Muere a los 87 a?os el actor Pepe Mart¨ªn, un conde de Montecristo de leyenda
La vocaci¨®n, el talento, la simpat¨ªa y la generosidad no le faltaron nunca a una figura como la suya. Tampoco la inteligencia para el an¨¢lisis de un mundo teatral y televisivo donde siempre puso, adem¨¢s de la cara, el ingenio
Se llam¨® Pepe Mart¨ªn o Jos¨¦ Mart¨ªn, da lo mismo. Fue catal¨¢n y castellano con igual vitalidad. Cultiv¨® las dos lenguas con la misma soltura, es decir, con naturalidad y entereza. Fue barcelon¨¦s de ra¨ªz, madrile?o de gran devoci¨®n, un hispanoamericano capaz de vivir en los escenarios de la dramaturgia y la reflexi¨®n. La vocaci¨®n, el talento, la simpat¨ªa y la generosidad no le faltaron nunca a una figura como la suya. Tampoco la inteligencia para el an¨¢lisis o el estudio de un mundo teatral y televisivo o cinematogr¨¢fico donde ...
Se llam¨® Pepe Mart¨ªn o Jos¨¦ Mart¨ªn, da lo mismo. Fue catal¨¢n y castellano con igual vitalidad. Cultiv¨® las dos lenguas con la misma soltura, es decir, con naturalidad y entereza. Fue barcelon¨¦s de ra¨ªz, madrile?o de gran devoci¨®n, un hispanoamericano capaz de vivir en los escenarios de la dramaturgia y la reflexi¨®n. La vocaci¨®n, el talento, la simpat¨ªa y la generosidad no le faltaron nunca a una figura como la suya. Tampoco la inteligencia para el an¨¢lisis o el estudio de un mundo teatral y televisivo o cinematogr¨¢fico donde siempre puso, adem¨¢s de la cara, el ingenio.
Pero no le falt¨® nunca la capacidad de an¨¢lisis, la mirada al mundo desde el teatro y en el teatro. Si le pudo alguna vez la vanagloria, tampoco le falt¨® el humor. Si se hizo con la vanidad, no careci¨® de la iron¨ªa. Y si un buen discurso le pudo en las aulas tambi¨¦n se lo guard¨® para sus adentros o lo introdujo en burla si ven¨ªa a cuento.
Mujeres con inteligencia no le faltaron en su vida y algunas de ellas rieron o compartieron un pasado vital. Pero se trajo de Argentina a una muy notable por su inteligencia, Silvia Mart¨ªn, eficaz editora, que lleg¨® a ser su ¨¢ngel protector. La guardiana de ese eficaz actor, que lo era, o de aquel espl¨¦ndido recitador, conferenciante o director de ensayos y gestor cultural que pas¨® siempre de un teatro a otro y comparti¨® con los centros universitarios ¨C La Universidad de Verano de El Escorial entre ellas- tanta capacidad expresiva como voluntad de an¨¢lisis.
La poes¨ªa le ha podido mucho en sus m¨¢s de 50 a?os de actividad dram¨¢tica, pero tambi¨¦n la televisi¨®n lo destac¨® notablemente en su interpretaci¨®n de El conde de Montecristo, a lo largo de los a?os sesenta y setenta en notables producciones. No le falt¨® nunca espacio en el teatro, por supuesto. Y entre las notables obras representadas, se encuentra la de nuestro muy querido narrador argentino, Manuel Puig, al que tanto quisimos. Como no dej¨® de trabajar con Marina Saura en una novela de Jos¨¦ Mar¨ªa Guelbenzu, por ejemplo.
No dej¨® de trabajar nunca en los espacios art¨ªsticos y yo tuve el gusto de llamarlo a Radio Nacional de Espa?a, cuando fui su director, para presentarlo como hombre de amplio di¨¢logo en aquellos a?os 80. Pero a la radio volvi¨® en los nuevos tiempos en los que vivimos en la SER y se emple¨® m¨¢s en el mon¨®logo que en el di¨¢logo de A vivir que son dos d¨ªas.
En todo caso, no fue solo un hombre del teatro, el mundo de la literatura le fue tan pr¨®ximo que entre grandes escritores conseguimos vivir ¨¦l y yo con otros excelentes amigos comunes.
En todo caso, nunca fue, desde luego, un indiferente a la pol¨ªtica, sino un hombre de equilibrada izquierda, con profunda ¨¦tica. Un hombre, que ocupado ahora de la atenci¨®n a su mujer enferma, miraba desolado en estos d¨ªas a los espacios corruptos y a la podredumbre de esos sectores sociales que le merec¨ªan la repugnancia de una sociedad enferma para la que ya estaba, por la tarde, desgraciadamente muerto.