Instrucciones para ser moderno
Berl¨ªn inaugura en el centenario de su fundaci¨®n una exposici¨®n sobre el legado de la Bauhaus, una escuela tan ef¨ªmera como influyente
Original Bauhaus es una exposici¨®n parad¨®jica porque la Bauhaus no cre¨® originales. No cre¨ªa en ellos. La escuela, que de 1919 a 1933 defini¨® una modernidad que el tiempo ha convertido en atemporal, tuvo tres directores, tres ubicaciones y, como revela esta muestra sobre su archivo, m¨¢s de una historia. La que Walter Gropius explic¨® dando conferencias por el mundo, y expuso en el MoMA de Nueva York, no incluy¨® la autor¨ªa colectiva que defend¨ªa Hannes Meyer -cuyo archivo, hoy desperdigado, viaj¨® con ¨¦l a la URSS-. ¡°Poder estudiarlo complementar¨ªa, y a veces contradir¨ªa, al de Gropius, que no menciona a Meyer. Claro que Meyer tambi¨¦n olvida a Gropius¡±, explica Nina Wiedemeyer comisaria de la muestra.
Fue precisamente Walter Gropius quien firm¨® el edificio del Archivo de la Bauhaus, que tard¨® una d¨¦cada en construirse en Berl¨ªn y que, desde 1979, conserva buena parte del material de la escuela. Esto es: las conferencias de los directores, los trabajos de los alumnos, fotograf¨ªas, maquetas o cat¨¢logos. La actualizaci¨®n de este edificio, prevista para el a?o del centenario, se ha retrasado hasta 2022. Por eso, utilizando esos contenidos, partiendo de 14 casos, uno por cada a?o de vida de la escuela, y confrontando el trabajo de profesores, estudiantes e interpretaciones de artistas contempor¨¢neos, Wiedemeyer expone paradojas y malos entendidos. La necesidad de aclarar cuestiones b¨¢sicas fue lo que impuls¨® esta muestra que permanecer¨¢ abierta en la Berlinische Galerie hasta el 27 de enero.
?Qu¨¦ es lo que necesita ser aclarado de un legado que se ha imitado, relanzado y desarrollado a lo largo de un siglo? Wiedemeyer contesta con una evidencia: la Bauhaus era una escuela. ¡°Todo eran pruebas. Los alumnos trataban de investigar. Por eso resulta absurdo convertir la tetera de Marianne Brandt en un icono de la Bauhaus¡±. Son muchas las instituciones ¨Cdel Museo Brit¨¢nico a el Metropolitan de Nueva York- que aseguran tener el dise?o original que la metalista firm¨® con 29 a?os. ?C¨®mo puede ser? Hab¨ªa unidad en la diversidad. Brandt hizo prototipos. Ninguno es igual. Ide¨® adem¨¢s un sistema para fabricar las teteras ligeramente diferentes de manera industrial. De eso no se habla. ¡°Hemos vivido una ¨¦poca de iconos. Pero la Bauhaus son las pruebas, los intentos, la investigaci¨®n¡±.
De eso va esta exposici¨®n. Trata de re-explicar la historia de la m¨ªtica escuela sin necesidad de recurrir a piezas ic¨®nicas. A la Bauhaus le quedan misterios por resolver. Wiedemeyer explica, por ejemplo, que no se conservaron filmaciones de los ballets tri¨¢dicos de Oskar Schlemmer. Pero s¨ª el vestuario que populariz¨®. ?C¨®mo se han conservado entonces? ¡°Como se conservan muchas tradiciones: repiti¨¦ndolas¡±. Aunque sean los trajes que imped¨ªan la fluidez de movimientos lo que asociamos con Schlemmer, el profesor pint¨® uno de los lienzos m¨¢s conocidos de la escuela: el retrato de su escalera -colgado hoy junto a los pelda?os del MoMA-. Esta muestra tiene varias versiones de ese cuadro. El m¨¢s cercano es una reproducci¨®n pintada por su hermano Casca ¨Cque estudi¨® en la Bauhaus y lo copi¨® para la familia- que difiere pocos cent¨ªmetros. La reinterpretaci¨®n pict¨®rica, o fotogr¨¢fica, de varios artistas, y hasta una versi¨®n en sello de correos plantea qu¨¦ es un original.
Schlemmer sirve para hablar de otra de las caracter¨ªsticas de la escuela la ¨Choy tan loada- transversalidad. ?C¨®mo eran los famosos cursos preliminares? ?C¨®mo se ense?aba a ser moderno? El Bauhaus-Archiv contiene las notas de muchos maestros. Johanes Itten hac¨ªa pintar con tinta china animales que proyectaba en la pared. Josep Albers obligaba a plegar y cortar papeles. ¡°Les entregaba un paquete de folios y les dec¨ªa: Deja todo lo que sabes y trata de empezar de nuevo¡±. Desprejuiciarse abr¨ªa la puerta de la invenci¨®n. Albers tambi¨¦n les ped¨ªa que hicieran estampados ¨Cque luego se tejer¨ªan en el taller de textiles- tecleando con una m¨¢quina de escribir. ?C¨®mo ser¨ªa hoy el curso preliminar?, se preguntaba Wiedemeyer. Para contestarlo encarg¨® al colectivo Syntop una respuesta: los ejercicios de ese curso en la era digital. ¡°Esa es la labor de quienes trabajamos con los archivos: no solo ordenarlos, tambi¨¦n mantenerlos vivos, buscarles vigencia, aclarar las dudas del pasado y buscar en ellos propuestas de futuro¡±.
?Cu¨¢les son entonces los misterios de la Bauhaus? Hay para elegir. L¨¢szl¨® Moholy-Nagy y El Lissitzky se acusaron mutuamente de copiarse los fotogramas (fotograf¨ªas obtenidas sin c¨¢mara colocando un objeto sobre una superficie fotosensible) que ya hab¨ªa empleado Henry Fox Talbot para inventar la fotograf¨ªa. El americano Man Ray realizar¨ªa sus primeros rayogramas en el ba?o de su hotel de Par¨ªs, y Bertha G¨¹nther antes que todos ellos. Y sin discutir con nadie. Con todo, puede que el mayor misterio ¨Cpor lo menos el m¨¢s fr¨ªvolo- de la Bauhaus sea descubir qui¨¦n era la mujer que, sentada en la butaca Club Chair B3 de Marcel Breuer, vestida con una tela de Lis Beyer y oculta por una m¨¢scara de Oskar Schlemmer pos¨® para Erich Consem¨¹ller, un estudiante de mobiliario, en 1927. ?La propia Lis Beyer, que era amiga de Consem¨¹ller? ?O Ise Gropius que tambi¨¦n se hizo un vestido con esa tela? La profesora espa?ola Mercedes Valdivieso -que participa en el cat¨¢logo- concluye con una paradoja: ¡°lo importante no es qui¨¦n era sino por qu¨¦ nos lo preguntamos: si no llevara m¨¢scara hoy no estar¨ªamos hablando de ella¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.