Que no te toque un toro encastado¡­

Que no te toque un toro encastado¡­ porque te puede desbordar, ridiculizar y acabar con tu carrera.

Pues va y le toc¨® al joven mexicano Luis David, y lo desbord¨®, lo ridiculiz¨®, y ojal¨¢ que no acabe con su sue?o porque cualquiera echa un borr¨®n.

El de hoy, no obstante, ha sido gordo y negro. No hubo torero para un toro que exig¨ªa mando, poder¨ªo, t¨¦cnica y hondura. Pero es que tampoco hubo afici¨®n. Otra tarde de escas¨ªsimo p¨²blico en los tendidos, que pidi¨® y consigui¨® la oreja para el torero, cuando, en realidad, ten¨ªan que haberlo abroncado con fuerza por su m¨¢s que deficiente actuaci¨®n. Pero la afici¨®n bilba¨ªna est¨¢ desaparecida o es tan sumamente escasa que pinta poco.

Y all¨¢ que pase¨® Luis David el inmerecido trofeo del tercer toro y otra oreja m¨¢s del sexto tras otra actuaci¨®n olvidable y superficial. Pero no fue eso lo m¨¢s grave: a¨²n pidieron la segunda oreja y solo la cordura de la presidencia evit¨® lo que hubiera sido un rid¨ªculo verdaderamente hist¨®rico.

Mal, rematadamente mal estuvo Luis David, pero tampoco destacaron en demas¨ªa sus compa?eros. Triste como un funeral ?lvaro Lorenzo, insulso, mantazo va, mantazo viene, toda la tarde; y a¨²n en periodo de rehabilitaci¨®n an¨ªmica Rom¨¢n, que si bien estuvo por encima de su lote, se le not¨® que su recuperaci¨®n todav¨ªa no es completa.

Claro que la corrida de Torrestrella no fue f¨¢cil; por eso, no la quieren las figuras, porque son toros complicados y no tontos; mansos fueron los seis, correosos, con intr¨ªnseca dificultad, de esos que no admiten errores y humillan poco, nada propicios, pues, para la faena de un artista. Toros, en fin, exigentes durante toda la lidia y de comportamiento, a veces, inesperado y complicado.

Pero sali¨® el tercero de la tarde, Florista de nombre y 543 kilos de peso y, al contrario que los dos anteriores, acudi¨® al capote con humillaci¨®n y largo recorrido. Hizo una fea pelea en varas, donde no lo picaron, y sali¨® del caballo con la sangre justa para un an¨¢lisis. Pero hete aqu¨ª que se vino arriba en banderillas y lleg¨® a la muleta fresco como una lechuga. Pronto le cogi¨® gusto a seguir el enga?o y su pelea fue a m¨¢s, con movilidad y fiereza, y al momento se hizo el amo de la pista, mientras su oponente humano daba pases y m¨¢s pases anodinos, siempre mal colocado, en una faena interminable de nada menos que ocho tandas, en la b¨²squeda incansable e infructuosa de una lidia m¨ªnimamente interesante.

Se perfil¨® para matar, cit¨® al encuentro, obedeci¨® el toro como una bala, el estoque encontr¨® hueso y Luis David se hiri¨® el labio en un topetazo con la empu?adura. Pero el animal, que iba a lo suyo, lo persigui¨® con sa?a hasta las tablas y, por fortuna, no lo alcanz¨®.

Pidieron la vuelta para el toro y el presidente no la concedi¨®. Acert¨®, pues el toro manse¨® en el primer tercio y eso es otro borr¨®n.

Luis David a¨²n tuvo suerte con el sexto de la tarde, que no es que fuera una hermana de la caridad, pero embisti¨® repetidamente. Otra vez, el mexicano estuvo a la altura de s¨ª mismo, es decir, muy por debajo de las condiciones del animal. Lo verdaderamente extra?o es que tras una estocada baja, la mayor¨ªa de los pocos espectadores presentes sac¨® su pa?uelo blanco y pidi¨® los trofeos como si acabara de emocionarse con una faena de ¨¦poca. Ver para creer.

Firme, seguro, serio y confiado se le vio a Rom¨¢n ante un lote bronco que exig¨ªa los cinco sentidos para no volar por los aires y salir maltrecho del envite. A¨²n no est¨¢ recuperado an¨ªmicamente de la cornada de Madrid, lo que se le not¨® a la hora de matar, aunque no fallara con la espada. Dio muchos pases, mand¨® poco y luci¨® menos de lo que su voluntad esperaba. Pero no desenton¨® y dijo estar en el camino correcto para alcanzar su meta.

Y a ?lvaro Lorenzo es que no se le vio. No dijo nada, entristecido toda la tarde, aburrido, ins¨ªpido¡­ Tan invisible como la otrora prestigiosa afici¨®n de Bilbao.