Era para tanto
?Se puede escribir la historia del arte visualmente, m¨¢s all¨¢ del texto? La Fundaci¨®n Juan March dedica al dilema una exposici¨®n
El 7 de noviembre de 1929, s¨®lo pocos d¨ªas despu¨¦s del crash de la Bolsa, el MOMA se inaugur¨® con una exposici¨®n de C¨¦zanne, Gauguin, Seurat y Van Gogh en seis peque?as salas del 730 de la Quinta Avenida de Nueva York. Eran ya entonces cuatro de los pintores posimpresionistas europeos m¨¢s conocidos, pero todav¨ªa era raro ver su trabajo en Nueva York. El entusiasmo fue inmediato. Tanto a Abby Aldrich Rockefeller, Lillie P. Bliss y Mary Quinn Sullivan, las tres coleccionistas que fundaron el MOMA, lo que les interesaban eran los artistas comprometidos con su tiempo, modernos, rompedores para aquellos a?os veinte donde ellas todav¨ªa pintaban poco. El Metropolitan hab¨ªa anunciado su European Focus Program para patronos del arte, pero no admit¨ªan donaciones de mujeres, as¨ª que optaron por un plan b: abrir su museo. No fueron las ¨²nicas. El Whitney inaugur¨® poco despu¨¦s, en 1931, gracias a Gertrude Vanderbilt y The Museum of Non-Objective Painting, la primera encarnaci¨®n del Guggenheim, lo hizo en 1939 gracias al empuje de la baronesa Hilla Rebay von Ehrenwiesen. La idea era que por el MOMA circulara lo m¨¢s nuevo, el arte del futuro, una idea avivada por aquella revolucionaria edici¨®n del Armory Show de 1913 y por defensores de lo moderno como Alfred Stieglitz, autor de la fotograf¨ªa que convirti¨® el Urinario de Duchamp en un icono, y Walter Arensberg, el mayor coleccionista del artista.
Cuando Peggy Guggenheim abri¨® en 1942 la galer¨ªa-museo Art of this Century, el MOMA ya era el paradigma del canon del arte moderno occidental. El responsable fue un profesor de arte de 27 a?os, llamado Alfred H. Barr, que cogi¨® la direcci¨®n del museo con el mismo amor por los nuevos tiempos. Pronto empez¨® a idear exposiciones creando una dimensi¨®n est¨¦tica que parec¨ªa aut¨®noma e hist¨®rica a la vez. Sin crear una atm¨®sfera de ¨¦poca, suger¨ªan una secuencia cronol¨®gica casi perfecta. Fue as¨ª como se invent¨® un campo museol¨®gico totalmente nuevo y una forma de narrar el arte del siglo XX que pronto fue copiada por otros museos, especialmente a ra¨ªz del primer arquetipo de ese tipo de exposiciones, la todav¨ªa m¨ªtica hoy Cubismo y arte abstracto, de 1936.
La exposici¨®n es una suerte de arqueolog¨ªa del presente, un viaje por los entresijos de la historia
Recorrerla ahora en la Fundaci¨®n Juan March es una suerte de arqueolog¨ªa del presente. Algo as¨ª como un viaje por los entresijos de lo que significa pensar la historia. Tambi¨¦n, la gran sorpresa que esconde un proyecto tan generoso como Genealog¨ªas del arte, o la historia del arte como arte visual. Ideado por Manuel Font¨¢n del Junco junto a Jos¨¦ Lebrero Stals, director art¨ªstico del Museo Picasso de M¨¢laga, donde la exposici¨®n viajar¨¢ el a?o que viene, tiene un grado de sofisticaci¨®n alto. La premisa es analizar las narrativas visuales de la historia del arte desde el punto espec¨ªfico en el que las ejercen los museos y las exposiciones. Es decir, darle la vuelta a la exposici¨®n como resultado final de una idea para ver c¨®mo todas esas ideas previas se piensan, se estructuran y se explican m¨¢s all¨¢ de un texto.
Tiran, claro, de ¨¢rboles geneal¨®gicos, esquemas y alegor¨ªas, desde una peque?a recreaci¨®n del Atlas Mnemosyne, de Aby Warburg, hasta las Guerrilla Girls en medio de la historia, pasando por las parodias de Pablo Helguera sobre el mundo del arte, aunque de manera especial, y a modo de homenaje, del diagrama que hizo Alfred H. Barr para aquella m¨ªtica exposici¨®n en el MOMA y que plant¨® en la sobrecubierta del cat¨¢logo a modo de statement. A ese mapa mental est¨¢ dedicada la parte central de la exposici¨®n. Con ¨¦l, Barr pretend¨ªa hacer visible la genealog¨ªa del arte moderno desde 1890 hasta 1936, para tratar de comprender esos relatos geneal¨®gicos que establecen relaciones de parentesco entre ideas y movimientos art¨ªsticos que coexisten en un determinado momento y lugar. Un diagrama estudiado, cuestionado, corregido y hasta parodiado que escribe uno de los cap¨ªtulos de la historia del arte del siglo XX.
Lejos de reconstruir tal cual la m¨ªtica exposici¨®n de Alfred H. Barr, la Fundaci¨®n Juan March hace algo todav¨ªa m¨¢s complejo al colocar el diagrama en el suelo del espacio expositivo y sustituir ideas por obras de arte para comprobar si era para tanto la genealog¨ªa de Barr. Las tres generaciones de artistas concentrados en este laberinto visual funcionan a la perfecci¨®n, tanto por exceso como por defecto. Es una maravilla como revisi¨®n hist¨®rica. Todo el canon del arte moderno occidental est¨¢ ah¨ª, incluso dos de las obras que estuvieron en la m¨ªtica exposici¨®n del MOMA en 1936: Paisaje con dos chopos, 1912, de Vasili Kandinsky, y Mujer en un sill¨®n, 1929, de Pablo Picasso, una haza?a sabiendo lo costosos que son ese tipo de pr¨¦stamos. Aunque en las obras reunidas aqu¨ª no est¨¢n todos los que fueron. Ni una artista mujer, ni una mirada a Latinoam¨¦rica, ni una referencia a ?frica que no fuera bajo el exotismo de las m¨¢scaras cogidas como estandarte en las primeras vanguardias. Y confieso que echo de menos un gui?o a esos silencios en tanto que revisi¨®n colateral del dichoso canon.
La exposici¨®n abre el debate a modo de caso de estudio, una tipolog¨ªa expositiva que otros museos como el IVAM, especialmente desde la llegada de Sergio Rubira, aplican tambi¨¦n a sus revisiones hist¨®ricas. Sin duda es la forma m¨¢s inteligente de hacerlo, abriendo las costuras de la historiograf¨ªa todo lo posible, para ubicar ah¨ª nuevas lecturas y teor¨ªas. S¨®lo por la amplitud de miras con la que est¨¢ planteada, la exposici¨®n ya merece una visita. Uno sale con m¨¢s preguntas que respuestas de un recorrido visual que da muchas pistas para entender lo que todav¨ªa est¨¢ por escribir. La Fundaci¨®n Juan March lo hace visualmente, tirando de conocimiento acad¨¦mico y de divulgaci¨®n inespec¨ªfica del arte, y estirando los l¨ªmites de lo que se supone que debe ser una exposici¨®n. Otro ¨¦xito de su buen quehacer como instituci¨®n cultural.
Todo el canon del arte moderno occidental est¨¢ ah¨ª, pero ah¨ª no est¨¢n todos los que fueron
La gran gesta para historiadores, cr¨ªticos o comisarios seguramente sea llegar a comprender su propio tiempo. Historiar e historiografiar a tiempo real. Lo intent¨® con ¨¦xito Alfred H. Barr con su exposici¨®n revisada ahora en la Juan March. Despu¨¦s ha habido muchos otros ensayos. Entre los m¨¢s recientes est¨¢ la exposici¨®n Antes que todo, en el CA2M en 2010, otro centro de arte especialmente af¨ªn a los casos de estudio. Sabemos que la historiograf¨ªa est¨¢ llena de agujeros por los que se escurre lo can¨®nico y lo normativo. Tambi¨¦n que la historia es un ¨¢rbol de historias. En tiempos de los Visual Studies, donde el diagrama de antes ha mutado en la conferencia performativa de ahora, la exposici¨®n sigue buscando nuevos formatos, lugares, pr¨¢cticas y comportamientos multiplicando las afinidades electivas y, sobre todo, afectivas.
Genealog¨ªas del arte, o la historia del arte como arte visual. Fundaci¨®n Juan March. Madrid. Del 11 de octubre al 12 de enero de 2020.
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