Pixies: los fantasmas de las glorias pasadas
El nuevo ¨¢lbum de la banda estadounidense recibe una calificaci¨®n de 5 sobre 10
Cuando perdieron a John Cale, Velvet Underground se convirtieron en otro grupo. Cuando Eno se hart¨® de que Ferry no le dejara sitio, Roxy Music empezaron a ser otra cosa. El d¨ªa que Kim Deal abandon¨® los Pixies ocurri¨® lo mismo. El problema es que, a diferencia de las otras dos bandas, la evoluci¨®n de Pixies no est¨¢ a la altura de sus or¨ªgenes. Entre 1987 y 1991, fueron uno de esos grupos que te cambiaba por dentro, abr¨ªa puertas, te mostraba qui¨¦n eras. Si se cruzaban en tu camino, se convert¨ªan en algo vital, necesario. En su segunda encarnaci¨®n, la que comienza en 2004 y llega hasta el presente, la importancia de que Pixies sigan en activo revierte sobre todo en sus miembros originales.
Ahora pueden vivir decentemente de su trabajo porque hay miles de personas que por nostalgia o por inercia quieren ver al grupo. Pixies podr¨ªan haber seguido adelante sin Deal, que se fue en 2013 porque se resist¨ªa a grabar nuevas canciones, haciendo algo memorable, incluso distinto, y cometer la heroicidad de existir con nobleza en una ¨¦poca que ya no es suya. En lugar de eso, desde 2014 han publicado tres discos en los que las nuevas ideas producen indiferencia y las viejas suenan solamente a eso. Beneath The Eyrie da fe de ello.
Artista: Pixies
Disco: Beneath The Ayrie
Sello: BMG
Calificaci¨®n: 5 sobre 10
El objeto o criatura que flota en la portada tiene ese regusto lynchiano tan conectado a aquellos Pixies deslumbrantes de los tres primeros ¨¢lbumes, que es de donde se abastecen varias de estas nuevas canciones. Fueron un grupo lun¨¢tico, de voces hist¨¦ricas que generaban una catarsis interminable y furiosa. De esas voces no queda nada, y cuando la bajista Paz Lenchantin subraya las melod¨ªas cantando con Francis, m¨¢s ganas entran de volver a aquellos festines de energ¨ªa al borde del descontrol. La emblem¨¢tica guitarra de Joey Santiago salva constantemente el disco, bien cuando nos recuerda que seguimos escuchando a aquel cuarteto milagroso cuando ya casi no parecen ellos ¨Cen This Is My Fate, por ejemplo-, bien cuando se convierte en una especie de fantasma de aquella inexplicable mezcla de euforia y violencia que un d¨ªa fue el grupo.
Las canciones m¨¢s sobresalientes de Beneath The Eyrie son las que m¨¢s recuerdan a aquella primera ¨¦poca en la que, incluso cuando empezaban a perder fuelle, resultaban fascinantes. Canciones nuevas con demasiadas referencias a canciones viejas, que no van a ninguna parte.?Los Surfers Muertos es como un sobrante de Bossanova y On Graveyard Hill, lo mismo, pero sacada esta vez del caj¨®n de sobrante de Doolittle. St Nazaire y Daniel Boone son de las pocas composiciones que reviven aquella magia original, ofreciendo algo vigente que no sea un aburrido calco del pasado.
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