Editoriales de 20 pa¨ªses rescatan la novela que naci¨® en Auschwitz
El m¨¦dico jud¨ªo Eddy de Wind escribi¨® una obra durante su cautiverio, ignorada durante d¨¦cadas hasta que el manuscrito se exhibi¨® en una exposici¨®n en Madrid
Cuando Melcher de Wind naci¨®, el manuscrito ya estaba all¨ª. Oculto a simple vista en una estanter¨ªa del comedor familiar en ?msterdam. ¡°Siempre fue como tener un pedazo de Auschwitz en casa¡±, recuerda. Un pu?ado de p¨¢ginas escritas a l¨¢piz, con una letra diminuta, apresurada, que contaban la historia de Hans Van Dam, un joven m¨¦dico jud¨ªo que decide presentarse voluntario para trabajar en el campo de Westerbork, en la provincia holandesa de Drenthe, al enterarse de que su madre ha sido enviada all¨ª y que acaba siendo trasladado a Auschwitz con la enfermera de la que se enamor¨® y con la que se cas¨® en el propio campo. Lo que tiene de especial la historia que escribi¨® su padre,? Eddy de Wind, no es tanto el retrato de la dolorosa experiencia como el hecho de que logr¨® escribirla, en un arranque de desesperada rebeld¨ªa, all¨ª mismo. ¡°Cuando el rumor de que los sovi¨¦ticos iban a liberar el campo se extendi¨® y empezaron a desalojarlo, mi padre decidi¨® esconderse y quedarse¡±, recuerda su hijo. ¡°Subi¨® a la torre desde la que pod¨ªa verse todo Birkenau y, temeroso de que lograran borrar aquello para siempre, se hizo con una libreta de recuentos y un l¨¢piz y se puso a escribir¡±, relata De Wind.
Se detiene al hablar para contemplar lo que hoy puede verse desde esa misma torre, el cruce de v¨ªas, el and¨¦n polvoriento en el que cientos de miles de familias jud¨ªas se dieron el ¨²ltimo adi¨®s. Llegaban cargados con maletas en las que hab¨ªan escrito su nombre por si, dec¨ªan, se extraviaban, y lo m¨¢s indispensable: algunos platos, bet¨²n para los zapatos, ropa, alg¨²n mu?eco para los ni?os. Corr¨ªa la ¨¦poca en la que el exterminio se hab¨ªa acelerado. Como relata el gu¨ªa que acompa?a a De Wind esta ma?ana de octubre en la que?todo tipo de variopintos grupos de visitantes coinciden en los campos ¡ªdesde jud¨ªos ortodoxos hasta estudiantes de academias militares y familias con ni?os¡ª, entonces las c¨¢maras de gas funcionando a pleno rendimiento: se mataba a m¨¢s de un millar de personas por d¨ªa. ¡°Cuando envieron a Friedel [la esposa de Eddy de Wind] a Birkenau, mi padre se temi¨® lo peor, como le ocurre al personaje de Hans, pero por fortuna ella tambi¨¦n logr¨® sobrevivir¡±, dice el improvisado albacea, que hasta que no se inaugur¨® en Madrid, el pasado a?o,?la exposici¨®n?Auschwitz. No hace mucho. No muy lejos, no se hab¨ªa planteado serlo.
¡°Fue a partir de la exposici¨®n cuando me di cuenta de la importancia que ten¨ªa el libro de mi padre y decid¨ª probar suerte", cuenta. Contact¨® con un agente literario y le cont¨® su historia. Que el libro ya hab¨ªa sido publicado en dos ocasiones, pero con tan mala fortuna que apenas hab¨ªa llegado a darse a conocer. La primera edici¨®n data de 1946, a cargo de una peque?a editorial comunista holandesa que, recuerda De Wind, quebr¨® poco despu¨¦s. ¡°Por entonces, los libros en los que se detallaban las infamias de los campos no eran bienvenidos, porque nadie quer¨ªa o¨ªr hablar de tragedias, se estaba intentando reconstruir Europa¡±, asegura. La segunda edici¨®n es de los a?os ochenta, pero corri¨® la misma suerte. Apenas se agotaron los 5.000 ejemplares de la primera tirada. ¡°Nadie en el mundo se enter¨® de que mi padre hab¨ªa escrito un libro en Auschwitz¡±, deplora. Los tiempos han cambiado, as¨ª que, o¨ªda la historia, el agente no tard¨® en ponerse manos a la obra y en poco tiempo cerr¨® un acuerdo con una editorial espa?ola, Espasa, y una portuguesa. Luego llegaron el resto: otros 20 pa¨ªses.
Todos, a excepci¨®n de Espa?a y Portugal, publicar¨¢n la novela, titulada Auschwitz ¨²ltima parada, el a?o pr¨®ximo, coincidiendo con el 75? aniversario de la liberaci¨®n del campo. En Espa?a llega a las librer¨ªas el pr¨®ximo martes. De Wind a¨²n no puede cre¨¦rselo. Mira con incredulidad al bloque 10, en el que ten¨ªan lugar los experimentos con mujeres. Fue en ¨¦l donde vivi¨® Friedel, una jovenc¨ªsima enfermera cuando fue internada en el campo, de la que se separ¨® 12 a?os despu¨¦s de su vuelta a casa porque, dice, ¡°les resultaba insoportable pensar en lo que hab¨ªan vivido, y era en lo ¨²nico en lo que pod¨ªan pensar cuando se miraban¡±, apunta el hijo, cuya madre vivi¨® siempre a la sombra de ese primer y gran amor maldito. Pasea, De Wind, entre los bloques de ladrillos informes 9 ¡ªen el que vivi¨® su padre¡ª y 10, tan cercanos al bloque 11, el llamado bloque de la muerte, que desde ellos deb¨ªan o¨ªrse los gritos de aquellos a los que se dejaba morir de hambre y sed en sus celdas. Pasea y trata de encajar la figura de su padre?¡ªque su hijo, nacido en 1961, describe como un eminente psicoanalista¡ª en el horror de la vida en el campo. ¡°Vine por primera vez hace tres d¨ªas y a¨²n estoy intentando asimilarlo¡±, dice. ¡°Nunca m¨¢s otro Auschwitz, esa era para mi padre la raz¨®n m¨¢s importante para seguir viviendo, y el sentido de su historia¡±, a?ade.
Del "no pasar¨¢n" al Museo de la Prostituci¨®n
La historia, tanto del propio Eddy de Wind como de su hijo Melcher, est¨¢ plagada de datos curiosos. Para empezar, el lugar en el que se refugi¨® Eddy para seguir redactando la novela era una casa abandonada cercana al campo de concentraci¨®n y regentada por un espa?ol, que hab¨ªa puesto por nombre a la casa en cuesti¨®n No Pasar¨¢n, o, al menos, eso entendi¨® el jovenc¨ªsimo Eddy, que lo relata tal cual en la novela. Luego est¨¢ el hecho de que, adem¨¢s de como m¨¦dico, su supervivencia en el campo se debiera tambi¨¦n a que era m¨²sico ¡ªtocaba el saxo y el clarinete, y, de hecho, sali¨® de ¨¦l con el clarinete en la mano¡ª, y que, tras su breve paso por el Ej¨¦rcito rojo, durante el resto de su vida se dedicara al psicoan¨¢lisis ¡ªespecializ¨¢ndose en traumas relacionados con el Holocausto¡ª y a la sexolog¨ªa. Su hijo Melcher hered¨® su inter¨¦s por el sexo, pero no en un sentido anal¨ªtico sino m¨¢s bien relacionado con el espect¨¢culo, pues regenta hoy el Red Light Secrets de ?msterdam, el Museo de la Prostituci¨®n de la ciudad. ?Qu¨¦ fue de Friedel? ¡°Vivi¨® m¨¢s que mi padre. La ¨²ltima vez que la vi, segu¨ªa sin poder hablar de otra cosa que del campo¡±, recuerda Melcher.
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