio eterno de estos espacios infinitos me asusta (1870), protagonizado por un individuo de aspecto simiesco que contempla la aterradora inmensidad de la naturaleza y del cielo. En sus obras, pobladas por siluetas solitarias que parecen habitar en cuevas l¨²gubres, se produce un curioso solapamiento del imaginario rom¨¢ntico y el del hombre de las cavernas.
Por su parte, Lucio Fontana convierte la materia fosilizada en escultura abstracta y Max Ernst usa en sus cuadros la iconograf¨ªa de la estratificaci¨®n geol¨®gica, que permiti¨® fechar la insospechada antig¨¹edad de la tierra. La utiliza para esbozar paisajes donde los hombres brillan por su ausencia, en los que solo hay vestigios industriales de una civilizaci¨®n pasada, como si fueran posibles vaticinios de una futura extinci¨®n humana. Si desaparecieron los dinosaurios, que se volver¨¢n omnipresentes desde comienzos del siglo XX en la cultura popular, ?por qu¨¦ deber¨ªa tener mejor suerte nuestra especie? Otro ciclo de inter¨¦s est¨¢ protagonizado por las venus paleol¨ªticas, descubiertas durante las primeras d¨¦cadas del siglo XX en distintos puntos del mundo, que provocan una fascinaci¨®n casi er¨®tica en artistas como Picasso y Giacometti. Los dos artistas poseyeron sendos moldes de yeso de la venus encontrada en Lespugue, al pie de los Pirineos franceses, durante los a?os veinte. Esas representaciones antropomorfas y de extra?a volumetr¨ªa inspirar¨¢n buena parte de su producci¨®n, pero tambi¨¦n obras de Henri Matisse, Jean Arp, Hans Bellmer, Joseph Beuys o Louise Bourgeois, concentradas en otro rinc¨®n de la muestra.
En Espa?a, la Escuela de Altamira supuso una ef¨ªmera experiencia de modernidad art¨ªstica en pleno franquismo, de la mano de una comunidad internacional liderada por el pintor Mathias Goeritz, el escultor ?ngel Ferrant y el intelectual Ricardo Gull¨®n, que definir¨¢ al hombre prehist¨®rico como ¡°un maestro contempor¨¢neo¡±. Su discurso influir¨¢ en la ejecuci¨®n de los t¨®tems actualizados de Barbara Hepworth y las constelaciones de Joan Mir¨®, que parecen reinterpretar el lenguaje simb¨®lico del arte parietal. El paso al Neol¨ªtico y su dominaci¨®n agr¨®noma de la naturaleza inspirar¨¢ varias experiencias enmarcadas en el land art, que la muestra ilustra con el Snake Circle de Richard Long o el Spiral Jetty de Robert Smithson. El mismo tipo de simulacro prehistoricista gu¨ªa la obra del italiano Pinot-Gallizio, uno de los fundadores de la Internacional Situacionista y padre de la pintura industrial, que resucita el estilo rupestre en su Caverna de la antimateria (1959) y en falsos frescos como La notte cieca (1962), que la muestra hace dialogar con un mural a base de arcilla esparcida sobre los cristales del Pompidou que Miquel Barcel¨® ha realizado expresamente para la ocasi¨®n.
El arte contempor¨¢neo ha usado otras estrategias para remitirse a lo prehist¨®rico que los maestros de las vanguardias. La caverna, ese lugar situado al margen del tiempo en el que uno se adentra para desaprender lo que ya sabe, fue reinterpretada por Carl Andr¨¦ como una modelizaci¨®n minimalista en Hearth (1980). Las venus anam¨®rficas de Bertrand Lavier y Marguerite Humeau, la extinci¨®n de los dinosaurios relatada por los hermanos Chapman, las instalaciones de terracota de Giuseppe Penone, las piedras adulteradas de Ami Drach y Dov Ganchrow o los fotograbados de Tacita Dean, paisajes detenidos en la historia que uno no sabe si ubicar antes o despu¨¦s del apocalipsis, completan el recorrido de la muestra por el arte contempor¨¢neo con mayor inquietud prehist¨®rica. En el tramo final, te?ido de la reflexi¨®n pol¨ªtica y ecol¨®gica que vehicula la noci¨®n de Antropoceno, omnipresente en el arte de nuestro tiempo, Pierre Huyghe proyecta Untitled (Human Mask), protagonizado por un simio que se pasea, con una m¨¢scara humana, por un restaurante abandonado tras la cat¨¢strofe de Fukushima. Ese v¨ªdeo pone al visitante en su lugar, record¨¢ndole su condici¨®n de mota de polvo en la historia del universo, susceptible de desaparecer de la noche a la ma?ana si la obstinada civilizaci¨®n que instaur¨® su especie sigue sin querer cambiar de rumbo.
Prehistoria: un enigma moderno. Centro Pompidou. Par¨ªs. Hasta el 14 de septiembre.
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