Carlos Ruiz Zaf¨®n: la carrera de un cometa de ¨®rbita singular
Con su muerte, reservada y lejana, finaliza el trayecto m¨¢s ins¨®lito de un escritor por el accidentado circuito de la narrativa espa?ola contempor¨¢nea
En su carrera, tan fecunda como breve, varias cosas se conjuraron para que su paso fuera el de un cometa de ¨®rbita singular: visto y no visto. Carlos Ruiz Zaf¨®n naci¨® y creci¨® en Barcelona. Trabaj¨® bastante tiempo en publicidad; se inici¨® en la ficci¨®n con relatos juveniles; se estableci¨® en Hollywood y frecuent¨® el mundo del cine; compon¨ªa m¨²sica con seriedad y talento. Con este bagaje no es de extra?ar una eficacia narrativa que ha funcionado maravillosamente bien en todo el mundo. En el aspecto de la teor¨ªa literaria, iba a su bola. Tom¨® lo que le convino de donde le pareci¨® bien, sin adscribirse a ninguna escuela literaria; ni siquiera al nutrido grupo de los que rechazan cualquier etiqueta. En su obra lo meti¨® todo: autores cl¨¢sicos y populares, ¨¦pica y kitsch, sin olvidar pel¨ªculas, series de televisi¨®n y c¨®mics, tres campos que conoc¨ªa a fondo. Con estos elementos construy¨® un mundo personal cargado de artificio, que, sin embargo, conservaba la inocencia y la nostalgia de su infancia en una Barcelona de barrio y de los veranos felices en la playa de Sant Pol.
Trabajaba a distancia, incluso cuando en Barcelona pasaba temporadas casi de inc¨®gnito: su centro de gravedad era Los ?ngeles. M¨¢s que entrar se col¨® en la hacinada n¨®mina de la novela espa?ola y de la noche a la ma?ana, sin que nadie se explicara c¨®mo ni por qu¨¦, se convirti¨® en un fen¨®meno universal. Un ¨¦xito tan sonado por fuerza agobia al creador, que lo ha de administrar con prudencia para seguir creando. M¨¢s cornadas da el fracaso. La celebridad, por el contrario, solo aporta molestias y suscita envidias. Hizo lo que pudo. Acert¨® al permanecer al margen de un colectivo que nunca fue el suyo. Antes no era de la tribu y luego el ¨¦xito ya no le dej¨® ingresar, porque su caso era dif¨ªcil de encajar y, en el fondo, de perdonar. ?l mismo contribuy¨® en parte a consolidar su condici¨®n de extraterrestre. Era poco sociable y ve¨ªa con suspicacia tanto el halago como el rechazo. Evitaba las entrevistas y las apariciones p¨²blicas, al menos en Espa?a. Las veces que acudi¨® a firmar libros, en Sant Jordi o en la Feria de Madrid, lo instalaban en una caseta apartada, con un aparatoso despliegue de seguridad para evitar las avalanchas. Nadie se le pod¨ªa acercar ni ¨¦l se pod¨ªa acercar a nadie.
Tom¨® lo que le convino de donde le pareci¨® bien, sin adscribirse a ninguna escuela literaria; ni siquiera al nutrido grupo de los que rechazan cualquier etiqueta
En la distancia corta, todo esto se esfumaba. Era cordial, inteligente, ameno, exc¨¦ntrico y divertido. Ten¨ªa el sentido del humor de un ni?o travieso. Aunque por edad pertenec¨ªamos a dos generaciones distintas, nuestras Barcelonas ten¨ªan mucho en com¨²n y en el campo de la ficci¨®n los dos cultiv¨¢bamos legumbres parecidas. Estas y otras afinidades hicieron que pronto trab¨¢ramos una amistad condicionada por la distancia geogr¨¢fica. En los ¨²ltimos a?os coincidimos en la c¨®moda tierra de nadie que es Londres, donde yo estaba m¨¢s o menos afincado y donde Mari Carmen y ¨¦l buscaron casa hasta que el Brexit les disuadi¨® moment¨¢neamente y el c¨¢ncer en forma definitiva. En esa etapa nos vimos con cierta frecuencia, y luego, cuando la enfermedad lo sac¨® del circuito, nos seguimos comunicando por mail. Ser¨ªa piadoso decir que luch¨® hasta que no pudo m¨¢s y luego tir¨® la toalla. En su caso, no hab¨ªa m¨¢s lucha que aguantar con dignidad los escasos recursos de la ciencia, y al final del camino no hay toalla que tirar. Consigui¨® fama y dinero, pero la suerte le dej¨® poco tiempo para disfrutarlos.
Un ¨²ltimo apunte fr¨ªvolo sobre su vestuario. Unas veces llevaba unas prendas chillonas, como de surfista californiano; otras veces, sin motivo alguno, un elegante traje negro que le daba un aire distinguido, como de obispo anglicano. Este y otros detalles similares me hac¨ªan pensar que ¨¦l se ve¨ªa a s¨ª mismo como un personaje escapado de una novela juvenil o de la vi?eta de un c¨®mic o de un story board. Quiz¨¢ me equivoco y la imagen que proyectaba era una forma m¨¢s de protegerse. Lo mismo da. A estas alturas lo que yo piense y lo que piensen los dem¨¢s ya no tiene importancia.
Babelia
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