El Cid, torero de Madrid
El diestro sevillano dio una vuelta en su despedida ante una descastada corrida de Fuente Ymbro
FUENTE YMBRO / EL CID, DE JUSTO, MAR?N
Toros de Fuente Ymbro -el segundo, devuelto-, correctos de presentaci¨®n,? cumplidores en varas -mansos quinto y sexto-, nobles, descastados, desfondados y con poca clase. Sobrero de Manuel Bl¨¢zquez, feo, astifino y descastado.
El Cid, que desped¨ªa de Madrid: casi entera atravesada (silencio); estocada (vuelta al ruedo).
Emilio de Justo: dos pinchazos y estocada -aviso- (palmas); estocada ca¨ªda y dos descabellos (ovaci¨®n).
Gin¨¦s Mar¨ªn: dos pinchazos y media (silencio); pinchazo y estocada (silencio).
Plaza de Las Ventas. 4 de octubre. Cuarta corrida de la Feria de Oto?o. Casi lleno (19.535 espectadores, seg¨²n la empresa).
No se hab¨ªa roto a¨²n el pase¨ªllo cuando una gran pancarta surgi¨® del tendido 7 que dec¨ªa: ¡°El Cid, torero de Madrid. Gracias¡±, y la plaza entera irrumpi¨® en una ovaci¨®n que agradeci¨® el torero desde la raya del tercio; pero, instantes despu¨¦s, cuando los alguacilillos abandonaban el ruedo, otra vez brotaron los aplausos desde el mismo lugar, y El Cid volvi¨® a de nuevo a saludar montera en mano. Eso se llama cari?o.
Y Manuel Jes¨²s, que es hombre agradecido, brind¨® sus dos toros a la concurrencia; en la segunda ocasi¨®n, incluso se dio una carrerita desde la barrera hasta el centro del anillo para confirmar que se despide hecho un chaval.
Despu¨¦s, tras matar a ese cuarto toro de una certera y fulminante estocada (caso sorprendente en quien ha perdido tantos triunfos al fallar con el acero), hinc¨® su rodilla derecha en la boca de riego y lanz¨® besos a los tendidos, en se?al inequ¨ªvoca de agradecimiento; y el p¨²blico, m¨¢s agradecido a¨²n, le invit¨® a dar una clamorosa vuelta al ruedo en esta plaza donde tantas tardes de gloria ha protagonizado y otras tantas de desencanto. Adem¨¢s, Emilio de Justo y Mar¨ªn le brindaron sus ¨²ltimos toros y a hombros sali¨® El Cid por la puerta de cuadrillas entre el contento general.
Era el d¨ªa de su adi¨®s y abundaron las sonrisas, las palmas, los besos, los abrazos, los claveles, los abanicos y un largo trago de vino para el torero de una bota lanzada desde el tendido.
Ese fue el protocolo, tan sincero como emocionante.
El toreo solo pudo ser emotivo; es verdad que El Cid lo intent¨® de veras de capote y muleta, pero ni el cuerpo ni el coraz¨®n son los mismos despu¨¦s de veinte a?os de alternativa, en los que ha madurado entre muchas dificultades y esforzadas alegr¨ªas.
Recibi¨® a su primero con un par de templadas ver¨®nicas, rematadas con una preciosa media y quit¨®, despu¨¦s, por cadenciosas chicuelinas. Tras el brindis, tom¨® la muleta con la zurda, su mano buena, y quiso rivalizar consigo mismo y volver 15 a?os atr¨¢s cuando El Cid era la referencia del toreo al natural. El toro, justo de casta, escaso de alegr¨ªa, negado para la humillaci¨®n y corto de recorrido, no fue el colaborador so?ado, y al torero le falt¨® un punto de entrega y arrojo, esa l¨ªnea que separa una faena aseada de otra clamorosa. Fue la lecci¨®n de un viejo profesor, sabio y respetable, pero sin la pasi¨®n contagiosa de la exitosa madurez.
El cuarto se desplom¨® en varias ocasiones y cay¨® por ¨²ltima vez tras la contundente estocada que le recet¨® El Cid. Paradojas del destino: despu¨¦s de tantos pinchazos en tardes de gloria, una estocada de verdad el d¨ªa de la despedida.
Ni Emilio de Justo y Gin¨¦s Mar¨ªn tuvieron toros para el triunfo. Ciertamente, la corrida de Fuente Ymbro llevaba dentro una profunda decepci¨®n, muy descastada y deslucida, desfondada y sin clase.
No obstante, De Justo volvi¨® a demostrar que es torero de una pieza, serio, contundente, valeroso, cruzado siempre, obligando a embestir a sus oponentes. No hubo faena triunfal, pero s¨ª la constataci¨®n de la fuerza del conocimiento, el compromiso y el mando en la cara del toro.
Muy feo era el sobrero de Manuel Bl¨¢zquez y desinflado en el tercio final, ante el que el torero demostr¨® su mente despejada y sus maneras ortodoxas y cl¨¢sicas; nada pudo hacer ante el muy descastado quinto.
Y Mar¨ªn tuvo a¨²n peor suerte. Deslucido fue su lote y ¨¦l mostr¨® decisi¨®n y af¨¢n con la muleta tras lucirse con el capote al recibir al sexto.
La corrida del s¨¢bado
Toros de seis ganader¨ªas, para Antonio Ferrera como ¨²nico espada.
Babelia
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