Cuando Bob Dylan se puso ¡®country¡¯
Un triple disco, que incluye su trabajo in¨¦dito con Johnny Cash, retrata la intensa relaci¨®n del cantante con la m¨²sica de Nashville
Se suele creer que el mayor esc¨¢ndalo generado por Bob Dylan en los a?os 60 fue su electrificaci¨®n, su s¨ªsmica (re)conversi¨®n al rock. Pero aquella polvareda, aunque extremadamente desagradable, no pas¨® de pol¨¦mica fugaz, al estilo de los actuales zascas de Internet: la excusa para abuchear al tipo m¨¢s cool del momento. Nada comparable, con su incursi¨®n en el country, que ahora se recupera en el triple disco Travelin¡¯ Thru.
No era una mera opci¨®n est¨¦tica: se entendi¨® como una traici¨®n generacional. Simb¨®licamente, ven¨ªa a proclamar que Dylan se daba de baja en la pujante contracultura que ¨¦l mismo ayud¨® a definir. La m¨²sica country representaba al sector m¨¢s conservador de los Estados Unidos, una poblaci¨®n que pronto manifestar¨ªa su odio por los jipis y los pacifistas aplaudiendo Okie from Musgokee, el primero de una serie de temas reaccionarios de Merle Haggard.
En verdad, Dylan ya hab¨ªa trabajado en Nashville, capital del country. En 1966, hab¨ªa rematado all¨ª, Blonde on Blonde, donde destacaba Visions of Johanna, con estos versos premonitorios: ¡°La emisora de m¨²sica country suena suave / pero no hay nada, realmente nada por qu¨¦ apagarla¡±.
Efectivamente, Dylan se reconciliaba con una m¨²sica que form¨® parte de su dieta sonora cuando era adolescente. A partir de 1966, retirado en las monta?as de Woodstock, recuper¨® el gusto por los mensajes sencillos de aquellas canciones de aromas rurales. Aparte, exist¨ªa un incentivo profesional: detestaba el proceso de grabaci¨®n y los m¨²sicos de Nashville demostraban m¨¢xima eficiencia enlatando canciones.
Ten¨ªa un c¨®mplice. Su productor, el tejano Bob Johnston, se hab¨ªa instalado en Nashville con la declarada intenci¨®n de modernizar el country. No lo logr¨® pero s¨ª supo vender las virtudes del Nashville musical a cantautores cosmopolitas como Dylan y Leonard Cohen; de hecho terminar¨ªa ejerciendo de teclista en la banda de directo del autor de Suzanne.
John Wesley Harding (1967) fue el primero de los discos ¨ªntegramente facturados en Nashville: sonido austero, daguerrotipos con resonancias b¨ªblicas y personajes de la Am¨¦rica profunda. La indignaci¨®n del personal explosion¨® con Nashville Skyline (1969), donde incluso cambiaba la voz para mejor interpretar un repertorio repleto de clis¨¦s rom¨¢nticos; Dylan parec¨ªa aceptar las limitaciones autoimpuestas del country hasta en su duraci¨®n, unos r¨¢canos 27 minutos. El tercero, Self Portrait (1970), fue universalmente vituperado: un feo caj¨®n de sastre hecho entre Nueva York, Nashville y la isla de Wight.
Dylan nunca volver¨ªa a grabar en Nashville. Pero ese periodo es ahora objetivo de la nueva entrega, la n¨²mero 15, de The Bootleg Series, su primorosa colecci¨®n de cintas recuperadas.
Urge reconocer que hab¨ªa poco donde rascar. Los instrumentistas de Nashville no ten¨ªan mucha paciencia. Las catorce tomas alternativas de John Wesley Harding y Nashville Skyline ofrecen cambios de ritmo, fraseos curiosos y poco m¨¢s. La ¨²nica rareza es Western Road, un blues arrastrado que ciertamente encajaba mal en su disco m¨¢s vaquero; hasta usa su cl¨¢sica voz nasal.
A priori, lo m¨¢s atractivo de Travelin¡¯ Thru son los duetos con Johnny Cash. El cantante de Arkansas admiraba a Dylan; seg¨²n una leyenda, intercedi¨® ante Columbia, la discogr¨¢fica com¨²n, cuando algunos ejecutivos quisieron prescindir de los servicios del chico de Minesota. Para Dylan, la aprobaci¨®n de Cash era gloria bendita: para el establishment de Nashville era un subversivo.
Bob Johnston junt¨® a los dos hombres en presencia de la banda de Cash, que contaba con otro h¨¦roe de Dylan, Carl Perkins. Atacaron a?ejo material de los Apalaches, ¨¦xitos del primer rockabilly, piezas de Jimmie Rodgers, canciones de cada protagonista y hasta una historia dylaniana de forajidos, Wanted Man, que unos d¨ªas despu¨¦s Cash interpretar¨ªa ante los internos del penal de San Quentin. El productor estaba por las nubes: en un par de d¨ªas, hab¨ªa grabado un ¨¢lbum que podr¨ªa interesar tanto al p¨²blico de Johnny como al de Bob. Hasta que detectaron los problemas del proyecto: las voces de Cash y Dylan no empastaban. Y Bob estaba en desventaja: carec¨ªa del conocimiento enciclop¨¦dico de Cash respecto a aquel cancionero, se ve¨ªa obligado a seguir la pista del Hombre de Negro. No se ha editado legalmente hasta ahora.
El tercer compacto de Travelin¡¯ Thru cojea por otras razones. Tienen sonido pobre las grabaciones extra¨ªdas del programa televisivo de Cash y de un documental sobre Earl Scruggs, maestro del banjo de bluegrass. Solo sorprenden dos descartes de Self Portrait, musculosas versiones de Ring of Fire y Folsom Prison Blues. Exacto: dos canciones identificadas con¡ Johnny Cash. Va a ser que todo este desv¨ªo a Nashville obedec¨ªa a una pulsi¨®n ed¨ªpica.
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