Memoria secreta del Madrid canalla
Mitos y leyendas de los barrios madrile?os, m¨¢s all¨¢ de Malasa?a y Lavapi¨¦s
Me van a disculpar, pero necesito hacer un viaje en el tiempo. En 1977, una peque?a editorial madrile?a me encarg¨® una introducci¨®n al punk rock para una colecci¨®n divulgativa titulada De qu¨¦ va. Ning¨²n problema: ven¨ªa de Londres, conoc¨ªa las ra¨ªces del movimiento y hab¨ªa cosas frescas que contar (de hecho, todav¨ªa no se hab¨ªa publicado un solo tomo sobre el punk en el Reino Unido). Pero comet¨ª una tremenda pifia. Empe?ado en naturalizar el concepto, el libro se titul¨® De qu¨¦ va el rock macarra (La Piqueta). No solo sonaba feo: resulta que lo de punk se populariz¨® inmediatamente (aunque tuvo diversas pronunciaciones) y no necesit¨® traducci¨®n.
As¨ª que me reconforta abrir Macarras interseculares (Melusina), la nueva obra de I?aki Dom¨ªnguez, y encontrarme con esta frase: ¡°punk y macarra vienen a significar lo mismo¡±. Resta?ada mi herida, me sumerjo nuevamente en un libro vertiginoso, que ofrece un recorrido por diferentes barrios de la capital a trav¨¦s de sus bandas juveniles, desde los Ojitos Negros de principios de los sesenta, ya detectados en su tiempo por la revista musical Fonorama.
De hecho, se recoge una leyenda urbana que sit¨²a a los pandilleros madrile?os como desinteresados protectores de Los Dayson, conjunto de Alcoy donde cantaba un imberbe Camilo Sesto. Alg¨²n contacto debi¨® de haber pero nada esencial, ya que el grupo nunca destac¨®. Pero no importa: como avisa el autor en el pr¨®logo, Macarras interseculares es ¡°un tratado de mitolog¨ªa urbana y de folclore contempor¨¢neo¡±, no muy lejano de las recopilaciones de cuentos populares de los hermanos Grimm.
As¨ª que no exijan rigor hist¨®rico. No esperen confirmar o desmentir la especie de que toneladas de hero¨ªna llegaron a Espa?a (al mundo entero, en realidad) gracias a los partidarios del sha de Persia, que al borde del obligado exilio convirtieron sus posesiones en cargamentos de opi¨¢ceos. Los iran¨ªes mandaron en el negocio madrile?o del jaco, asegura Dom¨ªnguez, pero supieron retirarse o desaparecieron: ninguno estuvo al alcance del autor. Que b¨¢sicamente entrevista a todo implicado que se pone a tiro, desde propietarios de barras americanas en Costa Fleming a porteros de locales bakala.
Antrop¨®logo de formaci¨®n y. por lo que se deduce, al menos durante un tiempo, fiestero de vocaci¨®n, Dom¨ªnguez no exhibe los melindres de los historiadores: tolera errores de la memoria, exageraciones, fantas¨ªas. En cuesti¨®n de verosimilitud, muchas de las narraciones tienen id¨¦ntica fiabilidad que las canciones de navajeros de Sabina. Pero responden a la misma necesidad de construirse el personaje de h¨¦roe, capaz de aguantar el tipo ante los malotes.
Entre los cicerones de I?aki Dom¨ªnguez, encontramos a Alberto Garc¨ªa Alix, Jes¨²s Ordov¨¢s o Miguel Trillo (que tambi¨¦n aporta algunas de las fotos m¨¢s desconocidas de su archivo). Para ponerlo en t¨¦rminos que puedan entender los nativos digitales: esto no es Breaking bad, esto ocurri¨® de verdad. M¨¢s o menos.
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