La segunda vida de Miguel Strogoff
El personaje de Verne vivi¨® una segunda aventura en Uzbekist¨¢n y protagoniz¨® una pel¨ªcula er¨®tica
En ning¨²n sitio es tan apreciado como en esta columna Miguel Strogoff (el verdadero correo del zar, efectivamente). La extensa novela de Julio Verne nos cuenta, es sabido, las aventuras del personaje del t¨ªtulo, enviado con un mensaje de vital importancia desde San Petersburgo a la asediada Irkutsk, durante una invasi¨®n de los t¨¢rtaros. La historia empieza con la orden del zar, al enterarse del ataque, de que lleven a su presencia un mensajero. Este ser¨¢ el capit¨¢n Strogoff, del afamado cuerpo de correos imperiales, que llega precedido de fama de hombre decidido: ha cumplido muchas veces, con ¨¦xito, otras misiones dif¨ªciles. Treinta a?os, sangre fr¨ªa, constituci¨®n de hierro, coraz¨®n de oro, inteligencia, coraje¡ Vamos que lo tiene todo y adem¨¢s conoce el territorio en el que ha de desarrollarse su cometido, pues es siberiano, de Omsk.
Al final de la historia (no creo que sea mucho spoiler explicar una novela de 1876 que ha tenido una docena de adaptaciones cinematogr¨¢ficas y televisivas, sin contar las teatrales y una zarzuela) Miguel Strogoff sale victorioso a pesar de contratiempos como que le golpean con una fusta, se le echa encima un oso, lo alancean y le queman los ojos. En suma, Irkutsk se salva, los t¨¢rtaros fracasan, el malo (la otra estrella de la funci¨®n, el traidor coronel Ivan Ogareff) muere en duelo bajo el cuchillo del protagonista, y Strogoff se casa con la chica, Nadia F¨¦dor y recibe la cruz de la Orden de San Jorge. Vale, pero estos d¨ªas, en los que todos nos preguntamos c¨®mo continuar¨¢n nuestras vidas, cabe interrogarse m¨¢s que nunca ?y qu¨¦ pas¨® despu¨¦s?, ?tuvo segunda vida Miguel Strogoff? ?Fue feliz con Nadia? ?Lleg¨® a luchar en la guerra ruso-japonesa? (dif¨ªcilmente: seg¨²n mis c¨¢lculos tendr¨ªa 74 a?os) ?Vivi¨® la revoluci¨®n y conoci¨® a Yuri Zhivago?
Progreso en el imperio
El propio Verne , al final de su novela, no nos dice m¨¢s que el correo del zar progres¨®, llegando ¡°a una alta situaci¨®n en el imperio¡±, seguramente abandonando el arriesgado cargo de correo. En las pel¨ªculas sobre el libro, la primera de 1908, apenas tres a?os tras la muerte de Verne, se producen algunas variaciones del relato can¨®nico. As¨ª, en alguna se nos dice que Strogoff es viudo al inicio de la historia (ha perdido a su mujer y a un hijo nonato por culpa de Ogareff). En otra, la ceguera causada por la espada (yatag¨¢n) al rojo vivo del verdugo t¨¢rtaro -un m¨¦todo tradicional de esa ruda gente- no es fingida (en el original al h¨¦roe le salvan la vista las l¨¢grimas vertidas al ver sufrir a su madre), y recupera la visi¨®n muy afortunadamente durante su lucha con Ogareff. En la miniserie de Fabrizio Costa de 1998, Strogoff ha de rescatar al zarevich Boris, Nadia es la hija de un conde y no de un deportado y la gitana Sangarre, amante oficial de Ogareff, ayuda a Miguel. En la de Jean-Pierre Decourt de 1975 hay que se?alar que interpretaba a Nadia la actriz Lorenza Guerrieri, portada de Interviu en 1978 como ¡°la rubia de Strogoff¡±, aunque queda claro que iba te?ida. Poco m¨¢s.
Sin embargo, contamos con una continuaci¨®n, no de Verne, que no la escribi¨® -estar¨ªa muy atareado alumbrando Hector Servadac, Las Indias negras, Un capit¨¢n de 15 a?os, etc¨¦tera-, sino de su nieto Jean Jules- Verne, El triunfo de Miguel Strogoff (1967). En la novela, Strogoff, ya con el rango de coronel, es llamado una vez m¨¢s, ahora no por el zar sino por la zarina, para una nueva misi¨®n peligrosa. En realidad -se ve que el nieto no ten¨ªa mucha imaginaci¨®n-, la novela no es sino la adaptaci¨®n del gui¨®n de la versi¨®n cinematogr¨¢fica de 1961 del mismo t¨ªtulo, en la que al protagonista lo volv¨ªa a encarnar Curd J¨¹rgens, el actor del filme can¨®nico de 1956. Sinceramente, yo como Miguel Strogoff prefiero al del filme de 1970 de Eriprando Visconti: John Philip Law, nada menos, que, por cierto, se enfrent¨® al Ogareff m¨¢s atractivo jam¨¢s visto en pantalla: Hiram Keller, ?casi deseabas que venciera ¨¦l! A m¨ª J¨¹rgens siempre me ha parecido que ten¨ªa un aspecto demasiado mayor y poca cintura para hacer de Strogoff, aunque es cierto que presencia no le falta con su m¨¢s de metro noventa: era m¨¢s alto que el oso. Encuentro que tiene gracia que sea Strogoff un actor germano que ha encarnado a Udet, Blumentritt y Von Braun, por no hablar de Bismarck¡
En fin, en El triunfo de Miguel Strogoff, que dirigi¨® Victor Tourjansky, que ya hab¨ªa filmado la adaptaci¨®n de 1926, vemos al protagonista con la cruz de San Jorge al cuello (la m¨¢s alta condecoraci¨®n de la Rusia zarista, instituida por Pedro el Grande en 1698 y que incluye autom¨¢ticamente todas las dem¨¢s, como la Orden de Santa Ana y el ?guila Blanca), y demostrando una familiaridad con la zarina que hace pensar que nos hemos perdido algo. La emperatriz le pide a Strogoff, retirado y viudo, no que haga de correo sino que se sume a la expedici¨®n que se prepara contra Khiva, en Corasmia, Uzbekist¨¢n -aqu¨ª Rusia invade en vez de ser invadida- para cuidar de su quiz¨¢ demasiado querido sobrino el capit¨¢n Sergio de Bachenberg, un chico altivo, antip¨¢tico y sin experiencia militar m¨¢s all¨¢ de lucir uniforme bien cortado, al que, as¨ª est¨¢n las cosas en la decadente Rusia zarista, se le ha confiado el mando de un regimiento en la campa?a.
Strogoff y Burnaby, un posible encuentro
Unas palabras sobre Khiva: reducto turcomano y capital del kanato del mismo nombre, la ciudad era una espina en el ¨¢rea de expansi¨®n de Rusia en Asia Central. As¨ª como la revuelta t¨¢rtara de la novela original se la invent¨® Julio Verne, la conquista de Khiva por las tropas rusas es un hecho hist¨®rico sucedido en 1873. A la luz de esta fecha, si calculamos -v¨¦ase la absolutamente indispensable edici¨®n anotada de Miguel Strogoff (Michel Strogoff, Presses Pocket, 1992)- que la aventura original sucedi¨® en 1860, bajo Alejandro II, han pasado 13 a?os (aunque de la pel¨ªcula al estreno de su continuaci¨®n van solo 5). El hecho de que salga Khiva a m¨ª ya me produce una emoci¨®n especial, pues significa que se juntan dos grandes aventuras de dos de mis personajes favoritos: la de ficci¨®n de Miguel y la real del coronel brit¨¢nico Frederick Burnaby que realiz¨® una arriesgad¨ªsima y aplaudida cabalgada hasta la ciudad en 1875 (luego morir¨ªa en Abu Klea luchando contra los derviches en la campa?a de rescate de Gordon de Jartum). Por las fechas, Strogoff y Burnaby ?casi se cruzan!
Volviendo a la continuaci¨®n de las aventuras de nuestro h¨¦roe ruso, en la nueva peripecia se produce una doble tensi¨®n entre la campa?a militar y sus peligros y la rivalidad del joven arist¨®crata celoso de la fama de Strogoff, a la que se suma -toujours cherchez la femme- que ambos cortejan a una misteriosa cantante de gira, Tatiana Volskaya (Capucine), que se cruza en el camino y tiene todos los visos de ser una Mata Hari de los turcomanos. Stogoff / J¨¹rgen puede con todo incluso con que se les mueran los camellos y finalmente redime al tontorr¨®n del chico y propicia con su arrojo la conquista de Khiva, arrebat¨¢ndole ese honor al hist¨®rico general Konstatin Kaufman.
Como ven, Miguel Strogoff tiene segunda vida -la despedida de Capucine no parece muy definitiva-, aunque a J¨¹rgens se le ve toda la pel¨ªcula un poco desganado: hay un momento incluso en que parecer¨ªa m¨¢s l¨®gico que se lo montara con el joven Sergio. En todo caso, existe una novela que no contin¨²a las aventuras de Strogoff pero nos informa de que tuvo descendencia. Se trata de La nieta de Miguel Strogoff, de Octave B¨¦liard, publicada en 1927 y protagonizada por una familiar directa del correo del zar, Sonia Strogoff. En la novela la joven salva a la gran duquesa Tatiana, hija del ¨²ltimo zar¡ Siento no poseer informaci¨®n en cambio de uno de los m¨¢s curiosos avatares de Miguel Strogoff, la versi¨®n er¨®tica de sus aventuras, una adaptaci¨®n cinematogr¨¢fica italiana de 1979 en la que ves a saber qu¨¦ hac¨ªan con el knut (el l¨¢tigo ruso), y que dar¨ªa un nuevo sentido a la misi¨®n de esos abnegados hombres del zar, los correos¡.
Babelia
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