M¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa
La violinista Isabelle Faust ofrece en solitario uno de los mejores conciertos del a?o en Madrid
Salir a un escenario en solitario sin m¨¢s pertrechos que un viol¨ªn es un acto de valent¨ªa. Lo es a¨²n mayor, parad¨®jicamente, si, en vez de uno, son dos los violines que se tocan en perfecta alternancia durante un recital de hora y media sin interrupci¨®n: uno con su traza barroca original y montado con cuerdas de tripa; el otro con puente, barra arm¨®nica y m¨¢stil modernizados y provisto, para mayor sonoridad y fiabilidad en la afinaci¨®n, de cuerdas met¨¢licas. Y en pocos programas de estas caracter¨ªsticas estar¨¢n ausentes por completo las piezas que escribieron para viol¨ªn solo Johann Sebastian Bach, Georg Philipp Telemann, Niccol¨° Paganini o B¨¦la Bart¨®k, autores de las obras m¨¢s interpretadas para el instrumento. En muy pocos, asimismo, podr¨¢n escucharse las obras de George Rochberg, Louis-Gabriel Guillemain, Heinz Holliger, Johann Georg Pisendel y George Benjamin que acaba de tocar la violinista alemana Isabelle Faust en su segundo concierto como artista residente de la presente temporada del Centro Nacional de Difusi¨®n Musical.
Obras de George Rochberg, Louis-Gabriel Guillemain, Heinz Holliger, Johann Georg Pisendel, George Benjamin y Heinrich Ignaz Franz von Biber. Isabelle Faust (viol¨ªn). Auditorio 400 del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sof¨ªa, 4 de noviembre.
En el primero, con el Octeto de Schubert como plato fuerte del programa, toc¨® liderando ¨Ctan solo nominalmente¨C a un grupo de excelentes instrumentistas. Ahora la responsabilidad reca¨ªa enteramente sobre ella, y no ha rehuido ning¨²n riesgo, sino que ha asumido m¨¢s bien todos los humanamente posibles. A los dos violines hay que sumar los dos arcos que, por l¨®gica congruencia, ha decidido emplear (uno barroco y otro moderno, uno convexo y otro c¨®ncavo) y cualquiera que sepa lo esencial de t¨¦cnica violin¨ªstica podr¨¢ dar fe de que pasar en unos pocos segundos de un instrumento a otro, o de frotar sus cuerdas con arcos de hechuras enormemente diferentes, es una tarea erizada de dificultades. Sumemos, por ¨²ltimo, que los dos violines estaban afinados a diapasones distintos (415 y 440 hercios), pero tampoco esto hizo mella en la ejecuci¨®n de Faust, que toc¨® su Antonio Stradivari de 1704 (el famoso instrumento conocido con el sobrenombre de ¡°La Bella Durmiente¡±, que es el que utiliza habitualmente desde 1995) y su Jacobus Stainer de 1658 afinando con ins¨®lita perfecci¨®n los miles de notas que toc¨®, muchas de ellas simult¨¢neas. Resulta inimaginable que ning¨²n otro violinista actual pueda tocar un programa como este al nivel ¨Ct¨ªmbrico, t¨¦cnico, expresivo, conceptual, comunicativo¨C que acaba de mostrar Isabelle Faust.
Empez¨® su exhibici¨®n (en su acepci¨®n m¨¢s noble) tocando seis de las cincuenta variaciones que el estadounidense George Rochberg compuso en 1970 a partir del solicitad¨ªsimo Capricho n¨²m. 24 que cierra la op. 1 de Niccol¨° Paganini (aunque, en su caso, recurre a otras muchas fuentes de inspiraci¨®n, como el ¨²ltimo movimiento de la S¨¦ptima Sinfon¨ªa de Beethoven, el Scherzo de la Quinta Sinfon¨ªa de Mahler, la Passacaglia op. 1 de Webern o las propias Variaciones sobre un tema de Paganini de Brahms). Curiosamente, Rochberg sit¨²a el tema original de Paganini al final de su ciclo, no al comienzo, y, consciente de que tocar completas este medio centenar de miniaturas de una dificultad feroz y casi despiadada es una empresa que roza lo inhumano, sugiere ofrecer ¨²nicamente una selecci¨®n, apuntando ¨¦l mismo aquellas que deber¨ªan figurar prioritariamente entre las finalmente elegidas. Faust le ha hecho caso, ya que, de las seis que ha tocado, cinco figuran entre las propuestas por el compositor. Y, como har¨ªa luego durante el resto del recital, tampoco ha rehuido ¨Ccomo aconseja asimismo Rochberg¨C las repeticiones prescritas, aunque ello le obligue a atravesar dos veces id¨¦ntico campo de minas.
Faust sali¨® indemne de todas ellas: glissandi imposibles de octava disminuida en el registro sobreagudo en notas brev¨ªsimas; brincos imposibles por el m¨¢stil en semicorcheas que deben tocarse appassionatamente y con una din¨¢mica de fff; rapid¨ªsimos glissandi de arm¨®nicos marcados en esta ocasi¨®n pppp y que acaban perdi¨¦ndose en la ¡°inaudibilidad¡±. No toc¨® las variaciones que figuraban impresas en el programa, sino, en este orden, las n¨²meros 18, 19, 34, 41 (la inspirada en la Passacaglia de Webern), 6 y 50. Esta ¨²ltima fue, por cierto, la que ofreci¨® como propina el pasado mes de septiembre en Berl¨ªn cuando toc¨® el Concierto n¨²m. 3, ¡°Alhambra¡±, de Peter E?tv?s, que ella misma hab¨ªa estrenado en julio en el Festival de Granada. Faust es una artista seriamente comprometida con la m¨²sica de su tiempo.
Tambi¨¦n hubo alg¨²n peque?o cambio con respecto a lo anunciado en las piezas que ¨Cya con el viol¨ªn barroco¨C ofreci¨® Isabelle Faust de entre las contenidas en Amusement pour le violon seul, una colecci¨®n muy poco frecuentada del compositor y violinista franc¨¦s (¡°premier violon du Roi¡±, reza la portada de la edici¨®n de 1762) Louis-Gabriel Guillemain. Sin ser en puridad una violinista barroca, como delata sobre todo su mu?eca derecha, Faust sabe adaptar y reajustar admirablemente su t¨¦cnica para, despu¨¦s de las acrobacias y las cabalgadas vertiginosas de Rochberg, obtener un sonido, articular, matizar y frasear mucho mejor que los instrumentistas especializados ¨²nicamente en el repertorio de los siglos XVII y XVIII. Todo cuanto hace produce asombro, pero qued¨¦monos con dos detalles: la afinaci¨®n impecable de las terceras (un caballo de batalla para cualquier violinista) y la naturalidad y el buen gusto con que ornamenta en las repeticiones.
Las otras dos piezas modernas que interpret¨® son reveladoras de enfoques compositivos muy diferentes: el vanguardismo radical y no siempre efectivo de Heinz Holliger y el poderoso armaz¨®n arm¨®nico y la f¨¦rrea coherencia formal de George Benjamin. Del primero sonaron las Drei kleine Szenen que el suizo compuso para, y dedic¨® a, la propia Isabelle Faust. Aqu¨ª las complicaciones se magnifican hasta el punto de que en la primera de estas escenas, Ciacconina, Holliger escribe dos l¨ªneas: una instrumental y otra vocal, que ha de interpretarse con la ¡°boca medio cerrada¡±; y ambas son salvajemente independientes, obligando al cerebro a bifurcarse para que los dedos toquen y la boca cante dobles cuerdas e intervalos casi enfrentados entre s¨ª. Geisterklopfen prescribe interpretar pizzicati de mano izquierda con u?a y yema simult¨¢neamente, adem¨¢s de utilizar un l¨¢piz para pulsar las cuerdas en su tramo final. M¨¢s interesante es, con mucho, la Musette fun¨¨bre conclusiva, escrita permanentemente a dos voces a menudo muy alejadas entre s¨ª, lo que obliga al empleo de posiciones alt¨ªsimas y a realizar aut¨¦nticos juegos malabares con el arco, siempre a caballo entre dos cuerdas. Las Tres Miniaturas de George Benjamin son m¨¢s sencillas, pero tambi¨¦n m¨¢s emocionantes: una nana con una primera secci¨®n en dobles cuerdas (?qu¨¦ afinaci¨®n y qu¨¦ planificaci¨®n de voces las de Faust comp¨¢s tras comp¨¢s!) que se cierra con un multicolor despliegue de arm¨®nicos; un magistral canon con gui?os al pasado (como los de Holliger, pero m¨¢s sustanciales) y una canci¨®n en la que hay que ser capaz de tocar una sencilla melod¨ªa en constante?legato salpicada, casi siempre a contratiempo, de pizzicati con la mano izquierda. Tras la interpretaci¨®n de Faust se adivinan much¨ªsimas horas de estudio, aparentemente ocultas tras la naturalidad con que da vida a unos compases erizados de dificultades.
El bloque barroco se complet¨® con una Sonata de Johann Georg Pisendel de la que, en sus notas al programa, Antonio G¨®mez Schneekloth asevera que ¡°no tiene nada que envidiar a las de Bach¡±, una afirmaci¨®n bienintencionada, pero que muy pocos compartir¨ªan. Est¨¢ admirablemente escrita para el viol¨ªn, s¨ª, y Faust hizo resplandecer todas sus virtudes, pero no se acerca siquiera a la entidad musical de cualquiera de las Sonatas y Partitas para viol¨ªn solo de Bach. Trinos, terceras y la pertinencia de todos los adornos incluidos en las repeticiones volvieron a ser lo m¨¢s destacado de la interpretaci¨®n de la violinista alemana, que cerr¨® su recital de la mejor manera posible, con una obra que a buen seguro Bach s¨ª que habr¨ªa firmado de buen grado: la Passagalia (como figura escrita en la ¨²nica copia manuscrita que ha llegado hasta nosotros) del compositor bohemio Heinrich Ignaz Franz von Biber, la ¨²ltima de sus conocidas como Sonatas del Rosario, escrita, como la que abre la colecci¨®n, para viol¨ªn sin scordatura, y construida como una serie de variaciones sobre un inmutable tetracordo descendente. No hay mejor viol¨ªn para interpretar esta m¨²sica que uno construido por Jacobus Stainer, ya que ¨¦l y Biber se conocieron y es seguro que el compositor toc¨® sus instrumentos. Faust no nos hizo olvidar la versi¨®n que ofreci¨® Daniel Sepec en el Auditorio Nacional en 2013, pero su interpretaci¨®n fue igual de portentosa y, sobre todo, enormemente personal, introduciendo tensiones donde no suelen escucharse y dotando a la m¨²sica (un trasunto del ¨¢ngel de la guarda, como revela el grabado que la encabeza) de un aire mucho menos angelical de lo habitual.
El p¨²blico que casi llenaba el Auditorio 400 del Reina Sof¨ªa, y al que la propia Faust aplaudi¨® por su actitud y concentraci¨®n durante la escucha de un programa largo y muy, muy exigente, se rindi¨® ante el extraordinario regalo musical que acababa de vivir. La alemana no baj¨® un solo momento la guardia, no perdi¨® un solo segundo la concentraci¨®n, y super¨® el ¡°m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa¡± que se hab¨ªa autoimpuesto sin recurrir nunca al exhibicionismo huero o a esos trucos esc¨¦nicos tristemente tan manidos. Fuera de programa, y para expresar su propio agradecimiento, toc¨® Passaggio rotto, del segundo libro de?Ayres?del genial Nicola Matteis, un final perfecto para el que ser¨¢, sin duda, uno de los conciertos m¨¢s excepcionales de este a?o en Madrid: por su repertorio, por su dificultad, por su intensidad expresiva, por su inalcanzable calidad interpretativa. Isabelle Faust proseguir¨¢ su residencia regresando al Auditorio Nacional el 2 de marzo del a?o que viene para tocar varios Conciertos para viol¨ªn de Johann Sebastian Bach. Otra cita que nadie deber¨ªa perderse.
Babelia
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