Muere Miguel Artola, el gran renovador de la historia del siglo XIX
Ganador del Premio Nacional de Historia y Premio Pr¨ªncipe de Asturias de Ciencias Sociales, deja una obra de casi 30 libros, esencial para comprender la Espa?a de los ¨²ltimos 400 a?os
Desde muy pronto, Miguel Artola mostr¨® maneras propias. Dedic¨® su tesis doctoral a estudiar qu¨¦ diablos hab¨ªa ocurrido durante la Guerra de la Independencia, que fue una guerra civil y tambi¨¦n una guerra contra un ej¨¦rcito invasor, y apunt¨® ya entonces a la importancia que tienen las ideas pol¨ªticas en la configuraci¨®n del Estado y la sociedad. Metido en aquel asunto, sus investigaciones desarmaron los relatos que reduc¨ªan la extrema complejidad de aquel momento a una simple batalla entre los patriotas y los extranjeros. En lo que termin¨® siendo Los afrancesados, que se public¨® en 1953, mostr¨® que muchos de aquellos a los que la historiograf¨ªa m¨¢s convencional y espa?olista hab¨ªa tratado de traidores ¡°se unieron voluntariamente a Jos¨¦ [Bonaparte] para apoyarlo en sus proyectos reformistas y seguirlo en su pol¨ªtica¡±. Las cosas no fueron simples, y el historiador ten¨ªa la obligaci¨®n de reconstruir toda la gama de grises que gravitan alrededor de cualquier episodio del pasado. Esa ha sido una de sus grandes lecciones.
Hoy martes, a los 96 a?os, Miguel Artola muri¨® en Madrid. El siglo XIX fue uno de los periodos que frecuent¨® con m¨¢s perseverancia y mayor brillantez y, en buena medida, la etiqueta que lo define como el gran historiador del liberalismo es cierta. Tras bucear en las entra?as de los afrancesados y de procurar entender a la Espa?a que romp¨ªa en las Cortes de C¨¢diz con el Antiguo R¨¦gimen y entraba en la modernidad, Artola public¨® a finales de los cincuenta Los or¨ªgenes de la Espa?a contempor¨¢nea. Otra lecci¨®n: el historiador explora el pasado, pero tiene siempre una pata colocada en el presente. Y el presente que viv¨ªa entonces aquel estudioso que hab¨ªa nacido en San Sebasti¨¢n en 1923 era el de la dictadura franquista, con lo que en algunos de los asuntos centrales que lo ocuparon est¨¢n presentes las inquietudes de una ¨¦poca entera: qu¨¦ pas¨® con la Revoluci¨®n Francesa, qu¨¦ mundo produjo, hasta d¨®nde pudieron llegar los liberales, qu¨¦ peso tuvieron las distintas Constituciones y qu¨¦ tipo de pa¨ªs fueron alumbrando, c¨®mo termin¨® convirti¨¦ndose el caciquismo en un elemento estructural en la Espa?a decimon¨®nica.
Artola escribi¨® alrededor de 30 libros. Estudi¨® en Salamanca, donde fue catedr¨¢tico entre 1960 y 1969, y con el tiempo obtuvo algunos galardones de referencia: el Premio Pr¨ªncipe de Asturias de Ciencias Sociales reconoci¨® en 1991 una mirada sobre la Espa?a que va del Antiguo R¨¦gimen que ¡°combina el an¨¢lisis de las instituciones y el entendimiento de las realidades sociales y pol¨ªticas subyacentes¡±; obtuvo el Premio Nacional de su disciplina en 1992 por Enciclopedia de historia de Espa?a; ese mismo a?o fue investido doctor honoris causa por la Universidad en la que empez¨® a formarse. La mayor parte de su carrera la realiz¨® en la Universidad Aut¨®noma de Madrid, donde lleg¨® tras dejar Salamanca y de la que se fue en 1988. Fue all¨ª el primer director del Departamento de Historia Contempor¨¢nea y una de las figuras que rompieron con un oficio anclado en viejos convencionalismos para abrirlo a las corrientes cr¨ªticas que llegaban de fuera: cre¨® escuela, muchos disc¨ªpulos suyos han sido despu¨¦s referentes de esta disciplina. Otra lecci¨®n m¨¢s: la curiosidad de un historiador lo obliga a frecuentar terrenos muy distintos. Artola empez¨® centrado en asuntos pol¨ªticos, pero luego se enredar¨ªa en temas econ¨®micos (ferrocarriles, latifundios, hacienda), asuntos militares o temas constitucionales, e incluso public¨® en 2012 junto a Jos¨¦ Manuel S¨¢nchez Ron Los pilares de la ciencia. Por dar una medida de su rigor: para profundizar en el liberalismo tuvo que ocuparse del Antiguo R¨¦gimen.
Otra lecci¨®n m¨¢s: el documento. Uno de los proyectos en los que Artola se embarc¨® desde la Real Academia de Historia, de la que form¨® parte desde 1981, fue el de volcar en la Red todos los documentos legales producidos en Espa?a, desde los godos hasta 1810. Y es que, para romper con las leyendas edulcoradas que maquillan lo que sucedi¨®, hace falta entrar en lo que en cada momento se hac¨ªa y se escrib¨ªa. Artola lo supo desde que se centr¨® en los afrancesados. A muchos historiadores les encantaba, y les encanta, aquel relato glorioso del patriota contra el invasor, cuando igual el conflicto central de la guerra de la Independencia fue otro. Muchos espa?oles pelearon para que triunfara una dinast¨ªa extranjera porque cre¨ªan que era el mejor camino para modernizar el pa¨ªs. As¨ª que apostaron por Jos¨¦ y sus ministros. Artola lo supo ver cuando empezaba la que iba a convertirse en una imponente carrera. Valga, pues, una ¨²ltima lecci¨®n, la de que el buen historiador est¨¢ obligado a reventar prejuicios.
Babelia
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