Pan, circo, muerte y resurrecci¨®n
La periodista se suma durante una noche a un grupo que hace versiones de temas populares en un restaurante de Benidorm
No conviene comenzar un art¨ªculo de verano mencionando la muerte. Sin embargo, esta parte es necesaria para comprender la que vendr¨¢ m¨¢s adelante. La misi¨®n de esta noche es integrarme en una orquesta de versiones. Pero de camino al local se atraviesa la realidad: paseando por las calles de la metr¨®polis tur¨ªstica a la que el peri¨®dico me ha enviado a hacer esta serie veraniega, veo a un se?or desplomarse. Su mujer grita, viene la ambulancia. El desfibrilador lo encabrita a la vida de nuevo. Ya fuera de peligro, se lo llevan al hospital. La gente aplaude. Porque eso es lo que se le pide a la vida, y, si me apuran, al verano: algo que nos agarre a esta existencia.
?Y qu¨¦ puede atarnos m¨¢s a la vida que una resurrecci¨®n en directo? Aunque, a falta de milagros, siempre viene bien una cena con espect¨¢culo. Y esa es precisamente mi misi¨®n: acompa?ar a Fernando Jacks y la Banda del Trueno, un grupo musical a prueba de todo, que toca versiones de canciones populares por distintos locales de la ciudad.
Fernando, nacido y criado en Benidorm, proviene del mundo del flamenco. Actualmente lo acompa?an Lucas a la percusi¨®n, tambi¨¦n de Benidorm, y Randy, de Mosc¨², que toca la guitarra el¨¦ctrica. Durante la prueba de sonido en El Bandolero, un restaurante de inspiraci¨®n andaluza, Fernando entona un Don¡¯t Worry Be Happy de forma despreocupada, con una cerveza en la mano, mientras Randy afina. El bar ya ha empezado a llenarse, y algunos parroquianos aplauden. Fernando aclara: ¡°Perdonadme por el ruido. Esta es la prueba. Ahora nos cambiamos, nos ponemos nuestra ropita guapa. Es que hemos dormido en la playa; somos m¨²sicos, somos bohemios, ya saben¡±. Risas.
Se entiende su papel al frente de un grupo: su energ¨ªa arrolladora nos lleva a todos de un lado a otro. Ahora, al almac¨¦n a descansar antes de la actuaci¨®n, a echar una cerveza sentados entre arcones frigor¨ªficos. Despu¨¦s nos acicalamos para el show. Randy aparece con un sombrero de cowboy. Se lo prueba frente al espejo mientras me maquillo. Fuera, las mesas ya est¨¢n llenas. Las luces se apagan. ¡°?Ahora!¡±, me dice Fernando. Subo al escenario y agradezco al grupo que me dejen acompa?arlos hoy. ¡°Se?oras y se?ores: Con todos ustedes... ?Fernando Jacks y la Banda del Trueno!¡±. La gente aplaude. Se arrancan con un ?Ay! Que dolor (Hiciste la maleta...). Ya hay un par de cr¨ªos de pie en las mesas dando palmas. Una familia de 12 aparece por la puerta del local armando jaleo durante el comienzo de Alegr¨ªa de vivir. Si uno se implica en el show, casi duele ver a gente gritando, comiendo o mirando el m¨®vil sin hacer caso, pero en eso consiste ser un grupo de versiones en verano: tocar y cantar manteniendo la energ¨ªa sobre un estruendo de ni?os de un a?o berreando porque la abuela les ha quitado un trozo de chorizo que hab¨ªan cogido del suelo, veintea?eras que no dejan de sacarse fotos con un filtro que les pone cara de perrito y un tipo vestido enteramente de tela vaquera que baila con elocuentes golpes de cadera suene lo que suene. Sin embargo, en muchos momentos la energ¨ªa del grupo arranca oleadas de aplausos, coros espont¨¢neos, emoci¨®n.
Dar este tipo de conciertos requiere saber actuar sin egos, ofrecer buen espect¨¢culo para quien lo quiere y a pesar de quien lo ignora. Alguna gente est¨¢ a lo suyo: sus 15 d¨ªas, su semanita libre, su finde rom¨¢ntico. Loli y Rub¨¦n han juntado la baja maternal con el verano. Y all¨ª reposa el responsable de las vacaciones m¨¢s largas que han tenido en su vida laboral: rollizo y con un body que dice Summer. ¡°Se llama Jos¨¦. Mi padre piensa que se lo hemos puesto por ¨¦l, pero es porque Camar¨®n se llamaba as¨ª. Pero no le puedes poner Camar¨®n a un ni?o, que le hacen bullying¡±, me dice Rub¨¦n.
Los camareros corren sin resuello de un lado a otro. En una de las mesas surge un brindis multitudinario, que, de forma natural, se une al brindis de otra mesa, terminando todo en un estruendo de risas y bebidas derramadas por el suelo. ¡°Feliz cumplea?os¡±, dice Fernando, interrumpiendo su canci¨®n. Los de las mesas aplauden, y ¨¦l agradece el gesto: ¡°Lo m¨¢s importante de un artista es que la gente lo apoye porque la hace disfrutar¡±. En un mundo en el que el artista muchas veces es un ser infeliz que trabaja para su amor propio, esta frase, tan sencilla como parece, lanza un destello. En medio de todo el barullo, hay una tele enorme en la que sale el Neng de Castefa vestido con un tut¨². Una se?ora lo mira embelesada mientras sorbe su cerveza como en el sal¨®n de su casa.
D¨ªas de libertad
¡°Fuera de m¨ª, ya no quiero m¨¢s tu querer¡±, canta Fernando, enganchando un tema con otro. Al fondo, una cocinera canta al tiempo que limpia la plancha con una esp¨¢tula. Hay una especie de magia en el ambiente que resulta del experimento de juntar en un local a muchos desconocidos durante sus d¨ªas de mayor libertad del a?o, m¨¢s la m¨²sica, m¨¢s el ruido que confunde y nos hace olvidarnos un rato de qui¨¦nes somos. Una mujer exclama: ¡°Mira, son vacaciones. Ponme otra¡±. Fernando acomete el Quiero ser libre. Loli, la madre reciente, sonr¨ªe mientras da el pecho al ni?o que se llam¨® Jos¨¦ por no llamarse Camar¨®n. ¡°Guau. Me chifla esta canci¨®n. Yo creo, f¨ªjate t¨², que hasta me sale m¨¢s leche¡±, cuenta muerta de risa.
Al show le queda poco para terminar y a m¨ª tambi¨¦n me embriaga un poco el esp¨ªritu vacacional. Libre, libre quiero ser. En mitad del paseo mar¨ªtimo, una se?ora tropieza y cae. Por un momento, pienso que estoy a punto de presenciar otra resurrecci¨®n. Su marido, alarmado, la ayuda a levantarse. La gente se aproxima, preocupada. La se?ora responde a todos: ¡°Uy, pa¡¯ haberme matao¡±. Su marido la besa tiernamente en los labios. Tendr¨¢n unos 80 a?os. ¡°?Vivan los novios!¡± grita alguien entre el gent¨ªo. En esta ciudad, todo es espect¨¢culo y todos somos el espect¨¢culo de los otros. Esto, pienso, deben ser las vacaciones.
?Hay alguien que pueda vivir de esto?
En cuanto a cifras, el mundo de las actuaciones musicales es de una opacidad absoluta. El incumplimiento sistem¨¢tico de la legalidad (la ley de 1985 dice que se deben ofrecer contratos laborales a los m¨²sicos) hace que sea imposible saber cu¨¢ntas personas se dedican actualmente a la m¨²sica en directo en Espa?a y bajo qu¨¦ condiciones.
Surge el eterno debate consustancial a todas las actividades laborales relacionadas con el entretenimiento: ?hay alguien que realmente pueda vivir de esto? David Garc¨ªa Aristegui, portavoz de la Secci¨®n de M¨²sica de CNT Madrid, apunta a hechos concretos: ¡°Toundra, un grupo que llena La Riviera, no puede vivir de la m¨²sica. Actualmente, en Galicia, un lugar con gran tradici¨®n de orquestas, existe un convenio. Pero, en general, en lo que a regulaci¨®n se refiere, el sector musical lleva 20 a?os de retraso con respecto a otras artes esc¨¦nicas. Pensamos que es un problema relacionado con lo privado, pero lo cierto es que el 80% de las contrataciones en Espa?a son p¨²blicas. As¨ª que el principal escollo est¨¢ en las instituciones¡±.