Cees Nooteboom: ¡°Espa?a, en lo esencial, es un pa¨ªs que no se ha reconciliado¡±
El escritor holand¨¦s recibe esta semana el premio Formentor de las Letras 2020
A los siete a?os, el 10 de mayo de 1940, Cees Nooteboom escuch¨® por primera vez el ruido del mal. Estaba en su casa, al lado de su padre, que desde la ventana escuchaba los bombardeos de los nazis sobre La Haya. A los 16 a?os ¨¦l se march¨® de casa, a escuchar el sonido del mundo, y ahora est¨¢ en ?msterdam, pendiente del extra?o, fat¨ªdico rumor de la pandemia. De ese largo viaje que lo llev¨® a todas partes surgieron numerosos libros, algunos sobre su experiencia de m¨¢s de 40 a?os en Menorca, de donde ahora, confinado en su propia tierra, siente sobre todo nostalgia por el jard¨ªn.
El viernes recibir¨¢ en Mallorca el premio Formentor, que puso en marcha Carlos Barral y que volvi¨® a reactivar el editor y escritor Basilio Baltasar. Nooteboom publica en espa?ol este oto?o Venecia (Siruela), su visi¨®n de la hermosa ciudad italiana, y ya est¨¢ en las librer¨ªas su ¨²ltimo libro de poemas, Despedida. Poemas en tiempos del virus (Visor). Se muestra feliz como un muchacho, aunque tiene 88 a?os y acaba de pasar nueve veces por diferentes causas por distintos hospitales. Activista de la idea de Europa, aqu¨ª habla de las amenazas que el virus a?ade a las que ya tienen el mundo y el Viejo Continente.
Pregunta. El ruido de la pandemia se viene a unir a los sonidos de su larga vida.
Respuesta. Y va a estar con nosotros todo el tiempo, porque no se ha acabado. Entrar¨¢ en los sue?os, en las pesadillas, la gente va a estar marcada por esto de una manera muy profunda. Incluso si se encuentra una vacuna, seguir¨¢ ah¨ª en la memoria, marcar¨¢ a toda una generaci¨®n. A los que ahora van al colegio, a los que empiezan a vivir. Estaba pensando en sitios como C¨®rdoba o Sevilla, en los pobres padres que viven en casas chicas en las que hace mucho calor y tienen que estarse sentados con sus hijos, tratando de educarlos, personas que probablemente no dispongan de ordenador. Todo esto es peor de lo que pensamos, porque no es tan solo cuesti¨®n de dinero o de trabajo, es algo que afecta gravemente a la cabeza.
P. Recuerda a una guerra.
R. A m¨ª me lo recuerda. Hay algo muy extra?o en esta enfermedad. Lees la prensa o miras la televisi¨®n y te relatan contagios y muertos como algo abstracto, porque t¨² est¨¢s vivo, no est¨¢s en el hospital, pero sabes que a tu alrededor hay muchas personas que est¨¢n enfermas y, adem¨¢s, un d¨ªa podr¨¢s ser t¨². Pero no est¨¢s enfermo. Si comparamos con las cifras los que no est¨¢n enfermos forman un grupo mucho mayor. Somos v¨ªctimas en potencia, y esta es la amenaza que tenemos encima.
Mi padre hab¨ªa puesto una silla en el balc¨®n. Vi¨¦ndolo retrospectivamente, me resulta muy conmovedor pensar que mi padre, que observaba la guerra desde su balc¨®n, no supiera que ¨¦l habr¨ªa de morir en el bombardeo de La Haya
P. ?Aquel sonido de las bombas nazis sobre La Haya sigue presente en sus recuerdos?
R. No se olvida. Viv¨ªamos cerca de un aeropuerto militar. Mi padre hab¨ªa puesto una silla en el balc¨®n. Vi¨¦ndolo retrospectivamente, me resulta muy conmovedor pensar que mi padre, que observaba la guerra desde su balc¨®n, no supiera que ¨¦l habr¨ªa de morir en el bombardeo de La Haya cuatro a?os despu¨¦s. Nuestra casa qued¨® totalmente destruida. La guerra era ruido, bombardeos, aviones. La pandemia, en cambio, es silencio, est¨¢ en los hospitales. Hay tragedias terribles en las residencias de ancianos. Yo mismo estuve en el hospital, en Alemania, en los ¨²ltimos meses. No quiero hablar mucho de ello, pero me entiende si le digo que a mi mujer, Simone, no la dejaron visitarme¡ Hab¨ªa silencio: la pandemia es un silencio amenazador para la gente, para los que realmente est¨¢n implicados.
P. Un silencio que tambi¨¦n amenaza a Europa¡
R. Yo creo en Europa. Y veo c¨®mo algunos reg¨ªmenes, como los de Hungr¨ªa y Polonia, que no compartieron nuestro pasado, tampoco est¨¢n compartiendo ahora nuestro futuro, porque no comparten nuestro presente. Hungr¨ªa y Polonia y otros pa¨ªses que deber¨ªan acoger a algunos de los refugiados y no tienen que ser h¨¦roes por ello, pero al menos deber¨ªan conmoverse ante la situaci¨®n de los que se ahogan en el intento de llegar. Estos pa¨ªses que no aceptan a nadie est¨¢n despertando un esp¨ªritu muy triste. Los refugiados arriesgan sus vidas, pero vienen, vienen como gotas, uno, dos, tres, cinco, pero al final vienen, y deben ser bienvenidos¡
P. La disgregaci¨®n es otra amenaza que aborda en su libro El desv¨ªo a Santiago, a prop¨®sito de un encuentro con Jordi Pujol en Catalu?a. Dec¨ªa usted que era posible que un d¨ªa vi¨¦ramos en un embajador catal¨¢n en Riga, uno let¨®n en Zagreb, otro esloveno en Bastia. Se?alaba esa paradoja de ¡°crecer y menguar al mismo tiempo¡±.
R. Al tiempo que Europa trata de unirse hay partes de distintos pa¨ªses que est¨¢n intentando separarse. Lo hemos visto en Italia, aunque ahora ah¨ª eso ha ido a menos. En Espa?a es un fen¨®meno que no se acaba. No puedo decir que no quiero hablar de la pol¨ªtica espa?ola, porque leo las noticias, tanto aqu¨ª como cuando estoy en Espa?a, aunque ahora no puedo volver a mi querida casa de Menorca. Veo que ante esta pandemia no hay unidad. Desde el punto de vista pol¨ªtico, andan todo el rato a la gresca. Uno pensar¨ªa que este ser¨ªa el momento de unirse y ayudar a los que est¨¢n enfermos¡ En un punto de El desv¨ªo a Santiago, reflexionando sobre la Guerra Civil, escrib¨ª que Espa?a puede ser cruel y tambi¨¦n puede ser lo contrario. Pero Espa?a es un pa¨ªs que en lo esencial no se ha reconciliado. Hablamos de la reforma de 1976; ah¨ª hab¨ªa mucha esperanza en la reconciliaci¨®n, estaban Adolfo Su¨¢rez y Santiago Carrillo, todo el mundo quer¨ªa eso. Hoy, sin embargo, vemos que esa divisi¨®n sigue ah¨ª. Tambi¨¦n hay una gran divisi¨®n econ¨®mica, algo que por cierto ocurre ahora mismo en todas partes. No s¨¦, es muy desconcertante.
En Holanda tambi¨¦n hubo cr¨ªticas al ministro de Econom¨ªa holand¨¦s por su severidad, porque no ha abierto la mano con Italia o Espa?a para decirles: ¡°Os ayudaremos¡±
P. ?C¨®mo vivi¨® usted las diferencias holandesas con el Gobierno de S¨¢nchez en la agitada reuni¨®n de Bruselas sobre la reconstrucci¨®n de Europa?
R. En Holanda tambi¨¦n hubo cr¨ªticas al ministro de Econom¨ªa holand¨¦s por su severidad, porque no ha abierto la mano con Italia o Espa?a para decirles: ¡°Os ayudaremos¡±. Al mismo tiempo, s¨ª que hay ayuda. Los holandeses somos contribuyentes netos. Es cierto que pagamos mucho, pero nuestra actitud pod¨ªa haber sido mucho m¨¢s comprensiva.
P. ?C¨®mo se sent¨ªa esos d¨ªas, espa?ol, holand¨¦s, europeo?
R. Europeo. No puedo evitar ser holand¨¦s, pero mi amor por Espa?a est¨¢ ah¨ª de siempre. Yo mismo estoy hecho un l¨ªo pol¨ªticamente, pero este es el primer verano en 40 a?os en que no he ido a Espa?a. Es toda una privaci¨®n.
P. ?C¨®mo va el di¨¢logo con su jard¨ªn?
R. Tengo un viejo amigo de Nueva Zelanda que vive en Menorca. Se da una vuelta por mi jard¨ªn y me cuenta c¨®mo est¨¢n mis cactus. Cuando veo el pron¨®stico del tiempo para Espa?a y anuncian grandes tormentas sobre las Baleares, entonces me preocupo y le llamo. Tambi¨¦n hablo con un jardinero menorqu¨ªn, que a veces se da una vuelta por all¨ª.
No puedo evitar ser holand¨¦s, pero mi amor por Espa?a est¨¢ ah¨ª de siempre
P. En Los europeos trat¨® las cicatrices que son visibles en el continente, de Gernika a Sarajevo. ?Qu¨¦ le dice ahora el nuevo mapa de Europa?
R. Suena un poco sentimental y rid¨ªculo, pero dir¨ªa que me habla de esperanza. Veo todos los peligros, en cada uno de los pa¨ªses. Hay pa¨ªses que est¨¢n en Europa porque les sale rentable, pero no me parece que sean verdaderamente europeos, pero tampoco podemos decir ¡°pues que se vayan¡±¡, porque pertenecen a Europa y porque acaso en una nueva generaci¨®n sus l¨ªderes sean un poco m¨¢s europeos¡ Recuerdo Europa despu¨¦s de Yalta, en 1946, cuando viajaba por Alemania. Incluso mis amigos que hab¨ªan estado en campos de concentraci¨®n, que ten¨ªan motivos para mirar con resquemor a Alemania, eran partidarios de la reunificaci¨®n. Debemos tener presente que Europa quiere sobrevivir en estos tiempos en que Estados Unidos se ha vuelto un pa¨ªs muy extra?o, no sin sus peligros, y por otro lado est¨¢ China. Si Europa quiere ser algo tiene que estar muy unida, no solo en el aspecto monetario sino tambi¨¦n pol¨ªtica y filos¨®ficamente.
P. Resulta interesante que el pol¨ªtico europeo m¨¢s respetado sea ahora mismo una mujer, la canciller alemana Angela Merkel.
R. Y ocurre que Merkel y Macron, que tienen sus diferencias, no dejan de hablar entre ellos. Los pa¨ªses m¨¢s peque?os siempre tendr¨¢n miedo, sobre todo aquellos que en el pasado sufrieron de pa¨ªses m¨¢s grandes. Esta semana he recordado la reunificaci¨®n de Alemania; estaba en Praga, y ah¨ª estaba Mitterrand, quien solo dio su visto bueno a la reunificaci¨®n como medio para facilitar la moneda ¨²nica. No debemos olvidarlo: todo el mundo ha tenido que hacer concesiones. ?Ocurri¨® hace 30 a?os! Recuerdo la pasi¨®n, con partidarios y detractores, y vemos que la historia se mueve m¨¢s r¨¢pido que las mentes.
Pasado y presente literario en Formentor
Un grupo de independientes y exitosos editores europeos arrancaron el premio Formentor en 1961, que fue concedido, entre otros, a Jorge Luis Borges, Samuel Beckett, Saul Bellow, Jorge Sempr¨²n y Witold Gombrowicz. Tras su recuperaci¨®n, el premio lo han recibido Carlos Fuentes, Juan Goytisolo, Javier Mar¨ªas, Enrique Vila-Matas, Ricardo Piglia, Roberto Calasso, Alberto Manguel, Mircea Cartarescu y Annie Ernaux. Este a?o se celebrar¨¢ coincidiendo con la entrega del premio un encuentro de editores independientes en lengua espa?ola, adem¨¢s de las conversaciones programadas entre el 18 y el 20 de septiembre, y tituladas Bagaudas, goliardos y estilitas. Acr¨®batas del mundo antiguo y moderno. La cita contar¨¢ con la participaci¨®n estelar del premio Nobel sudafricano J. M. Coetzee, que pronunciar¨¢ una conferencia sobre la autobiograf¨ªa como g¨¦nero literario. Tambi¨¦n hablar¨¢n el profesor brit¨¢nico Edward Wilson-Lee, especializado en la historia de bibliotecas; la escritora et¨ªope, Maaza Mengiste; o el mexicano David Huerta.
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