El esp¨ªritu americano
Cr¨®nica incluso did¨¢ctica en todo lo que tiene que ver con las estrategias militares y el desciframiento de los c¨®digos enemigos
Si Michael Bay logr¨® que una derrota (a traici¨®n) como la de Pearl Harbor fuera celebrada en su pel¨ªcula hom¨®nima como una exaltaci¨®n del esp¨ªritu americano, c¨®mo no iba Roland Emmerich a componer una oda al triunfo y al patriotismo en Midway, si la batalla que da nombre a su nuevo trabajo fue realmente una de las decisivas para el desarrollo posterior de la II Guerra Mundial y supuso el principio del fin del imperio japon¨¦s. Bay, estadounidense, y Emmerich, alem¨¢n (paradojas de la profesi¨®n y el espect¨¢culo), cofrades en estilo e intenciones comerciales, siempre grandilocuentes, majestuosos y patrioteros, pomposos y espl¨¦ndidos en el manejo de los efectos especiales y de sonido, se hermanan as¨ª con dos producciones paralelas en la superficie pero distantes en el fondo. La de Emmerich, pese a sus instantes cursis, es mucho m¨¢s seria.
MIDWAY
Direcci¨®n: Roland Emmerich.
Int¨¦rpretes: Ed Skrein, Woody Harrelson, Patrick Wilson, Luke Evans.
G¨¦nero: b¨¦lico. EE UU, 2019.
Duraci¨®n: 138 minutos.
De hecho, los primeros minutos de Midway creados por el director de Independence day, Godzilla, El patriota y El d¨ªa de ma?ana son sorprendentemente tranquilos, oscuros y mesurados. La calma la ponen las conversaciones previas entre representantes japoneses y americanos, sin apenas m¨²sica, con una puesta en escena tendente al clasicismo y con la vista puesta en la mirada de los personajes. La oscuridad proviene tanto de la fotograf¨ªa de Robby Baumgartner como del tono de derrota que pulula entre ambos contendientes. Y la mesura, por el trato ofrecido en la pel¨ªcula al enemigo japon¨¦s, siempre respetuoso, aunque sin llegar al extremado equilibrio logrado por la magn¨ªfica Tora! Tora! Tora!, la coproducci¨®n entre Jap¨®n y EE UU de 1970 que narr¨® desde ambos puntos de vista el ataque a Pearl Harbor.
Pasada esa presentaci¨®n de personajes, llega, claro, el estilo Emmerich, aupado por las evidentes mejores de los efectos CGI, en unas sensacionales secuencias de batalla auspiciadas por la mirada desde los aviones y sobre los portaaviones, que solo en planos muy puntuales se alejan del cine para acercarse a la experiencia del videojuego. Midway es una cr¨®nica incluso did¨¢ctica en todo lo que tiene que ver con las estrategias militares y el desciframiento de los c¨®digos enemigos, lo que seguro gustar¨¢ a los aficionados a la historia b¨¦lica. Y aunque en los momentos de muerte y desolaci¨®n la pincelada de Emmerich se torne brocha gorda, meliflua y remilgada, el retrato del h¨¦roe de guerra americano, el cl¨¢sico cowboy que se crece en la guerra y encuentra su lugar en el mundo entre la adrenalina, la pasi¨®n y la temeridad, resulta cinematogr¨¢fico ya desde su nombre, ir¨®nicamente real: Dick Best.
Midway ofrece lo que prometen las pel¨ªculas de Emmerich. Algo que, por si a¨²n hay alguien despistado, tiene menos que ver con el rigor que con el fuego de artificio, pero esta vez con un punto m¨¢s de moderaci¨®n. Y, para los cin¨¦filos, est¨¢ el aliciente de poder ver a John Ford en un personaje que, en sus pocos minutos en pantalla, escenifica ese esp¨ªritu tan de su cine y que, en cierta medida, el de Emmerich es su vulgar simulacro digital. El director de Centauros del desierto, que film¨® escenas del combate en su documental La batalla de Midway, result¨® herido, se levant¨® y sigui¨® rodando con su c¨¢mara de 16 mm. En realidad, Ford era otro Dick Best.
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