Jos¨¦ Miguel Oviedo, una celebraci¨®n de la lectura
El ensayista literario peruano, tan vinculado al periodismo como a la academia, fallece a los 85 a?os
Para Jos¨¦ Miguel Oviedo (Lima, 1934), que muri¨® el jueves a los 85 a?os, el placer de la lectura era inseparable del rigor de la cr¨ªtica. En muchas entrevistas afirmaba que a¨²n cuando el cr¨ªtico literario se propusiese ser lo m¨¢s neutral en sus juicios, siempre part¨ªa de una mirada subjetiva sobre el texto. Los libros eran, para ¨¦l, un compromiso con la vida en todas sus dimensiones. Compa?ero de carpeta de Mario Vargas Llosa en el colegio La Salle de Lima en 1948, la relaci¨®n entre ambos siempre se mantuvo.
Fue el mismo Oviedo quien declar¨® alguna vez que cuando Vargas Llosa estaba pensando en un t¨ªtulo para su primera novela, le sugiri¨® La ciudad y los perros. Unos a?os despu¨¦s, en 1970, Oviedo public¨® el primer libro importante sobre la obra de Vargas Llosa: Mario Vargas Llosa. La invenci¨®n de la realidad. Poco antes hab¨ªa publicado otro ensayo fundador, Genio y figura de Ricardo Palma. Luego seguir¨ªan algunos textos cl¨¢sicos como La ni?a de Nueva York (sobre la vida amorosa de Jos¨¦ Mart¨ª, 1990), Breve historia del ensayo hispanoamericano (1991) y la gran Historia de la literatura hispanoamericana que apareci¨® en cuatro tomos en el 2001.
Oviedo pertenec¨ªa a la raza de los ensayistas literarios que, como Emir Rodr¨ªguez Monegal, ten¨ªa lazos con el periodismo y la academia. Su prosa fluida y de frases cortas le permit¨ªa tratar los temas m¨¢s profundos con claridad. Creo que el placer y el inter¨¦s con el que uno sigue cualquiera de sus textos es que nunca separ¨® la literatura de las experiencias vitales de las que se alimenta. Nunca olvid¨® que las obras literarias expresan las culturas, las convicciones, pero tambi¨¦n las zonas oscuras del inconsciente y que es en ese territorio donde existe la comunicaci¨®n mas profunda entre un autor y un lector. Escribir ensayos y estudios acad¨¦micos era para ¨¦l un ejercicio de la imaginaci¨®n, un bien com¨²n. Pertenec¨ªa a la raza de los que aman la literatura por su lenguaje y su capacidad de representaci¨®n, sin ideolog¨ªas o moralejas.
Era un escritor y un lector apegado a la diversidad y a los contrastes de la vida. Su educaci¨®n en el periodismo literario (se inici¨® como cr¨ªtico del semanario El Dominical del diario El Comercio de Lima), lo educ¨® en el arte de los buenos t¨ªtulos. Algunos ejemplos aparecen en los cap¨ªtulos de su Historia de la literatura latinoamericana: El mundo penitencial de Juan Rulfo, La aventura triangular de Cort¨¢zar, Octavio Paz o la lucidez ardiente y en el t¨ªtulo de su libro de memorias, Una locura razonable. En este volumen de 500 p¨¢ginas desfilan personajes memorables como Ungaretti y Allen Ginsberg (quien en una ocasi¨®n lo llam¨® ¡°Ovieda, Ovieda¡±).
Recuerdo especialmente uno de los primeros episodios que cuenta c¨®mo se sell¨® su amistad con Mario Vargas Llosa en el colegio. Oviedo le regal¨® la foto de una reina de belleza, orlada de un arco iris, con una dedicatoria: ¡°A mi amiguito Mario Vargas Llosa¡±. Luego ambos colaborar¨ªan en una revista escolar llamada Inca. La pasi¨®n por el lenguaje hac¨ªa de Oviedo un gran narrador oral. Era un contador de chistes en cadena y si ¨¦se fuera un g¨¦nero literario, habr¨ªa ganado varios premios. En una ocasi¨®n, en la feria de Guadalajara, lo o¨ª decir que el nacionalismo es una pasi¨®n peligrosa y absurda. Agreg¨® que por ejemplo a ning¨²n canadiense, se le ocurre exclamar: ¡°Ay, Toronto. No te rajes¡±. En esa ocasi¨®n hubo algunas risas en el p¨²blico, aunque otros se sintieron algo ofendidos. Tambi¨¦n contaba cu¨¢les eran las tres opciones de alguien que se deten¨ªa frente a un sem¨¢foro en Lima: ¡°Si es verde pasa con cuidado. Si es ¨¢mbar pasa con cuidado. Si es rojo, pasa con cuidado¡±. Repet¨ªa tambi¨¦n la historia de un hombre que entra a una librer¨ªa y pregunta si venden alg¨²n libro de Ernest Hemingway.
¡°El viejo y el mar¡±, le informa el vendedor. La respuesta es contundente: ¡°Prefiero el mar¡±. Su humor, un modo de relativizar las verdades absolutas, era una forma de su inteligencia. Pero la lectura era una celebraci¨®n de lo esencial y lo diverso. En una conferencia sobre Esperandoa Godot, despu¨¦s de hacer una serie de interpretaciones fundamentales sobre la obra de Beckett, termin¨® diciendo: ¡°La he visto veinte veces y si me dicen que la dan esta noche volver¨ªa a verla¡±.
Alumno y amigo suyo de cincuenta a?os, siempre me pareci¨® que estaba celebrando algo. All¨ª segu¨ªan estando Beckett, Vallejo, Vargas Llosa, Orhan Pamuk (autor que adoraba) y tantos otros.Todos esos son motivos para seguir viviendo, parec¨ªa sugerir siempre en sus clases, libros y conferencias. Estas son las razones para seguir charlando, para seguir leyendo, para seguir escribiendo. Es dif¨ªcil aceptar que ya no estar¨¢. Pero sus palabras seguir¨¢n celebrando la lectura.
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