¡®Notre-Dame¡¯, de Ken Follett
EL PA?S ofrece un adelanto de la nueva novela del escritor brit¨¢nico, 'Notre-Dame', un homenaje a la catedral parisiense que llega a las librer¨ªas este 7 de noviembre

Lea en exclusiva un adelanto de la nueva novela de Ken Follett, 'Notre-Dame'. Se trata de un fragmento del primer cap¨ªtulo del libro.
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? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ?2019
La voz al otro lado del tel¨¦fono era insistente.
¡ªEstoy en Par¨ªs ¡ªdijo¡ª. ?Enciende la televisi¨®n!
Yo estaba en casa, en la cocina, con Barbara, mi esposa. Acab¨¢bamos de terminar de cenar. No hab¨ªa bebido vino, afortunadamente. En aquel momento a¨²n no lo sab¨ªa, pero iba a ser una noche muy larga.
La voz del tel¨¦fono era la de una vieja amiga. Es miembro del Parlamento y ministra de Gabinete, as¨ª que ha capeado muchas crisis y es imperturbable, pero parec¨ªa impactada.
Ya sab¨¦is qu¨¦ vimos en la pantalla: la maravillosa catedral de Notre-Dame de Par¨ªs, uno de los mayores logros de la civilizaci¨®n europea, estaba en llamas.

La imagen nos dej¨® aturdidos y profundamente afectados. Me encontraba al borde de las l¨¢grimas. Algo de un valor incalculable estaba muriendo ante nuestros ojos. Era una sensaci¨®n desconcertante, como si la tierra hubiera comenzado a temblar.
Conozco bien el edificio. Una Navidad, Barbara y yo asistimos all¨ª a una misa del gallo. La catedral se hallaba atestada de gente. Las luces tenues proyectaban largas sombras en los pasillos, los villancicos reverberaban en la nave y la b¨®veda, en lo alto, estaba envuelta en oscuridad. Lo m¨¢s conmovedor de todo fue ser consciente de que, durante m¨¢s de ochocientos a?os, nuestros antepasados hab¨ªan celebrado la Navidad de esa misma manera en aquella catedral.
Yo la hab¨ªa visitado en muchas otras ocasiones. La primera vez fue en 1966, durante mis primeras vacaciones fuera del Reino Unido, aunque me temo que, a mis diecisiete a?os, me interesaban mucho m¨¢s las chicas del grupo que una iglesia. La ¨²ltima hab¨ªa tenido lugar solo cuatro semanas antes, mientras conduc¨ªa por la margen izquierda del Sena, y, como siempre, me empap¨¦ de la gloriosa vista de las torres gemelas y los arcos arbotantes.
En cuanto empec¨¦ a pensar de forma racional en lo que ve¨ªa en la televisi¨®n, entend¨ª lo que se estaba quemando y c¨®mo el fuego iba cobrando fuerza, pero los periodistas que comentaban la noticia no lo comprend¨ªan. ?Por qu¨¦ habr¨ªan de hacerlo? Ellos no hab¨ªan estudiado la estructura de las catedrales g¨®ticas. Yo s¨ª, cuando me document¨¦ para escribir Los pilares de la Tierra, mi novela sobre la construcci¨®n de una catedral medieval ficticia. Una escena clave del cap¨ªtulo cuatro describe el incendio que destruye la vieja catedral de Kingsbridge, y en ese momento me hab¨ªa preguntado: ?c¨®mo arde exactamente una enorme iglesia de piedra?
Yo hab¨ªa subido a los espacios polvorientos que hay bajo los tejados de algunas catedrales, como la de Canterbury y la de Florencia. Hab¨ªa estado sobre las fuertes vigas que se extend¨ªan sobre las naves y alzado la vista hacia los cabrios que sosten¨ªan las planchas de plomo. Me hab¨ªa fijado en los restos secos que se suelen acumular en estos lugares: trozos viejos de madera y de cuerda, envoltorios de bocadillos de los trabajadores de mantenimiento, ramitas enredadas de nidos de p¨¢jaro y avisperos que parec¨ªan de papel. Estaba seguro de que el incendio hab¨ªa empezado en alg¨²n lugar del tejado, probablemente por culpa de una colilla o de una chispa provocada por un fallo el¨¦ctrico que prendi¨® fuego a algo de basura, que a su vez se extendi¨® a las vigas. Y los da?os resultantes amenazaban con arrasar la catedral.
Decid¨ª compartir esta reflexi¨®n con los dem¨¢s, as¨ª que tuite¨¦ esto:
Los cabrios est¨¢n formados por cientos de toneladas de madera vieja y muy seca. Cuando eso se quema, el tejado se derrumba y luego los escombros destruyen el techo abovedado, que tambi¨¦n se desploma y destruye los fuertes pilares de piedra que lo sostienen todo.
Eso result¨® ser cierto, excepto porque subestim¨¦ la fortaleza de los pilares y las b¨®vedas, que sufrieron da?os pero que, por suerte, no quedaron totalmente arrasados.
As¨ª tuvo lugar la destrucci¨®n de la catedral de Kingsbridge en Los pilares de la Tierra, desde el punto de vista del prior Philip:?
Un fuerte chasquido le hizo levantar la vista. Exactamente encima de ¨¦l una enorme viga se desplazaba lentamente hacia un lado. Iba a caer encima de ¨¦l. Philip corri¨® hacia el crucero sur, donde estaba Cuthbert, con expresi¨®n de temor.Toda una secci¨®n del tejado, tres tri¨¢ngulos de vigas y cabrios m¨¢s las planchas clavadas en ellos, ca¨ªan lentamente. Philip y Cuthbert lo contemplaron, pasmados, olvid¨¢ndose completamente de su propia seguridad. El tejado se desplom¨® sobre uno de los grandes arcos redondeados del cruce. El enorme peso de la madera y la plancha hendi¨® el trabajo en piedra del arco con un estruendo prolongado semejante al trueno. Todo suced¨ªa con lentitud. Lentamente ca¨ªan las vigas y, tras romperse el arco, la mamposter¨ªa. Se soltaron otras vigas del tejado y de repente, con un ruido semejante a un trueno largo y lento, toda una secci¨®n del muro norte del presbiterio se estremeci¨®, desliz¨¢ndose de costado hasta el crucero norte.
Philip estaba aterrado. El panorama de la destrucci¨®n de un edificio aparentemente tan s¨®lido resultaba extra?amente asombroso. Era como ver derrumbarse una monta?a o quedarse seco un r¨ªo. En realidad nunca pens¨® que aquello pudiera ocurrir. Apenas pod¨ªa creer lo que estaban viendo sus ojos. Al caer la noche del 15 de abril de 2019, los parisinos salieron a las calles y las c¨¢maras de televisi¨®n grabaron miles de rostros salpicados de dolor e iluminados por las llamas. Algunos cantaban himnos; otros se limitaban a llorar ante la imagen de su querida catedral ardiendo. Esa noche, el tuit que obtuvo la respuesta m¨¢s c¨¢lida entre mis seguidores dec¨ªa simplemente as¨ª:
Fran?ais, fran?aises, nous partagons votre tristesse.
?Franceses, francesas, compartimos vuestra tristeza.?
Deber¨ªa haber escrito ?nous partageons?, con ?e?, pero a nadie le import¨®.
Hay gente que entiende m¨¢s de catedrales medievales que yo, pero los periodistas no saben c¨®mo se llaman. Conocen mi nombre gracias a mis libros, y saben que Los pilares trata sobre una catedral, as¨ª que a los pocos minutos empec¨¦ a recibir mensajes de redacciones de noticias. Pas¨¦ aquella noche dando entrevistas para prensa, radio y televisi¨®n en las que expliqu¨¦ en ingl¨¦s y en franc¨¦s lo que estaba sucediendo en la ?le de la Cit¨¦.
Y, mientras daba esas entrevistas, observaba.
Uno de los posibles or¨ªgenes del fuego se hallaba en la aguja central, esbelta como una flecha y con una altura de 91 metros, que ahora ard¨ªa de forma infernal. Estaba hecha de 500 toneladas de vigas de roble y ten¨ªa un techo de plomo que pesaba 250 toneladas. La madera en llamas enseguida se debilit¨® y el peso de todo ese plomo fue demasiado para ella. El momento m¨¢s impactante esa noche para la afligida muchedumbre reunida en las calles y los millones de personas que ve¨ªan la televisi¨®n horrorizadas lleg¨® cuando esa aguja se inclin¨® hacia un lado, se parti¨® como una cerilla y se derrumb¨® a trav¨¦s del techo en llamas de la nave.
Notre-Dame siempre hab¨ªa parecido eterna y los constructores medievales sin duda pensaron que perdurar¨ªa hasta el d¨ªa del juicio final, pero de repente nos dimos cuenta de que pod¨ªa derrumbarse. En la vida de todo muchacho hay un doloroso momento en el que comprende que su padre no es todopoderoso ni invencible. Tiene debilidades, puede enfermar y alg¨²n d¨ªa morir¨¢. La ca¨ªda de la aguja me hizo pensar en ese momento.
Parec¨ªa que la nave ya estaba en ruinas. Cre¨ª ver llamas en una de las dos torres y supe que, si de desmoronaban, la iglesia entera quedar¨ªa destruida.
El presidente Macron, un l¨ªder radicalmente modernizador que se encontraba inmerso en un amargo y violento desencuentro con los detractores de sus reformas, habl¨® ante las c¨¢maras y se convirti¨®, al menos en ese instante, en el l¨ªder reconocido de una naci¨®n francesa unida. Impresion¨® al mundo e hizo llorar al gal¨¦s que escribe estas l¨ªneas cuando dijo con firmeza y confianza: ?Nous reb?tirons?. La reconstruiremos.
A medianoche me acost¨¦ y puse el despertador a las 4.30, ya que la ¨²ltima llamada que hab¨ªa recibido fue para pedirme que participara en un programa matinal de la televisi¨®n que ten¨ªa lugar al d¨ªa siguiente, muy temprano.
Tem¨ªa que el sol se alzara sobre una pila humeante de escombros en la ?le de la Cit¨¦ donde antes se hab¨ªa erigido Notre-Dame con orgullo. Me llen¨® de ¨¢nimo ver que la mayor parte de los muros segu¨ªa en pie, as¨ª como las dos grandes torres cuadradas en el ala oeste. No hab¨ªa sido tan malo como todo el mundo tem¨ªa, as¨ª que conduje hasta el estudio de televisi¨®n con un mensaje de esperanza.
Pas¨¦ el martes dando entrevistas y el mi¨¦rcoles vol¨¦ a Par¨ªs para participar en un debate en el programa de televisi¨®n La grande librairie sobre el simbolismo de las catedrales en la literatura y la vida.
Ni se me pas¨® por la cabeza quedarme en casa. Llevo Notre-Dame muy dentro del coraz¨®n. No soy creyente, pero voy a la iglesia a pesar de todo. Adoro la arquitectura, la m¨²sica, las palabras de la Biblia y la sensaci¨®n de compartir algo tan profundo con los dem¨¢s. Desde hace mucho encuentro una honda paz espiritual en las grandes catedrales, igual que millones de personas, tanto creyentes como no. Y tengo otra raz¨®n para sentirme agradecido por su existencia: mi amor por ellas inspir¨® la novela que es sin duda mi libro m¨¢s popular y, probablemente, el mejor.
El presidente Macron afirm¨® que reconstruir¨ªan Notre-Dame en cinco a?os. Un peri¨®dico franc¨¦s respondi¨® con el titular ?Macron cree en los milagros?. Sin embargo, los franceses sienten un profundo apego por Notre-Dame. Ha sido el escenario de algunos acontecimientos clave en la historia de Francia. Cada cartel de carretera que indica a qu¨¦ distancia est¨¢s de Par¨ªs mide la distancia hasta el kil¨®metro cero, una estrella de bronce incrustada en el suelo delante de Notre-Dame. La gran campana de la torre sur, llamada Emmanuel, se oye por toda la ciudad cuando toca su grave fa sostenido para anunciar una alegr¨ªa o una pena, ya sea el fin de una guerra o una tragedia como la del 11-S.
Adem¨¢s, siempre es desaconsejable subestimar a los franceses. Si alguien puede hacerlo, son ellos.
Antes de marcharme de Par¨ªs para volver a casa, mi editor franc¨¦s me pidi¨® que contemplara la posibilidad de escribir algo sobre mi amor por Notre-Dame, a la luz del terrible suceso del 15 de abril. Los beneficios que se obtuvieran del libro se destinar¨ªan al fondo para la reconstrucci¨®n, as¨ª como mis derechos de autor. ?S¨ª, empiezo ma?ana mismo?, le dije.
Esto es lo que he escrito.
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