?M¨²sica, maestros!
Guardo con infinito mimo en mis estanter¨ªas las bandas sonoras de muchas pel¨ªculas
Los compositores de bandas sonoras para el cine no acostumbran a ser noticia de primera plana, ni siquiera de segunda, en los medios de comunicaci¨®n. No es justo. Entre las emociones que les provocan las pel¨ªculas est¨¢ claro que los agradecidos espectadores pueden asociarlas a la m¨²sica que sonaba en ellas, que recuerdan secuencias y momentos legendarios en los que los sonidos describ¨ªan inmejorablemente lo que viv¨ªan los personajes de la pantalla. Y, por supuesto, no pod¨ªas disociar lo que ve¨ªas de lo que o¨ªas, la armon¨ªa era perfecta. Guardo con infinito mimo en mis estanter¨ªas las bandas sonoras de muchas pel¨ªculas, con id¨¦ntica admiraci¨®n a la que siento por los monumentos del jazz, del rock, del pop, de la m¨²sica cl¨¢sica.
Se habla bastante ¨²ltimamente de John Williams y de Ennio Morricone. Con raz¨®n. Les han concedido el muy merecido Premio Princesa de Asturias de las Artes. Tal vez algunos puristas consideren que la m¨²sica cinematogr¨¢fica es un arte menor o simple artesan¨ªa. Que no valoren lo suficiente ilustrar las im¨¢genes con m¨²sica, ese alimento del alma. All¨¢ ellos. Y admito que la cansina m¨²sica que no para de sonar en tantas producciones huecas, subrayando los sentimientos, la acci¨®n o la nada puede llegar a provocar hast¨ªo. Recurren abusivamente a ella cuando no hay nada interesante que contar, cuando lo que ocurre en la pantalla es de mentira, puro c¨¢lculo, cine por computadora o sensiblero, ¨¦pica de cart¨®n. Es un recurso tramposo y pat¨¦tico. Pero la m¨²sica es un elemento fundamental en el cine (y ya s¨¦ que eso no exist¨ªa en el gran cine mudo) cuando ilustra el esp¨ªritu de lo que se est¨¢ narrando.
La fama de Ennio Morricone estall¨® con las partituras que se invent¨® para Sergio Leone en sus primeros espaguetis w¨¦stern. Eran brillantes y pegadizas. Pero el Morricone que m¨¢s me impresiona llega m¨¢s tarde, con la bell¨ªsima m¨²sica que cre¨® para t¨ªtulos como Novecento, La misi¨®n o Los intocables de Eliot Ness. La primera vez que me fij¨¦ en el nombre de John Williams fue hace 50 a?os en una bonita adaptaci¨®n de la novela Jane Eyre, protagonizada por el inmenso actor George G. Scott. Su larga colaboraci¨®n con el cine de Steven Spielberg es una permanente obra maestra. En m¨²ltiples registros. Puede ser ¨¦pico, rom¨¢ntico, sentimental, inquietante, terror¨ªfico.
Existen muchos compositores cinematogr¨¢ficos que est¨¢n m¨¢s all¨¢ del elogio, que merecer¨ªan todos los homenajes. Mi favorito, el que me ha regalado las sensaciones m¨¢s intensas, tal vez sea Bernard Herrmann. ?l fue colaborador genial, junto al dise?ador de t¨ªtulos de cr¨¦dito Saul Bass, que tuvo Alfred Hitchcock. O sea, palabras mayores. Su m¨²sica crea miedo, perturbaci¨®n, v¨¦rtigo, enso?aci¨®n. Estaba tan dotado para el misterio como para la l¨ªrica. Stravinski le hubiera reconocido como uno de los suyos. Y tambi¨¦n adoro al maravilloso Henry Mancini, un todoterreno, poderoso, sensible y genuino en muchos g¨¦neros.
Es complicado elegir la mejor banda sonora de la historia del cine, pero si solo se pudiera llevarme una a la isla desierta ser¨ªa la de Ascensor para el cadalso. La compuso y la interpret¨® un genio llamado Miles Davis. La pel¨ªcula de Louis Malle no est¨¢ ni de lejos a la altura de esa m¨²sica hipn¨®tica, triste, po¨¦tica, sensual, imperecedera. Y tengo pasi¨®n ancestral hacia lo que expres¨® el saxo volc¨¢nico y rom¨¢ntico de Gato Barbieri en ?ltimo tango en Par¨ªs. El rey Duke Ellington tambi¨¦n aport¨® su clase a la magistral Anatom¨ªa de un asesinato. Y c¨®mo no identificar el cine de Fellini con las m¨¢gicas partituras de Nino Rota. O el mejor cine franc¨¦s con Georges Delerue. O la firma de Maurice Jarre en varias de las epopeyas que dirigi¨® el grandioso David Lean. O el emocionante sello que ha imprimido tantas veces John Barry a sus pel¨ªculas. O la fuerza y el sentimiento de Mikl¨®s R¨®zsa. O la gloriosa tradici¨®n que encarna la creativa familia Newman. ?Y qui¨¦n es el compositor actual que ha heredado las esencias de tantos viejos o difuntos maestros? Para mi gusto, el franc¨¦s Alexandre Desplat. Representa la calidad, la inspiraci¨®n continua, la heterodoxia, la capacidad para encontrar el sonido de las historias m¨¢s diversas.
La lista de grandes compositores ser¨ªa interminable. Supongo que tengo imperdonables olvidos. No dispongo de Google, esa cosa que al parecer lo sabe todo, y mi memoria ya tiene numerosos y lamentables huecos. Pero tengo claro que la m¨²sica de todos los citados me ha hecho feliz.
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