Padrino de un guerrero comanche
El bravo Siempre sentado en mal sitio se convierte en ins¨®lito y entra?able protagonista de un cuento para ni?os

Me atraen los comanches tanto como los temo. Tard¨¦ en llegar hasta ellos, no solo porque viven en regiones salvajes e inh¨®spitas en los rincones m¨¢s peligrosos de las novelas y pel¨ªculas de Oeste (y de nuestra imaginaci¨®n), como Centauros del desierto, sino porque siempre hab¨ªa preferido otras tribus de las praderas menos extremas y minimalistas, los cheyennes o incluso los sioux. Los comanches, irreductibles, ariscos, esenciales, tremendos, mort¨ªferos reyes de la incursi¨®n, los jinetes por antonomasia, la mejor caballer¨ªa ligera del mundo (lo dice Custer no yo), son los indios de los indios (por usar la terminolog¨ªa del western cl¨¢sico), la m¨¢s pura expresi¨®n de la libertad, la capacidad guerrera y la excelencia a caballo que concita el t¨¦rmino piel roja. Me dir¨¢n que tambi¨¦n est¨¢n ah¨ª los kiowas y los apaches. Cierto, pero los primeros siempre han sido ¨Cy que el jefe Satanta me perdone- una especie de extensi¨®n de los comanches, mientras que los apaches merecen comer aparte dado su personal¨ªsimo car¨¢cter, no precisamente f¨¢cil, y su historia tan espec¨ªfica.
Los comanches, cuyo h¨¢bito de raptar mujeres ha dado frases tan antol¨®gicas en el cine como la de Randolph Scott en Estaci¨®n Comanche ¨C¡°que los comanches te quiten la mujer es desagradable, pero que te la quite otro hombre blanco, eso ya es peor¡±-, han permanecido en el imaginario del relato de aventuras como los grandes combatientes por naturaleza, valientes, intransigentes, broncos, esquivos, dur¨ªsimos, con un aura de autenticidad y simplicidad, de pureza vamos, basada en su rechazo absoluto a la cultura de los blancos. Desde su territorio central de Llano Estacado, al oeste de Texas, donde solo te adentrabas si eras un Ranger deseoso de martirio, se forjaron un violento imperio n¨®mada, la Comancher¨ªa, y se ganaron fama de ser los indios m¨¢s hostiles, merodeadores, audaces y desenfadadamente crueles (en contraste con la ensimismada crueldad de los apaches) del continente, hasta que se les aplic¨® el mismo trato genocida que al resto de los nativos americanos. Entre sus v¨ªctimas c¨¦lebres se cuenta el biznieto beb¨¦ de Daniel Boone, atravesado por una lanza para hacerlo callar.
Entre la tribu, la banda de los quahadi (ant¨ªlopes) eran los comanches de los comanches, que ya es decir, la cr¨¨me de la cr¨¨me, los espartanos de las praderas, los m¨¢s aut¨¦nticos, los m¨¢s temidos (los tem¨ªan incluso otros comanches) y los ¨²nicos indios que nunca firmaron un tratado.
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Viene todo esto de los comanches a cuento de que inesperadamente me he convertido en padrino putativo de uno de ellos. Se trata de Siempre sentado en mal sitio, un guerrero al que conoc¨ª en El imperio de la luna de agosto, de S. C. Gwynne (Turner), uno de los mejores libros sobre la tribu. All¨ª aparece citado como ejemplo de los curiosos nombres que se daban los comanches, junto a Gran tropez¨®n, Cara arrugada como de viejo, Rompetodo, o esos extraordinarios casos de la onom¨¢stica comanche que son Erecci¨®n que nunca baja (Po-cha-na-quar-hip) y Vagina de coyote (?en qu¨¦ estar¨ªa pensando su padre?). A pesar de nombre tan desafortunado que otros han traducido por Vulva de loba, sin que yo, con mis escasos conocimientos de la lengua comanche, pueda decirles cu¨¢l es m¨¢s acertado, Isa-tai fue un gran personaje, un hombre medicina buen amigo del gran jefe Quanah Parker. Es verdad que meti¨® a su tribu en buen l¨ªo haci¨¦ndoles que confiaran en su poderosa magia para evitar las balas, lo que result¨® en el frustrado ataque a Adobe Walls, donde los cazadores de b¨²falos se entretuvieron en derribar a m¨¢s de cien comanches con sus poderosos rifles Sharp de calibre .50.
En fin, resulta que el otro d¨ªa me escribi¨® la autora y editora Teresa Ben¨¦itez para decirme que un texto en el que yo citaba el guerrero la ha inspirado para un cuento de ni?os. Afortunadamente no se trata de Vagina de coyote, sino de Siempre sentado en mal sitio. El relato, ilustrado por Enrique Heras y publicado por la propia editorial de Ben¨¦itez, A Fin de Cuentos, se acaba de poner a la venta en librer¨ªas y es la historia de un ni?o comanche de siete a?os, Siempre sentado en mal sitio, efectivamente, que anda todo el d¨ªa lleno de cicatrices y moratones a causa del h¨¢bito que le ha dado nombre, aunque ¨¦l no entiende porqu¨¦ le han llamado as¨ª. El peque?o comanche es, claro, un travieso de a¨²pa y un aventurero de la especie de Tom Sawyer y Huckleberry Finn que se cae al r¨ªo y se lleva trompazos continuamente. La verdad me ha hecho gracia ver al guerrero comanche convertido en el peque?o Hiawatha. Y como dec¨ªa, me siento un poco su padrino.
Del Siempre sentado en mal sitio real sabemos pocas cosas. No es Nube roja, Caballo loco o Ger¨®nimo y ha dejado apenas rastro. He recabado ayuda al Comanche National Museum and Cultural Centre de Lawton, Oklahoma, una activa instituci¨®n dedicada a proteger, investigar y divulgar el acervo de la tribu, pero solo he averiguado unos pocos detalles del personaje, y no muy favorables. Lo que es l¨®gico porque proceden del informe de su encarcelamiento, de su ficha policial como si dij¨¦ramos. Su nombre comanche era Tis-cha-kah-da, med¨ªa poco m¨¢s de 1,63 metros y fue arrestado en Fort Still, territorio indio, en abril de 1875 cuando contaba 31 a?os. Se le describe como ¡°mal tipo, siempre fuera de casa tratando de robar caballos o en el sendero de la guerra¡±. Y se a?ade: ¡°Uno de los desperadoes que el capit¨¢n Lee del 10? de Caballer¨ªa captur¨® en Double Mountain a finales de 1873¡±. Nuestro hombre fue enviado junto con otros guerreros como Mont¨®n de rocas, Contando algo y Plumas de la cola a Fort Marion, el antiguo castillo espa?ol de San Marcos, en San Agust¨ªn, Florida, devenido prisi¨®n para indios (entre ellos Osceola, el jefe seminola, y el apache Chato). All¨ª estuve yo hace un par de a?os (de visita) sin saber entonces que me ver¨ªa relacionado con uno de los presos. Espero poder obtener m¨¢s datos sobre ¨¦l. Completar la historia del ni?o comanche que vive feliz en su cuento sin imaginar qu¨¦ le deparar¨¢ el futuro...
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