Emilio de Justo, pese a la ruina de Juan Pedro
El extreme?o desoreja al ¨²ltimo toro de una corrida tan noble como blanda y descastada

Cuando un torero est¨¢ en saz¨®n y lo ve claro, no hay toro ni triunfo que se le resista. Si no que se lo digan a Emilio de Justo. A base de afici¨®n y entrega, el extreme?o, pr¨¢cticamente desahuciado hace un par de temporadas, recorre hoy de manera triunfal la mayor¨ªa de las grandes ferias convertido en uno de los toreros del momento.
Y, al contrario que las llamadas figuras del toreo, lo hace enfrent¨¢ndose a todo tipo de toros. A los de verdad, aquellos que exigen por su fondo encastado, y a los criados para uso y disfrute de los mandamases del escalaf¨®n. Ante los de Victorino Mart¨ªn y ante los de Juan Pedro Domecq, divisa a la que pertenecieron los que lidi¨® este lunes en su presentaci¨®n en la plaza de Albacete.
DOMECQ / PONCE, PERERA, DE JUSTO

Cinco toros de Juan Pedro Domecq y uno (1?) de Parlad¨¦, desiguales de presentaci¨®n (correctos 1?, 5? y 6?; m¨¢s justos los tres restantes), nobles, blandos y muy descastados. Con algo m¨¢s de vida y movilidad 2? y 6?.
Enrique Ponce: estocada tendida y ligeramente trasera y desprendida (saludos con protestas tras petici¨®n minoritaria de oreja); estocada ca¨ªda (divisi¨®n al saludar).
Miguel ?ngel Perera: pinchazo, metisaca en los blandos y media estocada _aviso_ (saludos); estocada desprendida (saludos).
Emilio de Justo: pinchazo y bajonazo (saludos); estocada (dos orejas).
Plaza de toros de Albacete. Lunes, 16 de septiembre. Novena de abono. M¨¢s de tres cuartos de entrada.
Pese a que para muchos solo era ¡°el sustituto de Roca Rey¡±, el acompa?ante en el cartel de Ponce y Perera, De Justo se march¨® a hombros entre el clamor popular. Todo tras cortar las dos orejas del toro que cerr¨® plaza, un animal que, en comparaci¨®n con la mayor¨ªa de sus hermanos, hasta pareci¨® bravo.
Sin picar -como toda la corrida-, el de Juan Pedro sac¨® algo de fondo en el ¨²ltimo tercio y embisti¨® con nobleza y estimable calidad. De la casta o la fiereza, ni rastro. Emilio de Justo, que se tir¨® a matar derecho como una vela y cobr¨® una estocada en todo lo alto, lo tore¨® a placer por ambos pitones. Largos y despaciosos surgieron los redondos, que dieron paso a varias series de naturales sentidos, ejecutados con la figura erguida y relajada.
Antes, frente a su primero, ya hab¨ªa dejado detalles de gusto y pureza, como un sobresaliente pase de pecho, de pit¨®n a rabo. O unos naturales ejecutados de frente y de uno a uno en las postrimer¨ªas de la faena. Pronto y fijo, pero muy justo de casta, el astado no dio para m¨¢s.
Frente al clasicismo y verdad del debutante, la vulgaridad y ventajismo de una figura consagrada y de otra venida a menos. La infinita bondad y nula exigencia de sus ¡°enemigos¡± no fueron suficientes para que Enrique Ponce y Miguel ?ngel Perera se pusieran en el sitio.
El primero, frente a un lote infumable por su clamorosa falta de casta y transmisi¨®n, cit¨® siempre con el pico y nunca baj¨® la mano. Y Perera, al que correspondi¨® el otro astado con algo de vida y movilidad, el segundo, se dedic¨® a tirar l¨ªneas con la figura retorcida y la suerte descargada
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