Un pu?etazo por el clima
El planeta inh¨®spito, t¨ªtulo de referencia sobre el tema, no habla de los motivos del calentamiento global, sino de sus consecuencias: inundaciones, incendios, hambrunas
Este libro es un pu?etazo. Pero no un ?pu?etazo encima de la mesa, un pu?etazo en la mitad de las conciencias. Un ya est¨¢ bien que, probablemente, ser¨¢ deso¨ªdo. Desde el punto de vista de la ciencia no se puede llegar m¨¢s lejos. Sabemos las causas y las consecuencias, y conocemos las incertidumbres, pero est¨¢n en el lado de las decisiones pol¨ªticas. Porque que el cambio clim¨¢tico es una amenaza real est¨¢ fuera de toda duda; es una crisis mundial en la que ¡°no hace falta considerar los escenarios m¨¢s pesimistas para alarmarse¡±. Este no es un libro sobre el cambio clim¨¢tico, sino sobre sus consecuencias.
David Wallace-Wells, en su contundente El planeta inh¨®spito. La vida despu¨¦s del calentamiento re¨²ne a?os de investigaciones climatol¨®gicas destiladas en 254 p¨¢ginas destinadas a eliminar tibiezas y en 100 p¨¢ginas de notas que las sustentan. No, no estamos ante un peque?o problema que se acabar¨¢ resolviendo por s¨ª mismo. No, ya no es posible que una desconocida y maravillosa tecnolog¨ªa resuelva la cat¨¢strofe en dos d¨¦cadas. No, ya nada ser¨¢ igual. ¡°No volver¨¢ a haber normalidad¡±.
As¨ª de radical presenta este periodista lo que se nos viene encima. Sin medias tintas, porque esto es algo que sabemos hace tiempo y sobre lo que nos llamamos reiteradamente andana: ¡°Ya hemos causado tanta devastaci¨®n a sabiendas como en nuestra ignorancia¡±, dice al anotar que desde 1992 ¡ªel a?o que Al Gore public¨® su libro¡ª hemos vertido tantos gases de efecto invernadero debido a la quema de combustible f¨®siles como desde el principio de la revoluci¨®n industrial. El 85% del total lo hemos producido desde el final de la II Guerra Mundial.
Wallace-Wells plantea una pregunta ¡°que es pol¨ªtica, no cient¨ªfica¡±: ?cu¨¢nto aumentar¨¢n las temperaturas? Es algo imposible de saber ahora, pero no por falta de conocimiento, sino por falta de datos. La respuesta depende solo de cu¨¢ndo empecemos a actuar y de la intensidad con la que lo hagamos. Se trata, en esencia, de ¡°cu¨¢nto CO2 m¨¢s decidimos emitir, que no es una pregunta para las ciencias naturales, sino para las ciencias humanas.¡±
Como las ranas en la olla que se va calentando lentamente, no parecemos ser conscientes de que nos acercamos al punto de ebullici¨®n. Y Wallace-Wells nos muestra en su libro lo que denomina ¡°los elementos del caos¡±, la manera en la que el calor acabar¨¢ con la vida de millones de personas, que padecer¨¢n hambrunas, incendios y desastres ¡°ya no naturales¡±.
¡°Que el mar se volver¨¢ mort¨ªfero se da por descontado¡±, dice al hablar de la acidificaci¨®n de los oc¨¦anos. La subida de nivel del mar depende tambi¨¦n del momento en que decidamos tomarnos esto en serio, pero, aun en mejor de los casos, supondr¨¢ unos dos metros para fin de siglo. Y, si no detenemos las emisiones, en 2100 ¡°hasta el 5% de la poblaci¨®n mundial ser¨¢ v¨ªctima de inundaciones cada a?o¡±. Entre 2014 y 2019 el mar ha subido 5 mil¨ªmetros al a?o, frente a 4 entre 2007 y 2016 y los 3,2 en periodos anteriores. ¡°No lo vemos porque no queremos verlo¡±.
Otro de los problemas venideros, que ya est¨¢ presente en nuestras ciudades, se reconozca o no, es la irrespirabilidad del aire que nos rodea: ¡°Ya hoy mueren a diario m¨¢s de 10.000 personas debido a la contaminaci¨®n atmosf¨¦rica¡± en todo el mundo. Y a todo ello hay que a?adir las notables repercusiones econ¨®micas, que supondr¨¢n ¡°una media de reducci¨®n de los ingresos per capita del 23% a escala mundial para finales de este siglo en comparaci¨®n con la trayectoria de desarrollo econ¨®mico en ausencia de cambio clim¨¢tico¡±.
El c¨²mulo de datos y de cifras, la aparente lentitud del cambio, la dificultad humana para comprender y asumir las consecuencias a largo plazo de nuestros actos hacen que no nos tomemos en serio esta emergencia clim¨¢tica. Porque ¡°nadie quiere ver venir el desastre, pero quienes miran lo ven¡±. Sabemos positivamente que ¡°ning¨²n humano ha vivido nunca en un planeta tan caliente¡±, as¨ª que esa puede ser, dice el autor, la soluci¨®n de la paradoja de Fermi, cuando hablando de vida inteligente extraterrestre se preguntaba ?d¨®nde est¨¢n? Quiz¨¢ su planeta sucumbi¨® al clima. Cada dato, cada afirmaci¨®n del autor, apoyada en una potente bibliograf¨ªa, es un aldabonazo cuyo m¨¢ximo riesgo es que resuene en el vac¨ªo.
La opulencia en la que hemos vivido juega en contra de la acci¨®n. Nuestro pensamiento est¨¢ anclado en una cierta vaga idea de progreso que, de haber sido real, ha dejado de serlo. Se dice con frecuencia que, a partir de ahora, cada generaci¨®n sucesiva vivir¨¢ peor que la anterior, pero no somos capaces de entender qu¨¦ significa eso. Y por eso, dice el autor, no hacemos frente como debi¨¦ramos a la emergencia clim¨¢tica.
Como los terraplanistas de hace 500 a?os menos tres, al regreso de Elcano del viaje de Magallanes, los negacionistas del cambio clim¨¢tico, francotiradores o agrupados, pretenden negar la evidencia. Siempre los ha habido, lo malo es si determinan las pol¨ªticas, si su arrastrar de pies nos lastra a todos, como acabamos de ver en la reuni¨®n convocada por Ant¨®nio Guterres en la sede de Naciones Unidas, en Nueva York. Porque ¡°cada uno de nosotros impone algo de sufrimiento sobre nuestros yos futuros cada vez que pulsamos el interruptor de la luz, compramos un billete de avi¨®n o nos abstenemos en unas elecciones¡±.
El planeta inh¨®spito. David Wallace-Wells. Traducci¨®n de Marcos P¨¦rez S¨¢nchez. Debate, 2019. 348 p¨¢ginas. 22,90 euros.
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