Im¨¢genes de magia y miseria
Veo que la vestimenta de combate de los fanatizados del ISIS es tendencia entre los cachorros de Torra que incendian barricadas en Barcelona
1. Surrealismos
Se amontonan en equilibrio inestable sobre la mesita supletoria junto a mi sill¨®n de orejas los libros ¡°navide?os¡±, publicados para hacer caja suministrando munici¨®n de regalo para las pr¨®ximas fiestas. La competencia va a ser feroz, pero, entre los que he podido leer, elijo en primer lugar el singular¨ªsimo El arte m¨¢gico, de Andr¨¦ Breton. Publicado en 1957 e inencontrable durante m¨¢s de 30 a?os (en los bouquinistes del Sena se pagaban fortunas por ¨¦l), esta especie de summa de la historia del arte desde la perspectiva del surrealismo fue reeditada, considerablemente ampliada en su parte iconogr¨¢fica, a principios de los noventa. Desde el primer Manifiesto del surrealismo (1924), Breton hab¨ªa dejado claro su inter¨¦s por la ¡°parte m¨¢gica del arte¡±, un concepto que el autor de Nadja (1928) hab¨ªa aprendido en Novalis.
El volumen que ahora publica Atalanta (45 euros) recoge aquella ¨²ltima edici¨®n de lo que sin duda constituye la historia del arte que interesaba a los surrealistas, desde El Bosco o Arcimboldo hasta Duchamp o Max Ernst, pasando por el arte prehist¨®rico y ¡°primitivo¡± o el de los alquimistas: el que importa a Breton es el arte que ¡°reengendra de alg¨²n modo la magia que lo ha engendrado¡±. El estupendo volumen, con m¨¢s de 200 ilustraciones, se completa con una encuesta acerca del significado de lo m¨¢gico en el mundo contempor¨¢neo que re¨²ne las respuestas de personajes como Magritte, Paz, Bataille, L¨¦vi-Strauss, Carrington, P¨¦ret o Heidegger. En cuanto a Nadja (en bolsillo en C¨¢tedra), la estremecedora novela autobiogr¨¢fica de Breton, Gallimard acaba de publicar en su serie de beaux livres navide?os una espl¨¦ndida edici¨®n facs¨ªmil ¡ª?con las correcciones de estilo que el propio autor realiz¨® para la edici¨®n de 1963¡ª al precio de 150 euros. Ya estoy ahorrando.
2. Walser
Tal vez aquella ma?ana del d¨ªa de Navidad de 1956, cuando el interno Robert Walser sali¨® del sanatorio de Herisau para su paseo matinal ¡ªsu mirada alrededor, la nieve, las ramas de los arbustos heladas¡ª llevaba alguna m¨²sica en la cabeza. Una cancioncilla, el fragmento de una sonata, algo de Mozart, su compositor favorito (¡°Nunca?/ se nos escapar¨¢ convertido en sonoridad pura?/ el brillo de su ser¡±). Me consuela imaginar que muri¨®, all¨ª en su lecho de nieve, cansado de su lento caminar, escuchando en su mente algo que le agradase. No era de esos escritores music¨®logos ¡ªah¨ª tienen a Thomas Mann, que se pas¨® meses estudiando composici¨®n y empap¨¢ndose de biograf¨ªas de m¨²sicos para poder crear al Adrian Leverk¨¹hn de Doktor Faustus (1947)¡ª, sino, a lo sumo, un aficionado al que no le interesaba demasiado ¡°saber¡± de m¨²sica, sino vivirla en su humilde vida cotidiana.
Siruela, en cuyo cat¨¢logo ocupan lugar de honor las obras del gran escritor suizo, public¨® hace unos meses Lo mejor que s¨¦ decir sobre m¨²sica, un conjunto de textos muy variados y de peque?a extensi¨®n relacionados (a veces muy tangencialmente) con la m¨²sica que Roman Brotbeck y Reto Sorg, los editores del volumen, han entresacado de sus otros libros y escritos para construir un (agradable) invento editorial en el que lo ¨²nico prescindible es, precisamente, su absurdo y grandilocuente ep¨ªlogo. La cronolog¨ªa de los textos abarca desde finales del XIX hasta 1933 ¡ªcuando dej¨® de escribir¡ª, y entre ellos hay algunos in¨¦ditos. En casi todos el aficionado a la prosa de Walser encuentra el mismo aire de familia: su gusto por las cosas peque?as, sutiles, insignificantes, transitorias, su nada pomposa iron¨ªa y ese humor algo melanc¨®lico que tanto admiraron Kafka y Musil y Hesse y Benjamin y Sontag. Y mi admirado Vila-Matas, el m¨¢s walseriano de los escritores espa?oles.
3. Creyentes
Semana de im¨¢genes, im¨¢genes, im¨¢genes. Veo, por ejemplo, los rostros de Trump y sus asesores civiles (Pence, a su derecha) en su estudiado posado en la situation room del palacio del emperador (1600, Pennsylvania Av., 20500 Washington), siguiendo en las pantallas la operaci¨®n que termin¨® con el suicidio del l¨ªder del ISIS, Abu Bakr al Bagdadi, y compar¨® el lenguaje corporal de los presentes con el de Obama y los suyos cuando, en la misma habitaci¨®n, segu¨ªan en 2011 el asalto a la casa donde fue apiolado Osama Bin Laden: ambas escenas pueden verse en YouTube. Veo tambi¨¦n las im¨¢genes que nos muestran que la vestimenta de combate de los fanatizados del ISIS es tendencia ¡ªqui¨¦n nos lo iba a decir¡ª entre los cachorros de Torra que, vestidos de negro y encapuchados, incendian barricadas en Barcelona, impiden el acceso a la universidad a quienes no piensan como ellos (y si lo piensan utilizan otros m¨¦todos) y gritan consignas tan amigables como Pim, pam, pum, que no en quedi ni un, animados por las palabras irresponsables y est¨²pidas (el adjetivo no es m¨ªo, sino del nada sospechoso Enric Juliana) de Elisenda Paluzie (presidenta de la ANC), que ve en la violencia una excelente ocasi¨®n para la ¡°visualizaci¨®n del conflicto¡±. Recuerdo que en El verdadero creyente (Tecnos, 2009), un libro hoy m¨¢s actual que cuando se public¨® (1951), Eric Hoffer se?alaba que la fase m¨¢s activa de un movimiento de masas est¨¢ protagonizada por los ¡°verdaderos creyentes¡±, individuos cuyo fanatismo, odio e intolerancia se nutren de una profunda frustraci¨®n interna que los impulsa a volcarse en un porvenir so?ado sobre el que proyectan su autosacrificio y la intolerancia ante quienes consideran sus enemigos; y que en ese impulso acababan llev¨¢ndose el gato al agua los m¨¢s fanatizados. En fin. Escapo de tantas im¨¢genes tremendas con sendas historias gr¨¢ficas muy recomendables: Las edades de la rata (Salamandra), de Mart¨ªn L¨®pez Lam, y Escapar de la guerra y de las olas (Turner / El Cuarto de las Maravillas), de Olivier Kluge, que cuenta la peripecia de algunas familias sirias que huyeron intentando salvar sus vidas.
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