¡°Despu¨¦s ser¨ªa la noche, las estrellas o las nubes, la vida¡±
En el cuento ¡®La autopista del sur¡¯ Julio Cort¨¢zar retrata la angustia del confinamiento
Algunos libros de Julio Cort¨¢zar, incluido Rayuela, cuentan historias de confinamiento. Casa tomada. Dos hermanos heredan una casa grande. Poco a poco la toma gente ajena, hasta que los herederos deben irse, despose¨ªdos de lugar y de posibles. Cuando empez¨® la toma pensaron quedarse al menos con un rinc¨®n para seguir con la ilusi¨®n de tener casa. ¡°Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado la parte del fondo¡±. ¡°Entonces tendremos que vivir de este lado¡±. Incluso se reconocieron afortunados al no tener ya tanto que limpiar. Se simplific¨® tambi¨¦n la tarea culinaria. Estaban bien, aunque confinados, ¡°y poco a poco empez¨¢bamos a no pensar. Se puede vivir sin pensar¡±. Cuando ya no tienen ni ese rinc¨®n, los hermanos han de abandonar la casa tomada. ¡°Cerr¨¦ bien la puerta de entrada y tir¨¦ la llave por la alcantarilla¡±.
Rayuela. La historia de un confinamiento. Personas que hacen de la conversaci¨®n una m¨²sica o un alimento, viven impulsados por el desarraigo, la enfermedad principal de Oliveira, y por la presencia m¨®rbida del ni?o Rocamadour. Dice Luis Harss, en su hist¨®rica charla con Cort¨¢zar publicada en un libro m¨¢s temprano sobre el boom, Los nuestros (Sudamericana, 1966), sobre un episodio simb¨®lico de esa relaci¨®n: ¡°Ocurre a lo largo de una noche confusa y charlatana, en un sucio cuarto de hotel, entre cigarrillos humeantes y discos de jazz. Maga y Oliveira sufren, el ni?o agoniza, pero los distraen golpes en el cielo raso, disputas en el corredor, interminables conversaciones a la vez l¨²gubres y ajenas a la situaci¨®n¡±.
En esa historia de confinados, presos de la noche, pendientes de la enfermedad y del azar, ocurre algo que parece una broma enorme pero que es en esencia una tragedia. Fue el primer cap¨ªtulo de la novela y despu¨¦s fue uno de sus dram¨¢ticos episodios. Una mujer, Talita, arriesga su vida sobre una tabla que cruza el aire desde su casa a la de un amigo, para entregarle unos clavos. Como ocurri¨® con todo el libro, ¡°lo escrib¨ª sin saber por qu¨¦¡±, confes¨® Cort¨¢zar en la que quiz¨¢ fue su ¨²ltima entrevista, a The Paris Review, poco antes de su fallecimiento en febrero de 1984. ¡°Ve¨ªa los personajes, ve¨ªa la situaci¨®n¡, era en Buenos Aires. Hac¨ªa mucho calor, recuerdo, y estaba junto a la ventana con la m¨¢quina de escribir. Vi esa situaci¨®n del tipo que hace que su esposa cruce por el tabl¨®n (¡) para buscar algo tonto, unos clavos¡±.
Cort¨¢zar hab¨ªa cruzado a la nave del surrealismo, y ah¨ª se mezclaba su nueva est¨¦tica con el ¨¢mbito encerrado que ya marcaba las obsesiones de Los premios (1960), donde un grupo de viajeros de un trasatl¨¢ntico pugna por saber qu¨¦ ocurre en la zona sagrada, all¨ª donde nadie puede acceder. El veneno y la atracci¨®n que encierra el lado de all¨¢.
Pero donde se hace mayor la angustia que produce lo inesperado que termina siendo peligro y costumbre es en La autopista del sur, el cuento que va creciendo en angustia al tiempo que los personajes, encerrados al aire libre en una carretera bloqueada, empiezan a sentirse c¨®modos, o acostumbrados, y desconf¨ªan de lo que va a suceder, irremediablemente, cuando acabe ese confinamiento que los ha llenado primero de incertidumbre y despu¨¦s de inmundicia y finalmente de delirio.
Como en Rayuela, como en Casa tomada, en La autopista del sur lo que parece histeria ser¨¢ resignaci¨®n, y aquello que da la impresi¨®n de ser, al fin, aventura o liberaci¨®n, se torna decepci¨®n o incertidumbre. En este cuento en concreto Cort¨¢zar hace que el clima juegue un papel moderador de la tragedia y de la felicidad. ¡°Pero el fr¨ªo empez¨® a ceder, y despu¨¦s de un periodo de lluvias y vientos que enervaron los ¨¢nimos y aumentaron las dificultades de aprovisionamiento, siguieron d¨ªas frescos y soleados en que ya era posible salir de los autos, visitarse, reanudar relaciones con los grupos vecinos¡±.
Irremediablemente se acelera la caravana de los confinados, acaba el encierro en la autopista, y aparece la ciudad. ¡°Despu¨¦s ser¨ªa la noche, ser¨ªa Dauphine subiendo sigilosamente a su auto, las estrellas o las nubes, la vida¡±. Par¨ªs, delante. ¡°Se corr¨ªa a ochenta kil¨®metros por hora hacia las luces que crec¨ªan poco a poco, sin que ya se supiera bien por qu¨¦ tanto apuro, por qu¨¦ esa carrera en la noche entre autos desconocidos donde nadie sab¨ªa nada de los otros¡¡±.
A ochenta kil¨®metros por hora, alej¨¢ndose de los que hab¨ªan sido compa?eros de confinamiento, en busca de los confinamientos sucesivos a los que obliga la ciudad. Cort¨¢zar, solitario contando, una a una, historias de la soledad en medio de las multitudes.
Babelia
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