Tengo un amigo al que no le gusta ¡®Friends¡¯ y no s¨¦ c¨®mo ayudarle
Lo mejor que provoca ¡®Friends¡¯ es una sensaci¨®n casi divina de despreocupaci¨®n por las cuitas del mundo
Tengo un amigo, llam¨¦mosle J, al que no le gusta Friends. As¨ª enunciado, no parece grave. Hasta yo mismo padec¨ª una etapa en la que no me gustaba Friends, pero ten¨ªa dos disculpas: la primera, que era un adolescente que vest¨ªa de negro y utilizaba el gru?ido como ¨²nica forma de comunicaci¨®n; la segunda, que no hab¨ªa visto la serie. Empezar a verla, incorporar una cierta paleta de color a mi vestuario y sonre¨ªr a los dem¨¢s, fue todo uno.
Dir¨¢ mi amigo que as¨ª opera Friends, por idiotizaci¨®n, y no le faltar¨¢n razones. Por la ¨¦poca en que me convert¨ª en fan de Ross, Chandler, Joey, Monica, Rachel y Phoebe, una compa?era de trabajo me lanz¨® el reproche m¨¢s desconcertante que he recibido jam¨¢s: ¡°T¨² es que siempre tienes una sonrisita para todo el mundo¡±. Nunca me hab¨ªan se?alado la amabilidad como un defecto. Luego supe que a esa chica tampoco le gustaba Friends.
El caso de J preocupa porque no solo no es un adolescente o una compa?era de trabajo antip¨¢tica, sino un adulto muy adulto. Un buen t¨ªo que quiere y se hace querer. Habla de Friends con adjetivos despectivos: blanquita, insulsa, etc¨¦tera. Incluso le he o¨ªdo criticar sus risas enlatadas, falsedad terrible, pues las risas eran frescas, proced¨ªan del p¨²blico en el plat¨®.
Me gustar¨ªa ayudarle, invit¨¢ndole a ver uno de los maratones que celebran estos d¨ªas su 25 aniversario. S¨¦ que esta inquina revela un desgarro profundo del alma, una herida que supura y que, con su escozor constante, le impide apreciar la grandeza de este monumento de la comedia. Quisiera llevarle de paseo por ese Greenwich Village imaginario para que se contagie de lo mejor que provoca Friends: una sensaci¨®n casi divina de despreocupaci¨®n por las cuitas del mundo que te lleva a sonre¨ªr incluso a los candidatos de las pr¨®ximas elecciones.
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