Renacimiento por calco

Ante la duda, repite la misma pel¨ªcula. Esta m¨¢xima, que suelen recoger tanto artistas en decadencia o inspiraci¨®n intermitente como franquicias de producci¨®n sin capacidad de riesgo o a las que se les ha secado la inventiva, es la que ha tomado como travieso atajo Terminator: destino oscuro, sexto largometraje de la saga; en principio, expuesto como secuela de Terminator 2: el juicio final, y as¨ª es por el orden cronol¨®gico del relato, aunque en realidad la idea evidente haya sido (casi) calcar la estructura, las esencias y el retrato de personajes de aquella segunda entrega de la serie, dirigida por James Cameron, como un velado renacimiento.

Dirigida por Tim Miller, responsable de la divertida Deadpool, Destino oscuro no est¨¢ al nivel de las dos primeras pel¨ªculas, las formidables de 1984 y 1991, ambas de Cameron, y quiz¨¢ tampoco al de la injustamente maltratada aportaci¨®n de Jonathan Mostow, Terminator 3: la rebeli¨®n de las m¨¢quinas (2003), dotada de unas muy personales arquitectura y coreograf¨ªa de la acci¨®n, obras del entonces excelente director de Breakdown y U-571. Pero s¨ª se eleva con claridad por encima de la pomposa Terminator Salvation (2009) y de la discretamente convencional Terminator G¨¦nesis (2015).

Lo logra con ciertos apuntes de contemporaneidad en el guion, pero, sobre todo, con un carism¨¢tico reparto encabezado por la imparable fotogenia de Mackenzie Davis. Y, sin embargo, se ve devaluada por el prototipo de graduaci¨®n contempor¨¢nea de las secuencias de acci¨®n, con una excesivamente abrumadora media hora de tralla inicial, mientras se presentan los personajes en apenas unos esbozos, aunque sin apenas di¨¢logos (en Terminator 2, m¨¢s pausada, s¨®lida y fascinante, la primera larga secuencia de acci¨®n no se produce hasta el minuto 30), y otra media hora final de encadenado de luchas sin pausa en diversos escenarios (aqu¨ª s¨ª, exactamente igual que en la segunda pel¨ªcula de Cameron). Una elefanti¨¢sica proporci¨®n de la energ¨ªa f¨ªsica y de los efectos CGI, que, debido tambi¨¦n a las caracter¨ªsticas de los terminators, la hace indistinguible en muchos momentos de buena parte de las producciones de superh¨¦roes actuales.

Las novedades principales son el abierto feminismo, tan acorde con los tiempos, y una acentuaci¨®n del car¨¢cter fronterizo que ya ten¨ªa la segunda entrega, con la presencia de Natalia Reyes como virtual protagonista, la de un pu?ado de int¨¦rpretes espa?oles (Trist¨¢n Ulloa, Alicia Borrachero, Enrique Arce), la novedad de que el terminator villano tenga rasgos latinos (Gabriel Luna), en un papel exacto al de Robert Patrick en la pel¨ªcula de Cameron, y, como una de las claves, con los marcados apuntes sociolaborales y de inmigraci¨®n (i)legal en la Am¨¦rica de la era Trump.

Aunque quiz¨¢ sea la reuni¨®n de Arnold Schwarzenegger, mito, sentido del humor, nostalgia, y de Linda Hamilton, car¨¢cter y belleza a base de surcos, arrugas y vida, y no de cirug¨ªa c¨¢rnica, los que enciendan de nuevo la ¨²ltimamente apagada leyenda de Terminator. El secreto, un tanto tramposo, estaba en su propia f¨®rmula.