Las amistades insoportables

Cuando hace casi una d¨¦cada se estren¨® Peque?as mentiras sin importancia, tercera pel¨ªcula como director del habitual (y excelente) actor Guillaume Canet, hablamos en este peri¨®dico de una posible divisi¨®n en dos grupos de los autores que se estaban acercando con sus historias a la llamada generaci¨®n adultescente. A un lado se encontrar¨ªan los directores con un evidente grado de madurez personal y creativa, que miran a una parte de su generaci¨®n, cerca de la cuarentena de edad, con la capacidad cr¨ªtica del que vislumbra a hombres y mujeres anclados en una falsa juventud eterna y en una actitud tendente a la insensatez peterpanesca. Mientras, en el otro extremo, se hallar¨ªan los directores que abordan la tem¨¢tica desde una superficialidad tan decepcionante que son ellos mismos, adem¨¢s de sus personajes, los que acaban pareciendo infantiloides.

Canet se encontrar¨ªa en el segundo grupo.

Al menos, por lo que evidenciaba aquella pel¨ªcula y, con matices, por lo que revela esta secuela tard¨ªa que hoy se estrena, Peque?as mentiras para estar juntos, una nueva reuni¨®n de la pandilla de amigos de toda la vida, en la que algunos, los menos, han dado alg¨²n paso hacia la seguridad en s¨ª mismos y hacia comportamientos basados en la experiencia, mientras otros, ahora rozando la cincuentena, siguen igual de detestables. Y no se trata tanto de que resulte dif¨ªcil simpatizar con los protagonistas (una de las grandes lacras del espectador de hoy es la necesidad a ultranza de que los personajes caigan bien), como de que estos est¨¦n trazados por Canet y su coguionista, Rodolphe Lauga, desde una ternura y una condescendencia acr¨ªtica dif¨ªcilmente soportable.

Pasad¨ªsima una vez m¨¢s de rosca en cuanto a metraje, sobre todo en relaci¨®n a lo que se est¨¢ contando, la pel¨ªcula nunca encuentra un tono adecuado ni se desarrolla con coherencia. Cuando pretende hacer gracia (la alergia a las orugas, las relaciones con la canguro de actitud inquebrantable¡­), es casi pat¨¦tica. Y cuando pretende abordar temas serios y de trascendencia (la ruina de uno de los personajes, la desgraciada distancia que a veces se abre entre la amistad a esas edades), nunca acaba de volar ni de emocionar. Le sobra una trama paralela en su totalidad (la de la exesposa, su amiga y los ligues), lo que adem¨¢s hubiera rebajado la duraci¨®n, y culmina con un cl¨ªmax lamentable de pel¨ªcula de supervivencia que en modo alguno encaja con el resto.

As¨ª que lo ¨²nico salvable de Canet, junto al carisma de sus int¨¦rpretes, es haber tenido el buen gusto de (casi) culminar su pel¨ªcula con la maravillosa To love somebody, de Nina Simone, en un bonito recorrido por el presente de sus criaturas. Y ni en eso consigue ser eficaz, porque en lugar de dejarlo ah¨ª, por una vez en lo alto, inventa un ep¨ªlogo inveros¨ªmil, falaz y enga?osamente redentor.