David Castillejo, un singular sabio humanista

El pasado 6 de abril falleci¨® en Granada David Castillejo Claremont, a sus 93 a?os y en una residencia de la ciudad. No fue por infecci¨®n del coronavirus de nuestros d¨ªas, sino por el ¨²ltimo embate de los a?os contra su cuerpo. Nacido en Madrid en 1927, ha sido un singular estudioso del teatro espa?ol del Siglo de Oro, entre otros muchos intereses de su vasta cultura human¨ªstica e incluso cient¨ªfica. David era capaz de unir en su cosmos personal el teatro espa?ol o el ingl¨¦s del siglo XVII con las teor¨ªas de Newton, a quien tambi¨¦n dedic¨® sus estudios, con una amplitud que en nuestros d¨ªas pertenece definitivamente al pasado. Destacaba en ¨¦l adem¨¢s su absoluto sentido de la independencia y de la libertad, algo que es muy dif¨ªcil de encontrar en el mundo actual.

No muri¨® por esa edad alcanzada, que no representa una frontera forzosa, sino que se dej¨® ir sin resistencia ante la p¨¦rdida de su mundo, de sus amigos y de sus ilusiones. No es posible saber cu¨¢ntos le recuerdan todav¨ªa en Madrid, en Londres o en Cambridge, aunque desde luego unos pocos le echan en falta en Granada, donde reside la familia que ¨¦l escogi¨® para dedicar su vida desde hace ya muchos a?os a cada uno de sus miembros: a Pura Marinetto y a su hijo, los ¨²ltimos que le quedaban tras la muerte inesperada del marido de esta, Antonio Fern¨¢ndez-Puertas en 2016. Fue este uno de los grandes especialistas espa?oles en el arte musulm¨¢n y director del Museo de la Alhambra hasta 1992. David le cuid¨® con el empe?o y la devoci¨®n de un padre cuando enferm¨® gravemente y estuvo durante meses a las puertas de la muerte. Consigui¨® que saliera de aquella situaci¨®n en Londres, y que pudiera terminar y publicar una obra monumental sobre la Alhambra, para lo que David renunci¨® incluso a su propio trabajo y a sus investigaciones con esa ¨¦tica personal profundamente sentida.

No muri¨® por esa edad alcanzada, que no representa una frontera forzosa, sino que se dej¨® ir sin resistencia ante la p¨¦rdida de su mundo, de sus amigos y de sus ilusiones

Cuando le conoc¨ª a mediados de los a?os 80, David tendr¨ªa unos sesenta a?os, aunque era de esas personas que permanecen j¨®venes para siempre, como tantos artistas, escritores, fil¨®sofos, m¨²sicos¡­, era alto, de pelo negro ligeramente revuelto, con una elegancia innata y sin que le preocupara en nada la sencillez descuidada en el vestir. Ten¨ªa la educaci¨®n y los modales de un ingl¨¦s de pura cepa, por su madre, Irene Claremont, brit¨¢nica, escritora y autora de un libro destinado a que sus hijos recordaran a quien hab¨ªa sido su padre, I Married A Stranger, titulado en espa?ol de un modo sugestivo como Respaldada por el viento, que hab¨ªa estudiado con Carl Jung en Suiza y que se dedic¨® en Londres a la psicolog¨ªa, especialmente enfocada a las mujeres. David ten¨ªa una mirada brillante y aguda, que evidenciaba su inteligencia, y que evitaba analizar al interlocutor, al que captaba a la primera ojeada, y esos ojos suyos estaban acompa?ados de una c¨¢lida y acogedora sonrisa, m¨¢s mediterr¨¢nea, pero que ten¨ªa un punto enigm¨¢tico, casi leonardesco. Su profunda e innata sencillez estaba cultivada por ¨¦l para ocultar con sincera modestia su superioridad intelectual, de la que parec¨ªa avergonzarse, y poder acercarse as¨ª a todos, o mejor dicho, para que todos se acercaran a ¨¦l sin miedo.

David hab¨ªa fundido su sensibilidad profunda, n¨®rdica, de climas lluviosos y tierras verdes, con la dura y seca raigambre castellana que le ven¨ªa de su padre, Jos¨¦ Castillejo Duarte. S¨ª, ese fue su padre, disc¨ªpulo y amigo de Francisco Giner de los R¨ªos, miembro de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza, promotor de la Junta para la Ampliaci¨®n de Estudios e Investigaciones Cient¨ªficas, y creador desde el ministerio de Instrucci¨®n P¨²blica de la Residencia de Estudiantes y del Centro de Estudios Hist¨®ricos. Fue en ese per¨ªodo y por esas gentes, cuando se alcanz¨® uno de los momentos estelares de la siempre maltrecha y abandonada cultura espa?ola, y no hace falta recordar a quienes surgieron de esa corriente de pensamiento, hombres y mujeres irrepetibles, como Garc¨ªa Lorca, Luis Bu?uel, Dal¨ª o Severo Ochoa, Mar¨ªa Zambrano, Concha Espl¨¢, Carmen Conde, Victoria Kent o Clara Campoamor, que engrosaron, cuando no murieron, la interminable lista del exilio.

A David lo conoc¨ª en su casa de Madrid, que era una de las dos edificaciones modestas, de ladrillo, que rememoraban la arquitectura regionalista, construidas por su padre al norte de Madrid, en el Olivar del Balc¨®n en Chamart¨ªn de la Rosa, donde hab¨ªa comprado en 1917 tierras de olivos centenarios a las afueras de la ciudad, sin apenas valor econ¨®mico entonces, y junto a otros amigos y compa?eros de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza, como Ram¨®n Men¨¦ndez Pidal y D¨¢maso Alonso, para vivir seg¨²n sus avanzadas ideas de relaci¨®n con la naturaleza. Quedaban, y a¨²n quedan en pie, casi milagrosamente, esas dos casitas sencillas con sus contraventanas verdes, y las otras dos cercanas de Men¨¦ndez Pidal y D¨¢maso Alonso, similares pero distintas por su mayor altura y prestancia. En esa antigua cuesta del Zarzal, ahora calle de Men¨¦ndez Pidal, y en esa extensi¨®n de terreno de antiguas tierras de labranza que evocaban un pasado lejano, casi medieval, ahora encerradas por las moles de la arquitectura de los a?os 70, los olivos se un¨ªan, y se unen, a las higueras, a las lilas que florecen en abril y a las jaras y al romero, a las amapolas que bordeaban, y bordean, con su colorido, los paseos de arena blanca.

Su vida, sus ense?anzas, sus desvelos hacia esa Espa?a que duele a algunos, como a Unamuno, y que aman otros profundamente con la desesperaci¨®n de ver su parte negativa, como Machado, se consideraron en el franquismo como ¡°conductas perniciosas para el pa¨ªs¡±

Las puertas de metal, pintadas de verde, similares a muchas otras que a¨²n quedaban todav¨ªa en el Madrid de los a?os 50, se abr¨ªan para dar paso a un mundo hist¨®rico que ya en los a?os 80 no exist¨ªa fuera de all¨ª. Las alegres cadenetas de bombillas de colores, las mesitas de madera y las consabidas tablas de jam¨®n ib¨¦rico en las fotos que anuncian el selecto restaurante de verano que alberga ahora el Olivar, hieren la idea misma de ese lugar, aunque ayuden a mantener fuera de la especulaci¨®n urbana ese entorno especial y seguramente protegido. Un gran pil¨®n de granito, ancho y alargado estaba adosado a uno de los muros del jard¨ªn, a la derecha de la puerta de entrada, donde David, con su pasi¨®n por la Historia me coment¨® la primera vez que fui al Olivar que fue all¨ª donde tal vez fregaron los platos de Napole¨®n cuando acamp¨® en esa zona al llegar a Madrid en 1808.

David, que hab¨ªa nacido en Madrid en 1927, vivi¨® en la casa del Olivar hasta la Guerra Civil. La familia, en circunstancias dif¨ªciles, se traslad¨® a Inglaterra en ese verano del 36, el padre m¨¢s tarde, al ser amenazado de muerte en Madrid por la Uni¨®n General de Trabajadores. No pudo tampoco regresar a Espa?a despu¨¦s de la Guerra, ya que en febrero de 1939 el Ministerio de Educaci¨®n Nacional le inclu¨ªa entre los profesores expulsados de sus c¨¢tedras ¡°por su pertinaz pol¨ªtica antinacionalista y antiespa?ola en los tiempos precedentes al Glorioso Movimiento Nacional¡±. Su vida, sus ense?anzas, sus desvelos hacia esa Espa?a que duele a algunos, como a Unamuno, y que aman otros profundamente con la desesperaci¨®n de ver su parte negativa, como Machado, se consideraron en el franquismo como ¡°conductas perniciosas para el pa¨ªs¡±.

David Castillejo junto a sus hermanos continu¨® su educaci¨®n en Inglaterra y estudi¨® Historia en el King?s College de la Universidad de Cambridge, interes¨¢ndose en la historia del pensamiento, una carrera de humanidades y no de ciencias, por las que se inclinaron dos de sus hermanos. No hab¨ªa olvidado Espa?a, y cuando regres¨® en los a?os 50 conect¨® con lo que hab¨ªa dejado atr¨¢s en su primera juventud, aunque s¨®lo, sin duda, cuando abr¨ªa ahora la puerta del solitario Olivar. Volv¨ªa desde pa¨ªses libres, democr¨¢ticos, de los m¨¢s avanzados de Europa, de Estados Unidos, donde ense?¨® un tiempo en una de sus universidades, donde incluso dio conciertos de piano y lleg¨® a iniciarse en la direcci¨®n de orquesta, pues la m¨²sica constitu¨ªa una de sus grandes pasiones.

No hab¨ªa en el lenguaje de David, cuando hablaba en castellano, duda alguna ni vacilaci¨®n, frecuentes en quienes se han educado en varias lenguas desde la infancia. Su ingl¨¦s ten¨ªa la sonoridad y belleza de su lengua materna y en ambos idiomas alcanzaba la precisi¨®n del especialista, del estudioso. Seg¨²n mis amigos ingleses David era m¨¢s espa?ol que brit¨¢nico, pero ¨¦l se consider¨® siempre lo contrario, tal vez para caminar libremente, cuando resid¨ªa en Madrid, por ese ambiente que ya no era el suyo ni el de sus padres y los amigos de estos, y colaborar con sus colegas espa?oles inmersos en una situaci¨®n que sum¨ªa a Espa?a, una vez m¨¢s, en esa historia interminable que describ¨ªa Machado en sus memorias: ¡°En los trances duros, los se?oritos invocan la patria y la venden; el pueblo no la nombra siquiera, pero la compra con su sangre y la salva¡±. David revis¨®, ley¨® y analiz¨® en la Biblioteca Nacional, durante sus estancias en Espa?a, todas las obras de teatro, manuscritas muchas y publicadas otras, anteriores al siglo XVIII. Resultado de ese estudio fueron sus publicaciones sobre el teatro espa?ol, como en 1984 con Las cuatrocientas comedias de Lope. Cat¨¢logo cr¨ªtico, y despu¨¦s El Corral de Comedias. Escenarios. Sociedad. Actores. Ya, m¨¢s adelante, en 2002, vio la luz su Gu¨ªa de ochocientas comedias del siglo de oro, en 2004, La formaci¨®n del actor en el teatro cl¨¢sico (2 vols.), y en 2007, El otro Siglo de Oro. Cuarenta dramaturgos recuperados. Nos enfrentamos a una dictadura, para concluir su dedicaci¨®n al teatro espa?ol con Spanish Classical Drama. A Classified Survey and Study of 1000 plays, publicado en Londres en 2011.

Tal vez la m¨¢s citada publicaci¨®n de David Castillejo fuera la que en 1969 dio a conocer el conjunto de importantes documentos de Newton de la colecci¨®n de Abraham Yehuda a los que tuvo acceso en Israel

El conocimiento de David Castillejo en esta materia del teatro, y del teatro espa?ol, englobaba una amplitud de detalles que serv¨ªa para aplicar su saber en varias direcciones, como indicar, por ejemplo, exactamente qu¨¦ hac¨ªa con el gesto de sus manos Pablo de Valladolid en el retrato de Vel¨¢zquez en el Prado. David edit¨®, adem¨¢s, entre 1997 y 1999 la correspondencia completa de su padre, que complet¨® con la del insigne historiador y arque¨®logo don Manuel G¨®mez Moreno, en tres vol¨²menes que iluminan un per¨ªodo crucial de la historia europea y no solo de la espa?ola: El epistolario de Jos¨¦ Castillejo: Un puente hacia Europa (1896-1909), El esp¨ªritu de una ¨¦poca (1910-1912) y Fatalidad y porvenir (1913-1937), analizando en su ep¨ªlogo entre otras cuestiones uno de los asuntos que interes¨® fundamentalmente a la Instituci¨®n Libre de Ense?anza: la libertad de los intelectuales frente a las imposiciones e interferencias del poder pol¨ªtico.

Tal vez la m¨¢s citada publicaci¨®n de David Castillejo fuera la que en 1969 dio a conocer el conjunto de importantes documentos de Newton de la colecci¨®n de Abraham Yehuda a los que tuvo acceso en Israel, donde fueron al fallecer su propietario, A Report on the Yahuda Collection of Newton MSS. Bequeathed to the Jewish National and University Library at Jerusalem (Jerusalem, 1969), cuyo an¨¢lisis continu¨® Castillejo en 1981 en The Expanding Force in Newton's Cosmos, as shown in his unpublished papers. El incuestionable Newton como arquetipo del cient¨ªfico revelaba en esos documentos una faceta poco reconocida hasta entonces, o al menos infravalorada, en que la religi¨®n y la alquimia y sobre todo el misticismo representaban un decisivo e interesante papel en su personalidad.

David sigui¨® toda su vida considerando estas dif¨ªciles ideas de Newton, que no lleg¨® a cerrar, pero tal vez en sus papeles, cuyo deseo antes de morir ha sido que se entregaran a la universidad de Cambridge (King¡¯s College), futuros investigadores sigan una l¨ªnea de conocimiento tal vez equivocada o tal vez con datos que avancen en uno de sus intereses, los or¨ªgenes del Universo. De ese tipo fueron dos de sus ¨²ltimos ensayos Dos di¨¢logos: el individuo y la sociedad y La estructura de la vida (Castalia, 1999), y nada mejor para explicar sus ideas que la opini¨®n, tomada al azar, de un lector: ¡°Recomiendo encarecidamente la lectura del segundo di¨¢logo. Es de agradecer que todav¨ªa queden personas con la suficiente amplitud de miras como para buscar nuevos puntos de vista. No es algo com¨²n en nuestros d¨ªas¡±. En ese sentido hab¨ªan ido otras varias publicaciones de Castillejo, como The Descent of The Individual: A Study In Consciousness, en 1990, o Consciousness Identified (The Cartesian Dualism Resolved), en 2011.

David comparti¨® siempre su saber para que otros lo utilizaran, en la poes¨ªa, en la m¨²sica, en el arte, en la historia, en la ciencia, con una naturalidad y generosidad que no son f¨¢ciles de encontrar. Resulta dif¨ªcil saber a cu¨¢ntos llegaron sus vastos conocimientos y sus ideas, y de qu¨¦ forma ¡°viral¡±, puso pasar a otros que pudieron aprovecharlos, de ese sencillo y profundamente humano, que hac¨ªa pensar en los maestros de la Antig¨¹edad cl¨¢sica al andar, hablando, por esos caminos del Olivar como los fil¨®sofos peripat¨¦ticos. Sus explicaciones, sus ideas surg¨ªan con sereno optimismo, pero hab¨ªa en David un poso de insondable melancol¨ªa. A pesar de sus innumerables amigos y contactos, su soledad buscada y asumida era para ¨¦l la muralla m¨¢s segura de su libertad. Una libertad con la que no pod¨ªan ni las cr¨ªticas ni el olvido ni las convenciones, ni siquiera el concepto, tantas veces falso, del deber ciudadano. La personalidad especial de David Castillejo hace que su muerte sea en realidad el fin del Olivar como fue pensado en sus or¨ªgenes, como expansi¨®n de conocimiento y de cultura en medio de una naturaleza hist¨®rica, desde ese jard¨ªn secreto y cerrado a modo de ¡°Hortus conclusus¡±, y cuyo esp¨ªritu, el que hab¨ªa determinado su aparici¨®n, quiso siempre mantener contra viento y marea. Pero eso era una ilusi¨®n, un espejismo, un modo suyo de ver las cosas.