Karlos Argui?ano, atrapado en la trampa de la tele

Si algo ha transmitido siempre Karlos Argui?ano ha sido verdad. No una verdad cursi, equivalente a esa autenticidad que tanto se reivindica y que nadie sabe muy bien qu¨¦ es, sino la sensaci¨®n de asistir a algo que no se ha escrito ni ensayado, que brota con la misma naturalidad que una conversaci¨®n en un bar de pinchos. Eso no quiere decir que no pueda estar escrito o ensayado, ni que el Karlos Argui?ano real sea alguien completamente distinto al Karlos Argui?ano personaje. Pudiera ser: los artificios del espect¨¢culo pueden confundir hasta a los m¨¢s c¨ªnicos, pero ni Marlon Brando podr¨ªa enga?ar a tanta gente tantos a?os, saliendo a diario por la tele.

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Habr¨¢ quien vea su programa con un cuadernito para cocinar la receta luego. Yo lo ve¨ªa (aunque lo dej¨¦ hace tiempo) por los chascarrillos. En una tele en la que hasta las toses van consignadas en un guion y los c¨®micos leen los chistes en el telepronter, un se?or que a la hora de comer cantaba canciones donde los conejos no son roedores y los nabos no son tub¨¦rculos y contaba los mismos chistes malos que cuenta tu suegro los domingos era alucinante.

Por eso sus disculpas por el chiste sobre una violaci¨®n que cont¨® en?El homiguero suenan tan naturales como el propio chiste. Estaba consternado, ¡°destrozao¡±, como dijo ¨¦l, y hay que ser muy cretino para no entenderle y agradecerle las disculpas. Pero en ese plano tan ins¨®lito de un se?or pidiendo perd¨®n sin a?adir peros ni atenuantes hab¨ªa algo m¨¢s perverso: Argui?ano hablaba desde el fondo de un foso, atrapado en una trampa que la propia tele le hab¨ªa tendido. Esa misma industria que celebra siempre su espontaneidad, le ha castigado por ella. As¨ª funciona este espect¨¢culo traidor, que te incita a ser t¨² mismo y te guillotina en cuanto te muestras como eres.