La revoluci¨®n de la belleza
¡°No le gustaba la fama ni exponerse al p¨²blico, de hecho tard¨® muchos a?os en atreverse a subir a un escenario¡±
Sin siquiera pretenderlo, iba de anti h¨¦roe Eduardo. No le gustaba la fama ni exponerse al p¨²blico, de hecho tard¨® muchos a?os en atreverse a subir a un escenario, aunque sus canciones ya eran conocidas por sus discos publicados o porque ya las cantaban artistas como Rosa Le¨®n o Massiel. Aute, fumador empedernido y aficionado taurino (qu¨¦ poco le pegaba) muchas veces se tomaba a s¨ª mismo en broma.
De mi coche una vez los cacos se llevaron el radiocasete y todas mis cintas, menos un par de ellas que ten¨ªa de Aute. No le extra?¨® mucho cuando se lo coment¨¦. ¡°Los chorizos son listos¡±, me dijo riendo. En aquella ¨¦poca en la que encontrarte el coche desvalijado cada ma?ana era el pan nuestro de cada d¨ªa, Aute entendi¨® que los ladrones tambi¨¦n eran selectivos y se llevaban lo que de verdad les gustaba. ¡°Seguro que las que no han dejado son las de Joaqu¨ªn¡±, me dijo entre risas refiri¨¦ndose a las de Sabina, que entonces presum¨ªa en sus canciones de juntarse con canallas delincuentes y hacer pactos de caballeros con ellos.
Jugueteaba con las palabras, y ah¨ª han quedado, adem¨¢s de sus canciones, sus libros de poemas, donde el doble sentido y la sorpresa inventando t¨¦rminos, juega con la inteligencia de quien los lee. Encontraba en la sutileza, el mensaje directo. Al alba fue la canci¨®n que le dedic¨® a los ¨²ltimos fusilamientos franquistas, aunque a?os m¨¢s tarde ¨¦l mismo lo desmentir¨ªa. En los versos de esa canci¨®n hermosa y doliente quer¨ªa burlar la feroz censura de entonces, aunque no hace mucho dir¨ªa que no los escribi¨® pensando en eso. Ser¨ªa parte tambi¨¦n de un juego, pues buceando en las hemerotecas, se le pueden atribuir las dos posibilidades: que la canci¨®n no la escribiera con esa intenci¨®n y que luego se tomara como tal, o que s¨ª la escribiera pensando en el amanecer de la ¨²ltima ma?ana de un condenado a muerte.
Lo que Al alba supuso para los a?os setenta, quiso Eduardo repetir con La belleza en los noventa. Hab¨ªan ca¨ªdo los bloques y se hablaba de un nuevo orden mundial. Bush padre iniciaba la primera guerra del Golfo y el mundo dejaba de ser como hasta entonces se hab¨ªa conocido. Encontraba en esos a?os sin sentido a Al alba, y se negaba a interpretarla en p¨²blico, aunque siempre se la solicitaban, y la cambiaba por La belleza.
Cuando se la oy¨® cantar a Rozal¨¦n, una cantautora m¨¢s joven que su propia hija, una noche de no hace muchos a?os en la madrile?a sala Libertad 8, Aute no pudo contener las l¨¢grimas. A la que la cantante solt¨® lo de ¡°Enemigo de la guerra y su reverso, la medalla¡±, a Eduardo se le aceler¨® el coraz¨®n. La jovenc¨ªsima fan que ten¨ªa casualmente sentada a su lado esa noche, le cont¨® despu¨¦s que de peque?a ella se escond¨ªa debajo de la tabla de planchar de su madre, se hac¨ªa su casa imaginar¨ªa, mientras en el tocadiscos de la real sonaban esa y otras canciones suyas. ¡°?As¨ª te torturaban tu padres de peque?a?¡±, fue la respuesta del propio autor entre las risas c¨®mplices de los testigos.
Su sentido del humor no le permit¨ªa tomarse en serio, pero sin embargo tampoco le permiti¨® desaprovechar su enorme talento creador. Casi como un hombre del renacimiento, adem¨¢s de cantar y escribir, Aute pintaba, dibujaba, expon¨ªa, y hac¨ªa cine. Prefer¨ªa reconocerse en el significado m¨¢s franc¨¦s de ¡°creador de canciones¡± que de cantautor, para as¨ª sentirse m¨¢s amateur que otra cosa. Y es que no le gustaba el t¨¦rmino ni su significado al completo. Lo expres¨® en ese genial Autotango del cantautor, donde ven¨ªa a suplicar a los que s¨ª que lo eran, que no le vinieran a contar sus penas. ?l nunca cont¨® las suyas, pero s¨ª supo expresar el sentimiento m¨¢s ¨ªntimo y pasional para dar sentido a una existencia. Ni cre¨ªa en dios, ni dejaba de creer -¡°no hay pruebas de una cosa ni otra¡±, sol¨ªa decir-, pero en todas sus venas creativas, s¨ª transcendi¨® un sentido espiritual y sacro, alejado de lo religioso o lit¨²rgico: era El Templo, como a ¨¦l le gustaba llamar a todo lo relacionado con la creaci¨®n y el misterio. As¨ª titul¨®, adem¨¢s, a uno de sus discos favoritos. Cigarro tras cigarro, amaba la vida y su er¨®tica, pero sab¨ªa que en los ¨²ltimos a?os estaba el mundo muy desamparado y a la intemperie.
Para encontrar amparo, busc¨® siempre la belleza. Tal vez la encuentre ahora. Pero en esa b¨²squeda, ¨¦l descubri¨® su verdadera revoluci¨®n y a todos nos hizo mejores.
Babelia
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