Liquiden a los expertos
Una consecuencia de la era digital: la devaluaci¨®n, incluso el desprecio, de los especialistas
Tal vez se habr¨¢n enterado, tal vez no. El 30 de septiembre, el nuevo alcalde de Madrid desconect¨® M21 Radio, la emisora municipal. Era previsible, me dir¨¢n: anda empe?ado en borrar cualquier rastro de la anterior alcaldesa. Pero no hablo de la vendetta: lo chocante ha sido la agresividad desplegada desde la galaxia PP-Ciudadanos-Vox. La concejal Andrea Levy, que se supon¨ªa sensible a las cuestiones culturales, celebr¨® la decisi¨®n retratando reiteradamente la emisora como un nido de paniaguados.
Manten¨ªan as¨ª la teor¨ªa, desarrollada antes de que M21 se pusiera en marcha, de que aquello ser¨ªa un abrevadero de tertulianos hostiles a la derecha. Como puede que nunca sintonizaran el 88.6, debo informarles que el colectivo de opinadores sobre pol¨ªtica no ha sido afectado: no ten¨ªa hueco en M21. Por el contrario, Jos¨¦ Luis Mart¨ªnez-Almeida ha dejado a la intemperie a los cuarenta o cincuenta expertos que desarrollaban la mayor parte de la programaci¨®n.
Laboralmente, colaboradores externos: especialistas en cine, literatura, educaci¨®n, teatro, historia, c¨®mic, filosof¨ªa, deportes, ecolog¨ªa y muy especialmente, m¨²sica en todas sus variedades. Una gente, entre la que tengo el honor de incluirme, que dedic¨® dos, tres a?os de su vida a sus programas de M21.
Pasado el momento del estupor y la furia, empiezo a sospechar que el problema no estaba en las materias tratadas; quiz¨¢s lo decisivo fue nuestra condici¨®n de ¡°expertos¡±. El signo de los tiempos: como dijo Michael Gove, el antiguo ministro todoterreno al que Boris Johnson encarg¨® negociar el Brexit, ya basta de expertos. Se refer¨ªa a los economistas pero, en la era de Internet, es aplicable a cualquier campo. Se supone que, con una conexi¨®n a la Red, podemos resolver nuestras dudas respecto a la disciplina que nos interese.
En el negociado de la m¨²sica pop, esa idea ha resultado intoxicante. Con el acceso a las mismas bases de datos, los reportajes y los programas tienden a uniformarse. Aqu¨ª, asistimos a una imperceptible degradaci¨®n: informaci¨®n no equivale a conocimiento y, desde luego, no reemplaza a la reflexi¨®n. De ah¨ª la abundancia de apuntes absurdos e imposibles de contrastar -las cifras de ventas de tal o cual artista- que ascienden a la categor¨ªa de argumentos irrebatibles, los t¨®picos sobados que indefectiblemente vuelven a resucitar.
Y luego est¨¢ el peque?o secreto sucio. Presionado por la urgencia (¡°r¨¢pido, lo necesitamos r¨¢pido¡±), el escriba se enfrenta a la tentaci¨®n del cortar, copiar y pegar. En su versi¨®n m¨¢s venial, el amanuense se limita a manipular un fragmento de un texto propio anterior; otros facturan verdaderas ensaladas de apropiaciones que ni siquiera se ocultan.
Resulta terrible comprobar como la jerga de Recursos Humanos ha contaminado el territorio del periodismo: el experto est¨¢ sobrecualificado. En realidad, lo que quieren decir es que exige que se le pague decentemente y, vaya, con esa cantidad se podr¨ªa contratar a varias personas sin m¨¦ritos acreditados. El dilema de calidad contra cantidad ofrece una salida inesperada en el caso de M21. La soluci¨®n radical: como la Reina Roja de Lewis Carroll, Mart¨ªnez-Almeida ha optado por el ¡°?Que les corten la cabeza!¡±. Una resoluci¨®n tajante, higi¨¦nica, admirable en su brutalidad.
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