Netflix, ese eficaz y deseado aparato de propaganda
La plataforma lidera la oferta de ficciones y documentales producidos por pa¨ªses, pol¨ªticos y empresas deseosos de lavar su imagen
Una de las maneras modernas de perder el tiempo a conciencia consiste en zapear preventivamente por las plataformas audiovisuales de pago. Preventivamente, decimos, porque en nuestra proverbial capacidad de indecisi¨®n, agudizada por el bombardeo de ofertas permanentes, uno no acaba de quedarse en ning¨²n sitio mientras surfea con mando por todos los mundos posibles.
Uno de ellos es el de la propaganda. La plataforma estrella de todo tipo de mensajes subliminales ¨Cy descarados- es Netflix. Su mosaico de ofertas se ha convertido en un espacio para la manipulaci¨®n a trav¨¦s de dos de las formas de expresi¨®n m¨¢s eficaces para ello: la ficci¨®n y el documental. La primera es la favorita de los estados. La segunda, de la pol¨ªtica, la empresa, el artisteo.
Caso aparte es The Crown. Los brit¨¢nicos han logrado con la firma de Netflix como productora una verdadera obra maestra. En muchos sentidos. Primero como pieza art¨ªstica. Despu¨¦s, como proyecto de imagen cara a consagrar como decisivo el reinado de Isabel II en la Historia. La serie representa todo un paradigma de la m¨¢s sofisticada comunicaci¨®n moderna. Su creador, el guionista Peter Morgan, ya apunt¨® maneras ayudado por Stephen Frears en The Queen. Contaba entonces c¨®mo la corona brit¨¢nica y los representantes de la soberan¨ªa, acaban pactando sabiamente en el ¨²ltimo minuto para asegurar la supervivencia de la instituci¨®n. En Espa?a tuvimos un precedente con aquella serie que amarr¨® al personal a la butaca contando la labor de Juan Carlos I en el golpe de Estado titulada 23-F: El d¨ªa m¨¢s dif¨ªcil del rey. Luego fue el mismo monarca quien malgast¨® su cr¨¦dito de cacer¨ªa. Pero aquel producto lo ase¨®.
Lo malo son las copias y ese quiero y no puedo cutre que se abre paso en la oferta del canal. Rusia e Israel se disputan los primeros puestos en ese sentido. Una con productos como Trotsky y algunas ayudas por parte brit¨¢nica con la docuficci¨®n titulada Los ¨²ltimos zares. La primera ha encendido los ¨¢nimos de sus seguidores por la imagen infame que a su juicio hacen de ¨¦l y sobre la que planea la sombra de Putin, partidario de suavizar los efectos de Stalin en la Historia de su pa¨ªs.
Israel apuesta a conciencia con productos como El esp¨ªa, protagonizada por Sacha Baron Cohen o series documentales como El Mosad, donde diversos agentes secretos cuentan sus m¨¦todos y dan al traste con ese mito de eficacia sin fisuras de los servicios de espionaje israel¨ªes. Abrirse las venas en p¨²blico con interioridades para ganar adeptos a la causa les puede costar caro.
El esp¨ªa relata la historia de Eli Cohen, un agente infiltrado en Siria, fundamental para el desarrollo de la guerra de los seis d¨ªas. Era tan brillante en su pericia camale¨®nica que a punto estuvieron de nombrarle ministro de defensa. La firma Gideon Raff, inspirador de Homeland y anda a a?os luz de las ampollas que ha levantado por otra parte Our Boys, en HBO, con una condena directa de Netanyahu.
Latinoam¨¦rica empieza a apostar fuerte. Bol¨ªvar, un biopic algo m¨¢s aseado que lo que Ch¨¢vez y Maduro perpetraron con Libertador, es un ejemplo. Cutre, por el momento y lejos de lo que dio el pistoletazo al inicio de la narco telenovela con Pablo Escobar, el patr¨®n del mal, quiz¨¢s a¨²n, la mejor versi¨®n que se ha rodado sobre el personaje. Ambas las produjo Caracol Televisi¨®n.
De las cloacas a la esfera de la alta pol¨ªtica, cabe resaltar que Obama tampoco se corta buscando en Netflix un aliado. Tambi¨¦n con resultados desastrosos, por el momento. Al menos en lo que se refiere a Barry. Cuenta la juventud del presidente dem¨®crata, sosa, aplicada y carente de chicha. Ah¨®rrenselo. Y eso que es un producto t¨ªpicamente americano, inventores de todo un canon para promocionar una visi¨®n del mundo, un estilo de vida. Como los siete m¨¢s que ha anunciado para la plataforma el l¨ªder dem¨®crata contin¨²en de esa guisa, lo hunden.
Entre los documentales, el primer l¨ªder en activo en darse cuenta del potencial que ofrec¨ªa la plataforma fue Emmanuel Macron. Apenas result¨® elegido presidente de la Rep¨²blica, su equipo hab¨ªa preparado ya una pel¨ªcula sobre c¨®mo se cocin¨® el fen¨®meno. Los empresarios tambi¨¦n le han cogido el gusto. El mejor y mayor propagandista de s¨ª mismo cara a la leyenda despu¨¦s de muerto ha sido Steve Jobs. Incontables las versiones sobre el personaje en todas las plataformas posibles. Bill Gates le ha cogido tambi¨¦n gusto y acaba de lanzar un documental: Bill Gates, bajo la lupa. Flojito, flojito.
Ninguno de los dos contar¨¢ en im¨¢genes c¨®mo estuvieron m¨¢s de una vez a punto de sacarse los ojos por dominar sus respectivos campos. Lo hace Walter Isaacson en la biograf¨ªa ¨Cencargada- que le dedic¨® a Jobs. Otro hito de la santificaci¨®n moderna. Es decir, escrita sin ahorrar detalles desagradables para despu¨¦s mostrarse de su lado en lo que realmente le conviene. Pero, ?qu¨¦ fuerza tiene un libro ante la potencia que como droga propagand¨ªstica posee una serie de televisi¨®n?
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