Odio y fuego en la ¡®banlieue¡¯

En la prodigiosa serie The Wire, ese retrato desolador de la inevitable corrupci¨®n de la pol¨ªtica, el feroz tr¨¢fico de drogas callejero, los trapicheos de un sindicalismo portuario que intenta sobrevivir a su ocaso, la educaci¨®n de ni?os negros y problem¨¢ticos abocados a un futuro sombr¨ªo, la mezcla de profesionales y de pringaos en esa polic¨ªa tantas veces manipulada o amordazada por el poder, el acceso de los grandes traficantes al turbio mundo de la construcci¨®n para lavar su bot¨ªn, las grandezas y las miserias del periodismo, repleta toda ella de personajes memorables, existe uno aparentemente gris¨¢ceo que merece todo mi cari?o y mi admiraci¨®n. Se llama Roland Pryzbylewski. Entr¨® en la polic¨ªa por la recomendaci¨®n de su suegro, un comisario polaco que utiliza su cargo para todo tipo de pringues. El enchufado Ronald es inicialmente arrogante y bobo. En una noche pasada de copas hacen una in¨²til redada en el barrio donde se menudea con el jaco. La tensi¨®n estalla. El aterrado Roland le salta un ojo a un chaval. Y el idiota evoluciona. Hace bien su trabajo en las escuchas a los narcos. Posteriormente enviar¨¢ al infierno a su dominante suegro y se buscar¨¢ la vida dando clases en un colegio muy complicado. Intentar¨¢ ense?ar, ayudar y proteger a los cr¨ªos m¨¢s desvalidos. Y este hombre honesto y solidario se estrellar¨¢ contra la realidad.

Recuerdo The Wire en determinados momentos de Los miserables, cr¨®nica dura y muy cre¨ªble de la volc¨¢nica relaci¨®n en la banlieue parisiense entre chavales desocupados y de porvenir incierto, con la violencia latiendo en su entorno y dentro de ellos, y la odiada brigada de polic¨ªa que intenta mantener una ficticia paz en el barrio, a veces pactando, a veces amenazando o dando ca?a, sabiendo que su labor es in¨²til, que todo va a seguir igual porque los de arriba se desentienden del problema o aportan medidas ficticias.

Esta pel¨ªcula desprende conocimiento, electricidad y autenticidad. El director Ladj Ly sabe de lo que habla. Es su barrio, ha pasado ah¨ª su vida. Sabe que la hoguera puede estallar en cualquier momento. Tambi¨¦n que hay imanes barbudos dispuestos a canalizar la ira de los j¨®venes, atraerlos hacia las mezquitas, ofrecerles refugio, consejos y las ense?anzas fundamentalistas, conscientes de que pueden ser carne de yihad.

Y entre la polic¨ªa hay de todo. Desde un tipo que solo cree en el uso indiscriminado de la fuerza y de intimidaci¨®n para lograr el amedrentamiento, al reci¨¦n llegado que cree en la ley y en el di¨¢logo, al tibio que en un momento de p¨¢nico provocar¨¢ el infierno disparando a un cr¨ªo. Vives esa tensi¨®n de principio a fin y el amenazador desenlace con una imagen en la que puede explotar el horror, con las fuerzas del orden acorraladas por el odio y por el fuego, te crea una sensaci¨®n muy inc¨®moda. Es lo que se ha propuesto el muy expresivo director. No es un trabajo de encargo. Su visi¨®n del conflicto nace de su compromiso y es compleja. Misi¨®n cumplida.