Miguel Delibes, un hombre feliz andando
El confinamiento mantiene en las catacumbas una exposici¨®n del autor de ¡®La sombra del cipr¨¦s es alargada¡¯
Miguel Delibes era un hombre al aire libre. Feliz andando o en bicicleta. Delibes en bicicleta (N¨®rdica) ha titulado Jes¨²s Marchamalo su libro del centenario del autor de La sombra del cipr¨¦s es alargada. Marchamalo es el responsable de la exposici¨®n con la que la Biblioteca Nacional lo iba a celebrar desde el 18 de marzo. La pandemia no permiti¨® abrirla, y ah¨ª est¨¢, apagada, como s¨ªmbolo de lo que puede el virus. Ahora, dice Marchamalo, esa exposici¨®n es como una playa que no suena, llena de Delibes ¡°pero quieta¡±. En oto?o echar¨¢ andar y quiz¨¢ coincida con el 17 de octubre, el d¨ªa en que naci¨® Delibes hace un siglo. La met¨¢fora del cierre encuentra antecedente en Mi idolatrado hijo Sissi (1953), su novela sobre la gripe de 1918, cuando una epidemia as¨ª ¡°era como una oleada de muerte, como un l¨²gubre viento arrasando las calles y plazas de la ciudad¡±. Aqu¨ª todo se par¨® ¡°cuando estaba esa exposici¨®n terminada, todo en su sitio, una ilusi¨®n cumplida y de repente fantasmal, esperando a que volvamos¡±.
¡°Un solitario larguirucho, altiric¨®n, hac¨ªa cien kil¨®metros para ir a enamorar desde Molledo Portol¨ªn, en Cantabria, a Sedano, donde estaba ?ngeles, la alegr¨ªa de su vida¡±. La protagonista de Mujer de rojo sobre fondo gris. La madre de sus siete hijos. Marchamalo lo ve ¡°cantando zarzuela, vestido con un tabardo, con visera, un retrato de la felicidad¡±. Javier Go?i tiene, como Marchamalo, un libro en las librer¨ªas ahora entreabiertas, Cinco horas con Miguel Delibes (F¨®rcola). Lo han descrito pesimista, sombr¨ªo, ¡°pero yo lo vi abierto, con mucho sentido del humor¡±. Individualista, claro, c¨®mo no iba a ser individualista si era como el aire, o como un ¨¢rbol sin sombra. ¡°No necesitaba el aplauso, y era pesimista sencillamente porque el mundo iba mal¡±. Hablaba bien y mal de la gente, ¡°y, a veces, cuando llev¨¢bamos rato conversando, exclamaba ?y no hemos hablado de Cela!¡±.
Elisa, su hija, que vivi¨® a su lado hasta que muri¨® (12 de marzo de 2010), lo recuerdo riendo con los nietos. ¡°?Mira, abuelo, cu¨¢ntas entradas tienes en Google!¡±. ¡°?Y Cela?¡±
Elisa, su hija, que vivi¨® a su lado hasta que muri¨® (12 de marzo de 2010), lo recuerdo riendo con los nietos. ¡°?Mira, abuelo, cu¨¢ntas entradas tienes en Google!¡±. ¡°?Y Cela?¡±. En 1974, cuando muri¨® ?ngeles, cay¨® sobre ¨¦l la sombra que aliviaban hijos y nietos. Cuando muri¨® Franco, recuerda Elisa, hubo un resplandor, le divert¨ªan todas aquellas escenas que acompa?aron el sepelio del dictador. ¡°?Qu¨¦ ya lleg¨® Pinochet!... ?El rey, el rey, el rey a caballo!¡±. Muchas veces dijo: ¡°He llegado m¨¢s lejos de lo que esperaba¡±. Llegar lej¨ªsimos tampoco le deb¨ªa interesar mucho. A Elisa le pareci¨® que era importante un d¨ªa que lo acompa?¨® a una conferencia de L¨¢zaro Carreter. ¡°Lleg¨® de puntillas, pero L¨¢zaro se interrumpi¨®: ¡°Es que entra Delibes¡±.
Durante a?os se neg¨® a ir a Madrid. En la Feria del Libro un hombre quiso que le firmara a su perro. En la Academia alguien le dijo que all¨ª no se hac¨ªa un diccionario de p¨¢jaros, y dej¨® de ir. ¡°?Llev¨® hasta treinta nombres de p¨¢jaros!¡±. En el cat¨¢logo que ahora reside en las catacumbas del confinamiento hay un texto en el que el acad¨¦mico Pedro ?lvarez de Miranda cuenta lo que hizo don Miguel por definir sonidos o artes de los r¨ªos y del aire¡ Pero hay m¨¢s, dice ?lvarez de Miranda. Poco antes de morir regal¨® este sello de amor al idioma: ¡°La lengua nace del pueblo; que vuelva a ¨¦l, que se funda con ¨¦l, porque el pueblo es el verdadero due?o de la lengua¡±. Y se fue, cantando, o andando, feliz sobre su bicicleta. ¡°?Y no hemos hablado de Cela!¡±
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