Ram¨®n Gaya ¡®vuelve¡¯ al Museo del Prado
Un simposio recuerda al pintor, que describi¨® la pinacoteca como la "roca espa?ola" y un "manicomio de cordura"
Mar¨ªa Zambrano regres¨® a Espa?a despu¨¦s de 45 a?os de exilio, la tarde del 20 de noviembre de 1984. Cuando se baj¨® del avi¨®n que la tra¨ªa desde Ginebra, le preguntaron qu¨¦ sent¨ªa al volver y ella respondi¨®: ¡°?Volver? Yo nunca me he ido¡±. El escritor Andr¨¦s Trapiello record¨® el pasado mi¨¦rcoles esa respuesta antes de a?adir que el pintor Ram¨®n Gaya (1910-2005), amigo de Zambrano y amigo suyo, nunca se hab¨ªa ido del Museo del Prado. Lo dijo durante su intervenci¨®n en el simposio multitudinario que la pinacoteca madrile?a ha dedicado esta semana al pintor murciano, que ten¨ªa 18 a?os la primera vez que entr¨® en el edificio de Villanueva. Con el tiempo llegar¨ªa a considerarlo su verdadera patria. En el destierro mexicano, tras la Guerra Civil, el Prado fue para ¨¦l la ¡°roca espa?ola¡±, una suerte de ¡°manicomio al rev¨¦s¡±, como un ¡°manicomio de cordura, de realidad, de certidumbre¡±. Fuera estar¨ªa ¡°la realidad ilusoria, la vida sue?o¡±.
Dirigido por Crist¨®bal Belda, catedr¨¢tico de la Universidad de Murcia, y Juan Manuel Bonet, exdirector del Museo Reina Sof¨ªa y miembro del patronato del Museo Ram¨®n Gaya en la ciudad natal del artista, en el encuentro participaron estudiosos, como Miriam Moreno Aguirre, Elide Pittarello, Javier Bar¨®n, Luis P¨¦rez-Oramas, el propio Trapiello y dos j¨®venes cineastas: Gonzalo Ballester y Jon¨¢s Trueba. El primero proyect¨® su documental La Serenissima, finalista de los premios Goya en 2007, el segundo anunci¨® que trabaja en una pel¨ªcula sobre la vida de este hombre que se defin¨ªa como ¡°un pintor que escribe¡±.
Si el di¨¢logo entre pintura y literatura fue uno de los ejes de las intervenciones, el otro fue la tensi¨®n entre tradici¨®n y modernidad, clave en un artista que viaj¨® a Par¨ªs con 17 a?os para concluir que lo que m¨¢s le interesaba de las vanguardias era Las meninas. Tres d¨¦cadas despu¨¦s, en 1960, publicar¨ªa uno de sus ensayos emblem¨¢ticos: Vel¨¢zquez, p¨¢jaro solitario. El gran maestro sevillano fue el hilo conductor elegido por Javier Bar¨®n, jefe de Pintura del siglo XIX del Prado, para analizar tanto las copias de telas cl¨¢sicas realizadas por Gaya para el Museo del Pueblo de las Misiones Pedag¨®gicas durante la Rep¨²blica, como para glosar los muchos cuadros de homenaje que el artista realiz¨® a lo largo de toda su vida. La reproducci¨®n de un vel¨¢zquez o un rembrandt junto a un vaso de agua funcionan, se?al¨® Bar¨®n, como ¡°sencill¨ªsimos altares laicos¡±, ajenos a ¡°la ret¨®rica compositiva de la naturaleza muerta¡±.
Los Homenajes son ejercicios de admiraci¨®n de un autor enemigo del ¡°arte art¨ªstico¡±, que juzgaba los retratos ajenos sin medias tintas. As¨ª, la Gioconda era un ¡°rostro sordomudo de mu?eca de cera¡±, mientras que el Ni?o de Vallecas era ¡°el altar mayor¡± de la obra de Vel¨¢zquez, pura vida. Tanto Pittarello, profesora de literatura en Venecia ¡ªciudad/fuente de la pintura para Gaya, ajeno por igual al idealismo de Florencia y al realismo napolitano¡ª, como P¨¦rez-Oramas ¡ªcurador hasta hace dos a?os de arte latinoamericano en el MoMa¡ª emparentaron los Homenajes con el Atlas Mnemosyne, de Aby Warburg, ¡°tan olvidado hasta hace poco como banalizado hoy¡±. Como los paneles iconogr¨¢ficos del erudito alem¨¢n, los cuadros sobre cuadros del creador espa?ol ¡ªlo mismo que sus escritos¡ª ser¨ªan una forma de sortear ¡°la malcontenta, la muy engordada historia del arte¡±, suerte de ¡°disciplina patol¨®gica¡± que nos dice c¨®mo mirar. Su objetivo ser¨ªa devolver la pintura no a lo que tiene de medio sino de ¡°aparici¨®n¡±.
Tras recordar la afirmaci¨®n de Ram¨®n Gaya de que ¡°el arte tiene que ser vencido y la realidad, salvada¡±, Oramas habl¨® de la superioridad de la naturalidad sobre la espontaneidad, de la personalidad sobre el estilo: ¡°As¨ª como el realismo es la impostura de la realidad, el vitalismo es la impostura de la vida¡±. No en vano, esta ¨²ltima, vida, fue una de las palabras que m¨¢s se repiti¨® estos d¨ªas en el Museo del Prado al recordar a un artista que se pas¨® all¨ª una parte decisiva de la suya.
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