Justicia divina
Perera pincha una faena muy aplaudida y Ure?a corta una oreja ante toritos modernos
![Miguel ?ngel Perera muletea con la mano derecha al quinto de la tarde.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/BIV2XHIHIOBQC4FB3DSOLPUZMI.jpg?auth=284bffd648ef3a775a0c4bb8e46024707128580cb86c6e0dfe07afcf3b52391d&width=414)
Estaba en el ruedo el quinto de la tarde, un anovillado ejemplar con el hierro de N¨²?ez del Cuvillo, mientras parte de los tendidos gritaba y protestaba solicitando la devoluci¨®n del animal. ?El motivo? Su -aparente- escas¨ªsima fuerza. Brazos levantados, pa?uelos verdes al aire y la sensaci¨®n de que, tanto el toro, como el hipot¨¦tico trasteo a realizar por su matador, estaban condenados al olvido.
Falt¨® el canto del duro para que Portugu¨¦s, que as¨ª se llamaba el astado, regresara de vuelta a los corrales, pero el presidente decidi¨® mantenerlo en el ruedo. Pas¨® el tercio de banderillas, y Miguel ?ngel Perera cogi¨® la muleta y el estoque simulado y se dirigi¨® al centro del ruedo para citar al toro con la mano derecha. Y all¨ª que fue el de Cuvillo, con un galope inesperado.
Todo el mundo pensaba que esa movilidad no era m¨¢s que un espejismo, pero no. Como buen torito moderno, Portugu¨¦s sac¨® fondo y aguant¨®. Nobil¨ªsimo, de gran fijeza, clase, humillaci¨®n y recorrido, fue el animal so?ado para el torero.
Para el torero y para el p¨²blico actual, ignorante de lo que es o deber¨ªa ser un toro bravo. Porque s¨ª, claro que Portugu¨¦s embisti¨® con superior calidad, pero ?y la casta?, ?y la exigencia?, ?y la fiereza? Su comportamiento, empalagosamente obediente, fue m¨¢s propio de un animal dom¨¦stico que de un toro de lidia.
J. P. DOMECQ, DEL CUVILLO, DEL R?O / PERERA, URE?A
Toros de Juan Pedro Domecq (1? y 4?), N¨²?ez del Cuvillo (2? y 5?), Victoriano del R¨ªo (3?) y un sobrero de Jos¨¦ V¨¢zquez(6? bis), muy desiguales de presentaci¨®n (serios 1? y 6?; mal presentado el anovillado 5?; y muy justos los tres restantes), mansos, nobles y blandos en conjunto. Destac¨® el 5? por fijeza y calidad.
Miguel ?ngel Perera: estocada trasera, ca¨ªda y atravesada (silencio); pinchazo, estocada ligeramente trasera y atravesada _aviso_ y un descabello (silencio); pinchazo y metisaca en los blandos (vuelta al ruedo).
Paco Ure?a: estocada (oreja); estocada corta desprendida y algo atravesada (silencio); estocada corta ligeramente trasera y atravesada _aviso_ (saludos).
Plaza de toros de Las Ventas. Domingo, 29 de septiembre. 3? de la Feria de Oto?o. Lleno aparente (23.624 espectadores y lleno de "no hay billetes", seg¨²n la empresa).
As¨ª que, Perera, que hab¨ªa sido silenciado en sus dos primeros turnos, se encontr¨® con la oportunidad ideal de cambiar el sino de su tarde. Y lo logr¨®. De haber matado a la primera, habr¨ªa cortado las dos orejas, march¨¢ndose a hombros por la puerta grande. Sin embargo, tras toda una lecci¨®n de destoreo moderno, se le fue la mano y pinch¨® en los blandos. Justicia divina.
El extreme?o, que aprovech¨® la fijeza y movilidad de su ¡°oponente¡±, le dio distancia y cit¨® de lejos, algo inusual en su particular tauromaquia de cercan¨ªas. Y templ¨®, y mand¨®, y lig¨®, y baj¨® la mano, s¨ª, pero casi siempre en l¨ªnea y descargando la suerte. No import¨®; el p¨²blico, triunfalista, se enardeci¨® r¨¢pidamente, llegando incluso a ponerse en pie. Ay, Madrid.
Bien anduvo toda la tarde Perera con el capote, tanto a la ver¨®nica, como en un quite por personales gaoneras o en un bello galleo por chicuelinas. Y realmente bien estuvieron dos subalternos de su cuadrilla. Javier Ambel, con las banderillas, y Jos¨¦ Chac¨®n, en la brega, brillaron en el segundo tercio del tercero de la tarde, que llev¨® la divisa de Victoriano del R¨ªo y pareci¨® un perrito faldero por su insoportable nobleza, flojedad y soser¨ªa.
Aseado se mostr¨® con ¨¦l Perera en una faena tan larga como falta de emoci¨®n. Lo mismo que ante el primero, de Juan Pedro Domecq, de similar soser¨ªa.
En los chiqueros, como primer sobrero aguardaba Ma?anero, un imponente cinque?o perteneciente a la ganader¨ªa de Jos¨¦ V¨¢zquez. Y, cosas del destino, aunque no lo hizo en quinto lugar, finalmente s¨ª salt¨® al ruedo. Lo hizo para sustituir al inv¨¢lido sexto de Victoriano, que correspond¨ªa a Paco Ure?a.
Con una fuerte ovaci¨®n fue recibido el triunfador de San Isidro, que regres¨® a Las Ventas tres meses y medio despu¨¦s de abrir la puerta grande. A pie se march¨® esta vez Ure?a, que cort¨® una oreja del segundo, un toro de Cuvillo justo de todo. Su faena, muy medida y rematada con una gran estocada, cont¨® con detalles de enorme gusto, torer¨ªa y pureza.
Como el inicio. Tres pases por alto a los que siguieron otros cuantos por bajo pre?ados de arte. Uno del desprecio fue monumental. De frente, encajado, tore¨® con templanza y dej¨® un cambio de mano al ralent¨ª que hizo crujir la plaza. Luego, antes de irse a por la espada, a pies juntos, muy cruzado y mirando al tendido, un pase de pecho bordado.
Y poco m¨¢s pudo hacer el murciano, que tras mostrar su versi¨®n m¨¢s ap¨¢tica y mec¨¢nica frente al sos¨ªsimo cuarto de Juan Pedro, no tuvo m¨¢s remedio que perseguir al rajado sobrero de Jos¨¦ V¨¢zquez, que adem¨¢s se defendi¨® lanzando derrotes con la cara suelta. El destino y la (mala) fortuna.
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